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Es sabido que en general, las religiones no se han llevado bien con las mujeres, habiendo sido consideradas estas como perennres menores de edad e incluso inferiores a los varones. Para justificar tan peregrinas creencias, se apela a revelaciones divinas, a preceptos consolidados o a la voluntad del fundador de la religión que fuere. Sin embargo y paradójicamente, las mujeres suelen ser las más fieles seguidoras de las orientaciones religiosas, las que más participan en los ritos sagrados, las que inculcan con más tesón los sentimientos religiosos a sus hijos y las que ayudan a mantener los sistemas de creencias religiosas.

Si nos referimos al Islam, en el seno del mismo se están actualmente desarrollando tendencias feministas que cuestionan la interpretación patriarcal del Corán, la cual consideran contraria a la praxis del Profeta. Más bien creen que el Corán defiende la igualdad entre hombres y mujeres. Pero sea como fuere, pues no hay tiempo para estos análisis en profundidad, la realidad es que los extremos islamistas, obligan a la sumisión de las mujeres, a la vez que les exigen taparse el rostro, les prohíben conducir o no salir del hogar sin su esposo, lo cual ha sido motivo de invisibilidad y sufrimiento para la mujer en estados tales como el Afganistan de los talibán o Argelia, durante los «años de plomo» de su guerra.

Hoy voy a hablar de mujeres abatidas por el radicalismo musulman, a través de dos películas muy interesantes. La primera se titula La Piedra de la paciencia (2013), film intenso y de profundo mensaje con los talibán de fondo. La segunda se refiere a cierto feminismo argelino durante la guerra civil de los años ’90: Papicha, sueños de libertad (2019), de reciente estreno en nuestro país, sobre el feminismo argelino en la década de los noventa.

LA PIEDRA DE LA PACIENCIA (2012). Película formalmente bella, dramática, emocional y con un profundo mensaje moral y psicológico.

Se trata de la historia de una mujer joven con dos hijas, que cuida de su marido en estado de coma herido en una reyerta, en un país de Oriente Medio, probablemente Afganistán. La joven logra dejar a sus dos hijas con su tía, una mujer pudiente, liberada e inteligente. En tanto, ella continúa en su casa junto a su esposo, expuesta a bombas y disparos, pero siempre junto a él.

A lo largo del metraje la protagonista habla en voz alta con su marido yacente como único interlocutor, al cual cuenta toda su vida, sus vivencias más íntimas y sus secretos más celados, a la vez que repasa su existencia de privaciones, sometimiento y represión en el angustiante mundo islámico radical donde vive.

En el transcurso de la historia, la mujer conoce a un joven soldado tartamudo con el que mantiene relaciones íntimas a cambio de dinero, si bien ambos están estrechamente unidos sentimentalmente.

La historia, además de narrar el infierno de represiones y limitaciones de la mujer en su contexto radical-musulman, narra también su esfuerzo por sacar através de la palabra con su yaciente marido, sus más recónditas emociones y frustraciones.

Hace ya mucho que sabemos, sobre todo desde el psicoanálisis de Freud, del poder terapéutico de la palabra, dicha ésta ante un psicoterapeuta neutro que apenas habla y que deja que su cliente verbalice libremente, asociando cuanto le va viniendo a la mente, sus afanes, miedos y fantasías. Esto es lo que ocurre en el film, aún sin ser psicoanálisis, claro. Y es que la tía de la protagonista le había hablado de una leyenda sobre una piedra a la cual se le cuentan los anhelos y secretos hasta que la piedra se rompe y entonces la persona queda liberada. Pues bien, esa “piedra de la paciencia” es su marido en estado vegetativo al que ella le cuenta de todo y más. Secretos que jamás le hubiera contado a nadie y mucho menos a su esposo en estado de vigila. Es así que ella quedará liberada y con ganas de reconstruír su vida, en esa especie de diálogo interno frente al silente marido.

Vida y muerte se cruzan en este film con un fluir de imágenes que contrapesa la radicalidad del drama.

Jean-Claude Carrière escribe junto con Atiq Rahimi la adaptación de la novela de éste último, además de coguionista, director de la cinta. Hay que destacar la magistral interpretación de Golshifteh Farahani que es quien mantiene todo el peso de la película con una expresividad excepcional.

Hay que ver la película con los ojos y el corazón abiertos, pues es un cinta que nos reta a escuchar y a comprender muchas cosas, algunas de ellas muy dolorosas y en nuestra cultura occidental, desconocidas. Así es la realidad de la mujer en esos lugares.

Como dato curioso e importante, en una especie de sarcasmo, en un momento dado y dadas las confesiones tan duras e íntimas que la mujer ha hecho en voz alta, el esposo despierta de su letargo e intenta acabar con ella estrangulándola, lo cual que no consigue. Ese momento es el final del film, cuando el amante novio (tartamudo) asoma por la ventana y la ve a ella con su marido encima ensangrentado, mientras la joven lo observa con cara misteriosa. Y es que el final es enigmático.

 

PAPICHA, SUEÑOS DE LIBERTAD (2019). La historia se desarrolla en la Argelia de los años ’90, plena guerra civil (Década Negra) cuando el Grupo Islámico Armado (GIA) consideraba apóstata a todo musulmán que no siguiera su propia interpretación radical, cercana al wahabismo saudí; terrorismo islámico y enfrentamiento con el gobierno.

En el film, Nedjma, de 18 años, estudiante alojada en la ciudad universitaria de Argel sueña con ser una referencia de la moda y se niega a que la guerra le impida llevar una vida normal y salir con su amiga Wassila. Una noche la joven atraviesa las redes del alambrado de la ciudad con sus amigas para ir a una discoteca, lugar donde vende sus vestidos a las papichas (jóvenes guapas argelinas). Pero la situación social y política del país empeora cada vez más. Nedjma en absoluto se somete a las prohibiciones de los musulmanes radicales y decide luchar contra el integrismo en aras a su libertad e independencia, organizando un desfile de moda.

Hay ira, orgullo, mucha reivindicación cocinada a fuego lento y crepitando en el debut cinematográfico de la directora franco-argelina Mounia Meddour, un film muy interesante e intenso sobre un caso en parte real, relacionado con la matanza de un grupo de mujeres que celebraban una demostración de moda en Argelia.

Con un guion de Fadette Drouard y la propia Meddour, vamos asistiendo a la historia de una muchacha que sueña con crear moda y vestir a las chicas de su entorno con los modelos que ella diseña, contraviniendo la imposición integrista de vestir con la hiyab. Nedjma, la protagonista, anhela transformar su pequeño mundo, hacer resistencia ante las imposiciones irracionales. Pero en el horizonte está la siniestra amenaza del integrismo, la sinrazón de quienes se atribuyen la verdad y la exclusiva interpretación de la palabra de Dios.

Las emociones presiden cada ángulo de cámara, enfoques claustrofóbicos, escenas de suspenso que muestran el esfuerzo femenino por expresarse frente a la violencia de las fuerzas conservadoras.

Brilla con luz propia en una incendiaria actuación Lyna Khoudri en el papel de la heroína de la película, una muchacha que se divierte con cara de niña y que gradualmente se convierte en una guerrera feminista. Está muy muy bien emparejada con la actriz Shirine Boutella, su estrecha relación proporciona las escenas más chispeantes de la película. Especialmente, la camaradería femenina está muy bien representada, se siente veraz y genuina, con unas actrices que tienen un encantador vínculo. Acompañan actores y actrices de gran nivel, que forman un coro interpretativo de excelencia.

La música de Rob acompaña de forma más que oportuna toda la acción. Excelente fotografía de Léo Lefèvre, atenta a las sombras, los colores cálidos y los reflejos, con un fino uso del fondo y el primer plano en secuencias clave, que dan a estas escenas, un peso dramático adicional. Magnífico diseño de vestuario de Catherine Cosme.

Con la película, la Meddour ha regresado a Argelina para rendir homenaje a todas las mujeres que lucharon en esos años y que apostaron por quedarse peleando por conquistar sus derechos y sus sueños. Meddour ha declarado: Para mí, la moda que consiste en mostrar y embellecer el cuerpo, es un medio de resistencia contra el velo negro, de hecho la película resulta un acto revolucionario frente a la opresión de los mantos abayas y los hiyabs negros de los extremistas.

Igualmente, Mouna Meddour ha subrayado la especial persecución que sufrieron artistas, periodistas e intelectuales por parte de los grupos armados de integristas islámicos.

Hace un año más o menos, miles de argelinos, en una de las manifestaciones de “la revolución de la sonrisa”, liderada todas las semanas durante meses por las mujeres argelinas, cuando se enteraron de la cancelación del estreno de la película gritaron con gran fuerza: "¡Liberad Argelia! ¡Liberad Papicha! ¡Liberad el cine!".

Película vital, llena de energía femenina, retrato de mujeres indignadas, un relato de gran sensibilidad. Paradójicamente, esta película representó al país en la carrera por el Oscar.

Más extenso en la revista de cine Encadenados