Esta semana disfrutaremos del maravilloso puente, para unos el de la Inmaculada, para otros el de la Constitución, dependiendo del grado de religiosidad o política que marque nuestras vidas. Lo cierto es que, independientemente de la denominación, tanto unos como otros disfrutarán de las dos fechas, sin renunciar a ninguna de ellas.

Curioso sobre todo que, en la pragmática y laica España, la Inmaculada siga teniendo fiesta grande, a pesar de que gran parte de la España nuestra considera la Iglesia y sus costumbres un atraso, sus miembros personas de dudoso vivir y algo tendente a desaparecer, eso sí, manteniendo sus fiestas. Pero es que lo mejor es que la otra España celebra una festividad de algo mas arrastrado por el suelo que una escoba.



El propio gobierno critica su propia Constitución, la enmarca y le coloca un cristal negro, y habla de ella como algo que ha de desaparecer. Dos fiestas que todos celebran, y que la mayoría de la gente no respeta.

El concepto que tenemos de la Inmaculada y de la Constitución es tan sumamente vago, poco respetado y humillado que da vergüenza. El día 6 descansaremos sobre un pilar pisoteado, manipulado y vendido que da vergüenza; el día 8 descansaremos  en un pilar que se basa en un dogma que la mayoría de gente ni entiende ni respeta, y del cual algunos hasta dudan.

Con este panorama, no sé que nos deparará el futuro, pero de seguir así, lo único que tengo claro será que se conservarán los puentes, pero sin vistas, porque eso sí… nadie renuncia al descanso, aunque no sepa ni porqué. De momento, haremos puentes, con pilares más falsos que Judas, nunca mejor dicho el tópico.

Aún así, por mi parte, sigo creyendo que la Constitución tiene su función, aunque de poco sirve, al fin y al cabo, no soy más que un ciudadano sin voz ni voto, y quien si tiene voz, voto y poder ya se encarga de manipularla a su antojo; también creo en la Inmaculada Concepción, en lo que representa, y en quienes a Ella representan y defienden, aunque, al fin y al cabo, quien soy yo, si quien ahora está ocupando el trono de Pedro se cuestiona, y nos cuestiona, tantas cosas. En fin, observo el puente, y me pregunto ¿A dónde conduce el mismo?