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Los países árabes son mayormente restrictivos con los derechos y libertades de las mujeres, a las cuales no les son permitidos muchas tareas, trabajos o menesteres que se entienden propios del género masculino.

En la entrega número cincuenta y cuatro, en agosto/2020 escribí: Mujeres y radicalismo islámico: feminismo argelino, donde refería cómo muchas religiones y mayormente hoy día la religión musulmana, considera a las mujeres en “perenne minoría de edad e incluso inferiores a los varones”.

Pues bien, quiero hoy abordar el capítulo de la mujer en los países árabes proponiendo tres películas de dos directoras árabes o de origen árabe, que exponen sus reivindicaciones de forma inteligente, con perspicacia y tiento.

Me referiré en primer lugar a la guionista y directora franco-tunecina Manel Labidi Labbé y su película Un diván en Túnez (2019). Labidi es una persona vitalista y emancipada. Su film trata la historia de una mujer de educación francesa que desea iniciarse como psicoanalista en Túnez, su tierra natal. Túnez es un país moderno dentro del mundo árabe, y es ahí donde Labidi pone su empeño de fémina culta para colaborar con los tunecinos «en un viaje hacia ellos mismos», por medio de una reflexión sobre la salud psíquica y social.

Las otras dos películas que comento son autoría de la primera directora de cine saudita, Haifaa al-Mansour, reconocida internacionalmente y que dirigió como mujer la primera película saudita y su ópera prima de la que hablaré, La bicicleta verde (2012), rodada prácticamente a escondidas y con gran cantidad de aventuras y enseñanzas. Comento también su último estreno reciente, La candidata perfecta (2019), caso raro de mujer metida en política en su país.

Hasta hace muy poco, Arabia Saudí era un país sin cines (fue en abril de 2018, cuando se abrió la primera sala del país en 35 años) y prácticamente sin mujeres. O mejor, sin mujeres con voz. Transcurridos ocho años y después de haber firmado dos películas, una en Reino Unido, “Mary Shelley” (2017); y la otra en los EE.UU., “Desmelenada” (2018), Al-Mansour pudo rodar “libremente” La candidata…, que se ha estrenado en 2021 en algunos cines de España. Con esta cinta retornó a su país, ya sin restricciones. Como ella ha declarado: «Lo más importante ahora mismo es la legitimidad. Ir por la calle con mi equipo y poder rodar sin que la policía interrumpa nada es un placer que cuesta explicar. Perder el miedo es increíble».

Pero no se puede obviar el tradicionalismo de las costumbres musulmanas en Arabia Saudita. Como advierte Al-Mansour: «Las cosas están cambiando. Sí, es cierto que el Islam tiene en mi país una de sus versiones más conservadoras. De hecho, la religión es casi una conspiración contra la mujer, contra su movilidad, contra la manera natural de comportarse... No estoy en contra de la religión, puesto que cumple una función, pero no puede politizarse ni formar parte de la política. Es preciso una revolución, pero suave. Y por eso mi película está pensada desde el humor».

Pero vayamos al análisis de estas obras reivindicativas realizadas por mujeres cineastas árabes, sobre las ambiciones y anhelos de la mujer en sus países.

UN DIVÁN EN TÚNEZ (2019). Tras haber pasado la infancia y juventud en Francia y cursar estudios de Psicología en París, Selma decide a volver a su país de origen y establecer una peculiar consulta de psicoanálisis en un cuarto situado en el tejado de la casa de sus tíos, en un popular suburbio de Túnez.

Se desarrolla la historia tras la denominada Primavera Árabe que derrotó al dictador Ben Ali, con toda la carga de revolución social y política que tuvo este movimiento. En ese contexto Selma tendrá que atender a pacientes distintos a los que ella acostumbraba, adaptándose a sus diferencias culturales y religiosas, a la vez que se reencuentra con un pasado que creía haber olvidado, pero que permanece en el fondo de su ser.

En el reparto el rostro de Golshiften Farahani da vida con intensidad y empuje a su personaje al cual aporta veracidad; una mujer que reflexiona sobre las razones que le han hecho regresar a Túnez, sin saber bien si es francesa o tunecina (que es el dilema de Labidi también).

Selma se siente francesa, pero en su ser profundo asoman sus raíces árabes. O sea, Selma siente una llamada desde lo más recóndito de su ser hacia su tierra natal, asunto principal para entender la película.

La historia no trata los aspectos políticos ni los últimos cambios sociales en el mundo árabe con intensidad ni dramatismo. Labidi Labbé lo hace en plan comedia ligera; con gracia y un tono luminoso para contar naturalmente una situación controvertida y de gravedad.

Gracias a la ayuda de una curiosa peluquera, Selma acaba teniendo una nutrida clientela, la mayoría con problemáticas muy pintorescas. Además, en la consulta asistimos a conflictos y traumas que constituyen un retrato de la sociedad tunecina.

Pero el mayor problema para Selma es la lentitud burocrática que parece querer expulsarla de nuevo de su país. Aparecen las fuerzas represivas de una policía torpona y los trámites eternos para obtener la licencia como psicóloga para ejercer su profesión.

Hay risa, tono ligero, sin heridas ni mordacidad; especie de realismo mágico salpimentado con alegres arabescos. Entonces, si obviamos cierta cruda realidad, la película es divertida y lo vamos a pasar bien con este retrato costumbrista ocurrente y chistoso que tiene en el punto de mira cierto revulsivo feminista y contra el patriarcado, no en vano el personaje es psicoanalista. Por cierto, la foto de Sigmund Freud hay que camuflarla con gorro árabe y sin decir, obvio, que fue judío.

Podemos advertir también una mirada compasiva y abierta al diálogo para con los problemas del Túnez actual. De manera que, tomada de manera positiva, la cosa puede concluir como quien se toma un té con menta en el zoco de Túnez, cerca de la Mezquita de Zitourna.

Más extenso en revista Encadenados.

LA BICICLETA VERDE (2012). Wadjda es una niña alegre y activa de diez años que vive en una sociedad saudita de costumbres muy arraigadas y vigilantes, que tiene prohibidas ciertas cosas a las chicas como montar en bicicleta. Pero Wadja es una niña divertida y dispuesta que no duda moverse entre lo permitido y lo indebido. Ella quiere a toda costa tener su bicicleta para poder jugar con su amigo Abdullah, compitiendo en carreras. Pero su madre se opone tajantemente por considerar que las bicicletas son un riesgo para la dignidad y el decoro de una mujercita.

Drama muy elogiado inspirado en la vida de una sobrina de la directora, la primera mujer en dirigir una película en la historia de Arabia Saudí.

Es un film poético que se desarrolla en un suburbio de Riad donde se palpa la opresión, la discriminación y la injusticia que padecen en determinados países con tradiciones y religión temibles, los seres que pertenecen al género femenino.

Película agridulce, que a veces te hace sonreír, que nos habla con ingenio de una moral tan falsa como irrespirable. Obra contada de manera eficaz y resuelta.

La protagonista, encarnada por una bonita y eficiente actriz de nombre Waad Mohamed, es una niña de niña de la cual el espectador acaba prendado: desenvuelta, también pícara y que a pesar de su corta edad ya conoce las mañas para la supervivencia, el disimulo y la astucia.

Y una desolada madre que soporta con estoicismo el abandono en una sociedad que bendice la caprichosa o calculada poligamia de los hombres.

Valerosa, decente y didáctica, también discreta en su acabado, muy pendiente del discurso. Una digna apuesta por la libertad, como podemos ver en el plano final cuando la protagonista mira alrededor con la certeza de que su futuro será gozoso y risueño.

 

LA CANDIDATA PERFECTA (2019). Película agradable de ver, no es excelente, tampoco solemne en sus planteamientos sociales, ni ácida, ni demasiado beligerante. Su directora, Haifaa Al-Mansour vuelve a reclamar una revolución urgente pero tranquila sobre el papel de la mujer en Arabia Saudita.

Una médica en ejercicio de nombre Maryam (Mila Al Zahrani) se ve obligada a volverse de un Aeropuerto, porque su tutor masculino (su padre), no ha dejado firmados los convenientes papeles dándole permiso para viajar. Iba a asistir a un Congreso médico. La situación resulta bochornosa para una mujer adulta. Motivada por esta circunstancia, enojada y por pundonor, decide inscribirse como candidata a la alcaldía de su pueblo e inicia una campaña contra las normas machistas que imperan en el país.

El relato está expuesto como una historia tan sencilla como efectiva, encantadora y libre de aristas aviesas, y sí con poder de convicción. Su directora se cura en salud ofreciendo una visión atenuada del régimen saudita. A Haifaa Al-Mansour le ha salido una película de bonitas formas y expresiva, en clave de fábula, tanto por el mensaje claro que transmite, como por la ponderada simplicidad de su propuesta.

El guion de la propia Al-Mansour junto a Brad Niemann, tiene una puesta en escena convencional y un perfil de los personajes que dibuja llanamente los problemas de la mujer saudita. Utiliza para ello elementos simples y sutiles que le dan al argumento ligereza y efectismo, a la vez que quita hierro a los temas más espinosos.

El enfoque del film es ácido pero que no escuece. Al-Mansour justifica este tono benévolo diciendo que aunque es feminista, nada tiene contra los hombres: «He tenido que romper muchos techos de cristal y he tenido que pelear muchísimo para conseguir estar donde estoy y no quiero que ninguna mujer u hombre tenga que pasar por donde he pasado».

No obstante, puede provocar en el espectador occidental cierto sonrojo ver algunas escenas y episodios machistas en el film.

Pero esta tribulación social se equilibra con que el entorno familiar de la protagonista es agradable, liberal, culto y respirable. Un padre viudo, músico, tolerante y de carácter afable, una madre que fue cantante y unas hermanas alegres y dispuestas.

El film en mi opinión cumple, es entretenido, afectuoso, incluso enternecedor y se entiende mejor si el espectador se pone en el lugar de su directora, mujer en un país intransigente y feroz con las mínimas salidas de tono de las mujeres.

El reparto está muy bien con Mila Al Zahrani como protagonista principal junto a Nora Al Awadh y Dae Al Hilali (las hermanas), y Khalid Abdulraheem (muy bien como el padre).

Una visión franca del mundo saudita que sin duda resultará curiosa al público occidental. Una perspectiva irónica sobre una sociedad aburrida y fastidiada por la cuestión del género y la invisibilidad de la mujer.

Más extenso en revista Encadenados.