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Ha fallecido, este pasado 9 de abril de 2024, Jaime de Armiñán, un personaje importante de nuestro cine. Nacido en Madrid en 1927, su padre fue periodista y gobernador republicano, y su madre actriz, hija y nieta de actrices, que abandonó su carrera artística al casarse.

Armiñán fue escritor de novela, autor de teatro, guionista de todo y director de cine. Deja un legado de magisterio, de curiosidad (bien entendida) y de misterio. Herencia escondida en casi 700 guiones entre TV y gran pantalla, amén de sus trabajos como realizador.

Licenciado en Derecho, no tarda en estrenar obras teatrales como Café del Liceo, Pisito de solteras, Nuestro fantasma o Eva sin manzana; a renglón seguido accede TV con series como Galería de maridos o Las doce caras de Eva; y tímidamente en el cine con José María Forqué y los guiones de películas como El juego de la verdad (1963) e Historias de la frivolidad (1967), sobre la historia del erotismo escrita junto a Chicho Ibáñez Serrador.

Jaime de Armiñán firma el guion de El secreto de Mónica (1962), La becerrada (1963), Las gemelas (1963), El juego de la verdad (1963), y muchas más…

Debuta como director con Carola de día, Carola de noche (1969) con Marisol; le siguen La Lola dicen que no vive sola (1970) o Un casto varón español (1973). Hasta llegar a cintas imprescindibles, como la recordada Mi querida señorita (1971), candidata al Oscar, una película que causó auténtico revuelo en su momento, filme de ese subgénero llamado cine trans.

La década de los 80 es suya con un cine entre dos generaciones y por ambas sepultado, pues su cine, ni participa de los modos intelectuales del Nuevo Cine, ni tampoco se sube a la ola de modernidad de los directores que llegaron con la libertad.

El cine de este madrileño vivió instalado en un clasicismo íntimo atento a cada uno de los giros de la calle, fiel reflejo de la vida que iba pasando a su lado.

La Transición vio el nacimiento de su voz inconfundible. Parábolas como Stico (1984), donde un catedrático viejo (Fernán Gómez) se ofrece como esclavo. Retratos del desasosiego como En septiembre (1981), en la que una generación entera se enfrenta a sus frustraciones. La hora bruja (1985), su favorita, un cuento fantástico sobre magia y brujería. Mi general (1987), sobre militares maduros aleccionados por militares jóvenes. El palomo cojo (1995), un tiempo que declina y una España que cabecea. Un cine testimonial cargado de misterios y descubrimientos.

Y aparte Juncal (1985) y su afición a los toros y a la familia Bienvenida. Hablamos de la serie del «¡Tomen nota!» y «Búfalo»; la serie de Paco Rabal y El Brujo, los dos muy grandes; la serie de un tiempo eterno de silencio que ya acabó.

En fin, un precipicio de silencio, que es una gran definición del cine de Armiñán, quien supo oír a la sociedad, a la gente de cualquier estrato social, y disfrutaba del humor con una chispa socarrona.

Para recordar su memoria traigo a colación dos películas principales suyas, junto con Mi querida señorita que comenté en estas páginas.

«Mi querida señorita»

El amor del capitán Brando (1974). La película se sitúa en los últimos años de la dictadura franquista. Aurora (Ana Belén) es una joven muy atractiva que se incorpora como maestra al pequeño pueblo castellano de Trescabañas. Nada más llegar ya es motivo de chismorreos y murmuraciones debido a los métodos pedagógicos avanzados que utiliza, que incluye el tema sexual en el aula.

De entre el alumnado, un niño de doce años, Juan (Jaime Gamboa), tiene mucha imaginación, juega a ser el capitán Brando y se enamora perdidamente de la maestra. Esto produce algunos malentendidos y reacciones de escándalo en la pequeña localidad.

En este punto, un viejo exiliado republicano, Fernando (Fernán Gómez), tras treinta y cinco años fuera, retorna al pueblo. Fernando es un hombre culto, maduro y atractivo, y será un punto de apoyo para Aurora. No pasará mucho tiempo antes de que entre Fernando y Aurora surja un fuerte vínculo amoroso.

El director Jaime de Armiñán consiguió realizar una película que fue muy vista y nombrada en su momento, para la que el tiempo no ha pasado en vano. El guion de Juan Tébar y el propio Armiñán está bien trabado y en su momento causó furor entre los progres que veían con buenos ojos una apertura ante el inminente final del franquismo. Música buena de José Nieto y una bonita fotografía de Luis Cuadrado.

El reparto, que es supuestamente de lujo, desde mi modo de ver, hace aguas. Fernando Fernán Gómez está por debajo de su nivel habitual, en un papel del que habría podido sacar más partido. Ana Belén, muy joven y bonita, pero su capacidad como intérprete es limitada y resulta en ocasiones un tanto naif e incluso acartonada, de regular para abajo.

El tercer personaje en liza, el niño Jaime Gamboa, hace lo que puede con una dirección que no sabe sacar un óptimo partido del muchacho. Mejores veo yo a los acompañantes Julieta Serrano, Antonio Ferrandis (estupendo de alcalde) y Amparo Soler Leal (muy bien como la farmacéutica). Así pues, reparto a medias, con unos secundarios meritorios.

Obtuvo en el Festival de Berlín el premio del Público. Obtuvo también nada menos que la nominación a mejor película. La película es una hibridación romance y triángulo amoroso escandaloso, en un panorama de España profunda.

Relato romántico-costumbrista salpicado de escándalo debido al triángulo que retrata. Ana Belén encarna a una profesora que se instala en un pueblo cuya existencia altera con su presencia.

Película de gran éxito en su momento, tanto en España como fuera de ella; y una más de esas historias de amores imposibles escritas y dirigidas por Armiñán: el amor enfrentado sobre todo a la insalvable barrera de la edad, temática que se repite en él.

El núcleo del asunto lo constituye el joven enamorado de la maestra, que sublima como si la cosa fuera una película de ficción con Marlon Brando y Robert Mitchum como protagonistas de excepción, lo cual que quiere devenir metáfora forzada sobre la situación política en la España de aquel 1974, cuando ya el personal estaba hasta las narices de Franco y este a dos pasos de su inminente final.

 

El Nido (1980). La película cuenta la vida de Alejandro, un director de orquesta retirado en un pueblo salmantino. Es una persona solitaria, escéptica y excéntrica. Alejandro (Alterio) se enamora perdidamente de una niña de trece años, Goyita (Ana Torrent), vecina de la mansión que habita. Esta amistad incomoda en el pueblo, incluyendo a gente influyente.

En este filme, Armiñán analiza con maestría y belleza el amor platónico entre un hombre mayor y una niña. La historia recuerda la famosa y archiconocida Lolita de Vladimir Nabokov, pues queda claro en la historia que es Goyita quien seduce a Alejandro.

Niña de turbadora moralidad y crueldad rara para su edad, y cierta condición perversa; y él, lúcidamente enloquecido por todo lo que la niña representa. Este es uno de los mejores aspectos de la obra: sus sorprendentes e inquietantes personajes.

La película ubica la trama bajo el peso de una sociedad tradicional y represora donde priva la soledad y el imparable paso del tiempo. Además, la aventura que plantea es un reto sin salida, un proyecto quijotesco y quimérico.

Finalmente, el protagonista entiende que la relación es un imposible, que le hace sufrir excesivamente, y el viejo músico decide poner fin a su sufrimiento recurriendo a una argucia que acabará con su vida.

Si la dirección es de gran calidad, no lo son menos el guion del propio Armiñán, la fotografía de Teo Escamilla, la música de Alejandro Massó y particularmente las interpretaciones de Héctor Alterio, Ana Torrent, Agustín González, Amparo Baró, Ovidi Motllor o Luis Politti entre otros, interpretaciones notables y conjuntadas.

Interesante filme que ahonda y recala en esos vericuetos que tenemos los humanos y que resultan ser en tantas ocasiones motivo de la ira y el enjuiciamiento de los mesiánicos y perdonavidas, de los santones y biempensantes que en el mundo hay.

Hay una escena en la que el cura del pueblo le dice a Alejandro que los parroquianos ya están enterados de su singular romance con la niña, y añade: «Los más piadosos opinan que estás un poco gili, los más generosos que estás mal…, y los más apasionados que eres un maníaco sexual y que habría que darte un escarmiento; guárdate de este último grupo».

Esta película fue nominada al Oscar como mejor película extranjera y es probablemente una de las más sólidas y atractivas cintas de Jaime de Armiñán. Un fascinante drama sobre las costumbres provincianas y los prejuicios sociales.

«El nido»: fue nominada al Oscar como mejor película extranjera y es probablemente una de las más sólidas y atractivas de la carrera de Armiñán.

Artículo publicado más extenso en revista ENCADENADOS.