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La identidad de género es un proceso psíquico complejo que concluye en la percepción personal que un individuo tiene sobre sí mismo en cuanto a su género. En este sentido, la cualidad transgénero es referida a aquellas personas cuya identidad no se corresponde con la que le asignaron al nacer y/o con el sexo biológico.

Las personas transgénero son diversas en sus maneras de sentirse internamente, en sus expresiones (la manera de vestir y actuar) y en sus orientaciones sexuales.

Desde las primeras películas del cine mudo, el tema transgénero ha estado presente en las producciones cinematográficas. El cine ha sido uno de los principales encargados de dar visibilidad a este tipo de personas, con películas protagonizadas por personajes “trans” (aunque no siempre) que han dotado a la cinematografía de una diversidad sobre el tema. Largometrajes que han emocionado y conmovido.

Tenemos que saber que las películas encabezadas por personajes transgénero forman una pequeña parte del llamado “cine comercial”, ya que la amplia mayoría de ellas pertenecen al cine independiente y muchas no se han exhibido en salas convencionales. Y muchas se han convertido en películas de culto gracias a que narran historias desgarradoras muchas veces inspiradas en hechos reales, lo que las hace aún más dramáticas.

Algunas películas “trans” que considero interesantes, por si alguien está interesado en este género, han sido:

Pink Flamingos (1972), de John Waters, película transgresora, lasciva y escandalosa en la que trabaja la “drag queen” Divine, quien batalla duro por ser la persona más inmunda posible.

Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (1994), de Stephan Elliott, que cuenta un viaje en autobús plagado de incidentes, de tres “drag queens” de edades diferentes atravesando Australia para participar en un festival.

Tiresia (2003), de Bertrand Bonello, donde Tiresia es un bellísimo transexual que vive con su hermano, un obsesivo que lo idolatra y lo secuestra.

Desayuno en Plutón (2005), de Neil Jordan, una transexual abandonada por su madre y adoptada por una familia que no acierta a comprenderla bien una vez llega a la adolescencia.

Strella, más que una mujer (2009), de Panos H. Koutras, en la que Yiorgos, al salir de prisión regresa a Atenas donde encontrará a Strella, una prostituta transexual, mezcla de María Callas y Cher; el buen corazón de Strella se gana el amor del protagonista.

3 generaciones (2015), de Gaby Dellal en la que un adolescente transgénero decide someterse a una operación de cambio de sexo, para lo cual debe contar con la anuencia de su familia.

Tangerine (2015), de Sean Baker, filme crudo sobre la oscura historia de una “trans” que al salir de prisión se entera que su novio la ha estado engañando.

La chica danesa (2015), de Tom Hooper, la verdadera historia de los artistas y pareja daneses Einar y Gerda Wegener, cuyo matrimonio dará un giro cuando el esposo decida adoptar la apariencia femenina de los cuadros que pinta su mujer; ese juego inocente acaba en una inesperada metamorfosis.

Salir (2016), de Luís Villalibos, documental centrado en cuatro personas transgénero.

Girl (2018), de Lukas Dhont, sobre una transgénero de 15 años que quiere ser bailarina.

Para esta entrega he elegido dos grandes películas trans. La primera es chilena: Una mujer fantástica (2017), donde una joven camarera y Orlando planean un futuro juntos. Tras una noche de fiesta, él muere y ella debe enfrentar las sospechas por su muerte. Su condición de mujer transexual significa una aberración para la familia de él y ella tendrá que luchar para convertirse en lo que es: una mujer fuerte y fantástica. La segunda obra es una película española de culto: Mi querida Señorita (1971), película de Jaime de Armiñán; en este caso es una mujer de provincias la que se siente enteramente un hombre y deberá afrontar un reto crucial para su vida.

UNA MUJER FANTÁSTICA (2017). Esta es una de esas películas que te deja, a pesar del drama, un buen sabor de boca, que ilumina el espíritu. En su planteamiento abarca el universo de la identidad sexual, el amor, la pérdida, el duelo y la denuncia social ante las injusticias.

El director Sebastián Lelio plantea en este importante film un tour de force entre el deseo y la ley, a una mujer que en Chile se rebela contra el determinismo de su rol social que la margina, desde los lenguajes convencionales y la tradición. El guion narra la historia de esa persona transexual que no se atiene a la norma, todo ello en un contexto soez e irrespetuoso.

Excelente la música de Matthew Herbert, que cuenta con hermosas canciones que incluye arias, Lavoe, Aretha Franklin; y destacando, la música de The Alan Parsons Project “Time”, cuya letra, traducida, viene al hilo del definitivo adiós del amante a la amada, en esos versos que dicen:

“El tiempo, fluyendo como un río / Tiempo, llamándome. / ¿Quién sabe cuándo volveremos a vernos otra vez? / ¿Acaso alguna vez?... / Pero el tiempo / Sigue fluyendo como un río / Hacia el mar. / Adiós mi amor, tal vez sea para siempre / Adiós mi amor, la marea espera por mí”.

En el reparto sobresale por encima del resto Daniela Vega que interpreta un personaje a punto de romperse pero que no se rompe, una mujer con una entereza a prueba de ignominias y golpes bajos; la Vega ofrece con absoluta credibilidad y sin un gesto más alto que otro, el crudo sufrimiento.

Una “transgénero” que se mantiene firme ante los vendavales que la acucian, sufriendo pero firme como un noray de amarre inconmovible, llorando en silencio porque quiere asistir al velatorio de su pareja muerta de forma repentina.

Esta obra de Lelio es una cinta reivindicativa, reivindicación llevada sabiamente a la pantalla sin exabruptos, con contención y tempo pausado. Unos minutos en los que arde la sangre de quien está viendo la cinta, por tanta injusticia y atropello. Pero habla también del carácter de la protagonista “trans”, de su firmeza ante los escollos que el establishment pone en su camino y cómo, a pesar de ello, continúa aceptándose como es.

En resumen, una brutal hipérbole del vacío que deja un ser amado cuando se va para siempre, y un luto en el que la protagonista, a su dolor por haber perdido al hombre que amaba, se le une la rabia, la furia y la miseria que los familiares y otros personajes cercanos descargan en forma lluvia infernal sobre una pobre mujer, pero mujer ‘fantástica’, que acierta a soportar lo indecible.

En realidad lo que ocurre es que la protagonista genera, sin proponérselo, un seísmo a su alrededor que saca a la superficie la hipocresía de una sociedad cerrada al amor.

Más extenso en revista Encadenados.

MI QUERIDA SEÑORITA (1971). Una película muy interesante que resultó en su momento rompedora e incluso piedra de escándalo, a pesar de sortear la censura, pues por primera vez en España, y quién sabe si en otros muchos lugares, se abordaba en la pantalla pero con dificultad, el conflicto que produce la identidad de género, el cambio de rol sexual, lo que luego se vendría en denominar “cine transgénero” que en aquel 1971 de la dictadura trataba una temática nueva, sugerente, pero considerada poco edificante.

En la trama, una señora madura, mujer pudorosa y convencional desde siempre, de una ciudad de provincias, siente que no pertenece al sexo que su identidad social dice. Acabará visitando a un médico.

Jaime de Armiñán acomete la tarea de crear una obra transgresora y adelantada a la mentalidad de la época, y cuenta la historia de esta mujer que se siente proclive a adquirir otra identidad sexual. Armiñán, con la ayuda de José Luis Borau, lleva al libreto una narración con sobria corrección. Guion sólido y calculado. Además se llevó a cabo un tratamiento muy sensible hacia el mundo femenino, algo muy propio de Armiñán.

Buena la música de Rafael Ferro. Cabe destacar la música de Chopín que eleva la película a una dimensión muy emotiva y casi turbadora, alcanzando momentos de clímax en los que la emoción inunda al espectador. Correcta la fotografía de Luis Cuadrado, amén de exteriores y buena ambientación.

El reparto es sobre todo José Luis López Vázquez, que en esta película tiene que abordar un rol muy complejo. Y debe hacerlo de manera contenida, actuar con miradas y gestos que han de parecer inicialmente de señora. López Vázquez está de lujo en todo el metraje. Otro personaje esencial es el que encarna Julieta Serrano, que hace también un interpretación maravillosa.

El año del estreno de la película, 1971, fue un año en España, cinematográficamente hablando muy malo, de manera que esta película apareció como una flor en medio de un erial, una película que el público acogió con turbación y una curiosidad fascinante. Además fue nominada a los premios Oscar como mejor película de habla no inglesa, estatuilla que sin duda habría merecido.

El gran mérito de esta obra, lo que hace que el tiempo no pase por ella, es que Armiñán pone el foco en sus personajes. Por eso sigue resultando atrayente e incluso algo morbosa, como hace cerca de cincuenta años. La secreta atracción entre la señorita y su criada es muy sutil para el espectador, que tiene que echar mano de su libre-pensar y su fantasía, y entrever lo que realmente apenas aparece sugerido en la pantalla.

Película, en fin, que podríamos calificar del primerísimo género trans, que cuenta cómo el personaje finalmente pasa a la orilla de su verdadera identidad sexual, pero que habla igualmente de la represión del momento en España, una represión emocional, educacional y sexual; o sea, a todo nivel. De ahí que más de uno se quedara boquiabierto con esta obra en su tiempo.

Más extenso en revista Encadenados.