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Hay películas que recapacitan sobre los comunismos: satíricas, cómicas, dramáticas o de reflexión. Recuerdo títulos como: Ninotchka (1939), de E. Lubitsch; Un, dos, tres (1961), de B. Wilder; ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964), de S. Kubrick; Rojos (1981), de W. Beatty; Amanecer rojo (1984), de J. Milius; Good bye, ¡Lenin! (2003), de W. Becker; La vida de los otros (2006), de F.H. Von Donnersmarck; o, El puente de los espías (2015), de S. Spielberg.

Los que hemos vivido y visto ya una importante porción de la actual Historia, nos aplicamos el dicho del latino Publio Terencio Africano en su comedia Heauton Timoroumenos (“El enemigo de sí mismo”) cuando escribió: "Homo sum; nihil humani a mealienum puto" (“Hombre soy, nada de lo humano me es ajeno”). Pero para quienes no saben o no han vivido y visitado países y regímenes diversos, este tipo de cine es indispensable para reflexionar sobre los regímenes comunistas.

Comentaré hoy: Simón (2023), de D. Vicentini; El niño 44 (2015), de D. Espinosa; y Bárbara (2015), de D. Petzold.

SIMON (2023). La película de Diego Vicentini está basada en hechos reales que afectaron a la población juvenil venezolana, durante el tiempo de las manifestaciones del Movimiento Estudiantil Venezolano, entre los años 2014 y 2017.

Comienza con las protestas de 2017 en Caracas, periodo de barricadas y cortes de carreteras. Este es el arranque de la tragedia que pasó su protagonista Simón (McGaffney); «Simón» es el nombre escogido por el director Diego Vicentini para «atribuirle la mitología de Bolívar a todos esos jóvenes anónimos».

Joven estudiante de ingeniería, el líder de “El equipo”, un grupo de compañeros de clase que querían movilizar a la población y salir a las calles a protestar en contra de las políticas del presidente Nicolás Maduro.

En esas revueltas Simón fue detenido y torturado junto con otros compañeros. La violencia y las penas físicas infligidas le provocaron heridas físicas y morales, que dejaron huellas imborrables.

Después de estos sucesos, cuando lo dejan en libertad, Simón opta por escapar a Miami. Allí se debate entre quedarse o volver a la lucha y el riesgo de ser apresado de nuevo.

Simón trata de adaptarse, también se esfuerza en superar los traumas que le asolan y que le impiden el sosiego: ataques de ansiedad y un malestar psicológico crónico. También se siente culposo de haber abandonado a su grupo.

El joven es asesorado por una chica norteamericana (muy bien la Nawartschi), a la cual le relata cuanto le ocurrió en su país, las razones de su exilio y los riesgos que implicaría su vuelta. Cuenta su tiempo tormentoso de prisión y suplicio.

En Miami, la presencia de su amigo Chucho (Jaramillo) le sirve de lenitivo en su rutina, entre tanto desasosiego y dificultades. Por lo tanto, además de una película política, es también un thriller psicológico sobre el sufrimiento interior de Simón.

Diego Vicentini nos coloca frente a una realidad de desastre, violencia, necesidad, falta productos básicos como los medicamentos o la alimentación, tal la Venezuela actual. Más de 7,7 millones de venezolanos han tenido que emigrar/huir del país.

La fotografía de Horacio Martínez colabora a reflejar un presente turbulento que parte de un pasado que se va a ir desentrañando con flashbacks de los recuerdos del protagonista sobre la violencia padecida. Excelente música de Freddy Sheinfeld, con notas lóbregas.

Esta película se refuerza con unas actuaciones muy eficientes, actores y actrices como Christian McGaffney (muy bien), Jana Nawartschi (bonita y correcta), Luis Silva, Roberto Jaramillo (convincente como el amigo) o Franklin Virgüez (sensacional como el maléfico Lugo).

Simón, más que enrocarse en la hostilidad y el resentimiento, va apostando poco a poco en el decurso de la historia, por un entendimiento entre quienes padecieron la fiereza del poder y los más conniventes con él. Es, así, una película lleva al lugar del perdón.

Película de jóvenes, no hay personas mayores. Vicentini desea alzaprimar el valor de la juventud que apostó por enmendar los males de sus antecesores. El único personaje maduro es el maligno coronel Lugo encarnado por Virgüez, sujeto que provoca respeto y miedo.

Habla el filme sobre las consecuencias calamitosas de los años de bolivarismo pseudomarxista, décadas de penuria y exilio. También es una historia de amistad y pérdidas, de despedida y de inseguridad.

Aunque la obra registra un momento histórico desde la ficción, es, empero, una ficción que luce tan real como cercana. Ficción sobre una realidad social y política que está a la vuelta, en el “laberinto venezolano”.

Vicentini, como venezolano que salió del país a los 15 años, sabe de lo que habla. Aborda la historia de Simón en el presente (Miami) y en el pasado, cuando en 2017 le cayó encima el peso de una verdad intensa y terrorífica.

Producción solvente, bien llevada por su director, que utiliza material de archivo de algunas manifestaciones masivas de la época, también de la represión de manifestantes enfrentándose a la Guardia Nacional Bolivariana en Caracas.

Publicado en revista ENCADENADOS.

 

EL NIÑO 44 (2015). Esta invectiva contra el comunismo soviético se desarrolla en la antigua Unión Soviética (URSS). Un antiguo guardia de seguridad, Leo Demidov (Hardy), es fervoroso de la figura de Stalin. No obstante, es un buen hombre que se resiste a los métodos crueles de sus colegas.

En un punto de la historia, debe investigar los reiterados asesinatos de niños, en los que él ve la mano de un sádico. Pero como reza el lema: “En el paraíso no hay crímenes”. O sea, la URSS de Stalin, el tal paraíso, sólo genera buenas personas; el crimen es negado.

Demidov es apartado de la investigación y el régimen preserva la ilusión de una sociedad utópica libre de delincuencia. Pero Demidov es perseguido y lo quieren eliminar. Pero no se rinde y lucha para encontrar la verdad de los asesinatos. Su esposa (Rapace) es la única que permanece a su lado, aunque ella tiene sus propios secretos. Ambos serán deportados.

Ficción inspirada en una realidad en la que todo el mundo podía ser culpable y cualquier nimiedad podía desencadenar que toda una familia acabará en las gélidas llanuras de Siberia o fusilada.

Producida por Ridley Scott, dirige este filme con encomiable pulso el director chileno-sueco Daniel Espinosa. Impecable, no le falta de nada: política, amor y thriller. Mafnífico guion de Richard Price, adaptación de Child 44, novela de Tom Rob Smith que se adentra en el asfixiante mundo estalinista de 1953, poco antes de su muerte.

El reparto es de lujo. Un gran Tom Hardy como guardián de la revolución represaliado. Al lado, una Noomi Rapace inspirada en su papel de esposa. Gary Oldman genial, Joel Kinnaman, Paddy Considine de lujo, y otros.

Historia con un denso clima, muy bien ambientada, un ritmo in crescendo, inquietantes personajes, y un denso argumento, todo ello con un depurado estilo narrativo que evidencia la falsa pureza del estado soviético, donde no podía haber nada malo.

Hay gente perversa, tipo el ascendido Vasili. Personas cobardes, sin capacidad de respuesta o de colaboración con los compañeros. Tras la Gran Guerra, eran capaces de matar a sangre fría a unos pobres granjeros, porque alguien los había delatado como “disidentes”.

Individuos malignos, como decía Fromm, con un “carácter necrófilo”, ciudadanos ciegamente tomados de la mano de Stalin y capaces de las mayores atrocidades. El matiz enfermante de aquella sociedad bolchevique es un importante punto del filme para reflexionar.

Película que ausculta el oprobio y el destierro al páramo siberiano de un antiguo héroe de guerra, repudiado por plantearse preguntas, por no denunciar a su mujer por subversiva y hastiado de ver la corrupción.

 

BARBARA (2012). La historia se desarrolla en Alemania Oriental en verano de 1978. Bárbara es una médico represaliada por el régimen comunista presidido en aquel entonces por el siniestro Erich Honecker. A Bárbara la trasladan de Berlín a un hospital de provincias por haber manifestado su deseo de marcharse al Berlín occidental.

En su nuevo destino se ve sometida a constantes inspecciones, cacheos y otras vejaciones; pero acabará adaptándose gracias a la ayuda del jefe del hospital, un hombre bueno y vocacional de la medicina con quien establece un buen vínculo. La trama y el desenlace hablan de los elevados valores humanos de los protagonistas.

Cristian Petzold dirige magistralmente este film (Oso de Plata en el festival de Berlín). Fotografía de Hans Fromm, guion de Petzold y H. Farcki y música de Stefan Will de enorme calidad. Y la interpretación de la sensacional de la bonita Nina Hoss y Ronald Zehrfeld, ambos bordan sus papeles. Pero la Hoss maravillosa con su expresividad, su gran belleza y su tempo interpretativo.

Uno sale de este peli pensando muchas cosas, tanto terribles como buenas. El clima asfixiante de la dictadura de la RDA de Honecker, pero también el buen espíritu de los personajes principales que se ocupan de sus prójimos hasta casi dar la vida por ellos.

Historia contada con soltura, en ella se puede ver reflejado el espíritu humano en todas sus facetas. También recuerda la Historia, para que nunca jamás se vuelva a repetir.

Dura y tierna a la vez, es uno de los mejores dramas en cine sobre el “telón de acero”.