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El western es un género clásicamente norteamericano, centrado en contar historias situadas en el Oeste de ese país, en el siglo XIX, con las connotaciones humanas, sociales y políticas de la época. Películas con tiros, enfrentamientos, robos, pendencias, y también camaradería, amor y amistad.

Pero a veces, estas características se trasladan a un paisaje de ciudad, urbano, en la época actual, pero que mantiene los rasgos principales del llamado western.

Pues bien, he podido visionar en las últimas décadas westerns urbanos meritorios de origen argentino. Tienen el formato western y suelen transcurrir en zonas urbanas de la Argentina. Están cargados de desesperanza y confusión, ruptura de códigos, de fracaso, reflejo de las condiciones sociales del país austral.

En este formato quiero hablar de tres obras importantes: el estreno Los delincuentes (2023), de R. Moreno; Un oso rojo (2002), de A. Caetano; y El bonaerense (2002), de P. Trapero.

LOS DELINCUENTES (2023). Película de Rodrigo Moreno que comienza con el empleado bancario Morán (Elías), hombre hastiado de la vida que lleva como cajero en un Banco, cansado de la alienante rutina de contar billetes. Un trabajo plano y sin aliciente.

En una de esas Moran descubre que puede sustraer fácilmente sumas considerables de las cajas fuertes detrás del área de clientes. Lo cual que comete un atraco limpio: abre la caja fuerte e introduce los billetes en su mochila.

Morán queda con su igualmente aburrido colega Román (Bigliardi), el más tolondro de la oficina, para tomar una copa y hacerle una oferta, arrojando a sus pies la mochila con la pasta: él se entregará a la policía y después de tres años sale y a vivir. Mientras, Román debe guardar el dinero.

La cantidad del dinero robado equivale a todos los sueldos que ganarían ambos hasta jubilarse. El caco Román cambia tres añitos de cárcel por veinticinco de Banco que aún le quedan antes del retiro.

La mezcla y el diseño de sonido de Roberto Espinoza aporta una música sensacional, un tema del rockero Pappo (del LP Pappo’s Blues) de fondo y unas flotantes notas acompañando las escenas. Buena fotografía de Inés Duocastella y Alejo Maglio, con planos potentes de las bellezas de Salta y la extensa y rocosa Córdoba, al norte argentino.

El reparto está muy bien, con interpretaciones contenidas pero expresivas de Esteban Bigliardi y Daniel Elías, que son los protagonistas agónicos de este western con atraco y todo. Margarita Molfino bien como la novia que vive junto a su hermana Morna (Cecilia Rainiero). Magnífico Germán de Silva en su doble rol de jefe del Banco y peligroso capo en la cárcel.

El relato queda liberado prácticamente a su suerte, ejecutado por la excelente dirección y el curioso guion de Rodrigo Moreno, lanzado a la belleza de la fuga como mecanismo operativo, llevado por la libertad y entregado a la sorpresa.

Película especial, seductora y fantástica donde hay amores, robos, huidas, cárcel, el rocoso e inmisericorde sistema bancario, la mentira, las verdades, el anhelo por vivir libre, el caballo por parajes de riscos y torrentes… y una dirección que lleva los ingredientes a buen puerto.

Mientras está en prisión, Morán le dice a Román que él ha escondido algo de dinero cerca de un arroyo en el remoto Alpa Corral (próximo a Río IV) y que debe recuperarlo. Pero la cinta se convierte en especie de comedia pastoril y Román se enamora de una mujer, Norma, que tiene una pequeña propiedad y ayuda a un amigo a hacer una película.

Esta comedia western locuela toma su propio rumbo en forma excéntrica. Es tan aplastante la falta de lógica que incluso el asunto del atraco se ve subvertido desde el comienzo por la manera tan relajada en que se muestra el robo.

El salpimentado serio-cómico-demente de esta cinta hay que saborearlo como una bebida apetitosa y espiritosa. Es la manera en que nos iremos dando cuenta de que hay algo que atrae y seduce en esta aventura.

Reflexión sobre el tiempo, la libertad en sentido lato, sobre el destino, el porvenir, sobre el tiempo y qué se decide hacer con él, la rutina, película mutante, con laberintos narrativos. Nada se deja al azar y todo parece posible.

Lo que para algunos es una película insoportable, a otros, es mi caso, nos produce sensaciones estratosféricas y llenas de un gozo tal, que no me cabe duda que será, con el tiempo, un clásico.

Más extenso en revista ENCADENADOS.

 

UN OSO ROJO (2002). Un personaje apodado Oso (Chávez) acaba de salir de la cárcel tras siete años en prisión, condenado por homicidio y atraco a mano armada. Un individuo peligroso, divorciado y con una hijita.

Película tipo thriller-drama dirigido con maestría por Adrián Caetano, que sabe imprimirle ritmo y sazón a un relato que en sus manos se hace emocionante. Guion del propio Caetano junto a Graciela Esperanza que está perfectamente construido, tempo sostenido y tensión in crescendo.

El reparto, haciendo gala a la tradición de buenos actores argentinos magnífico, sobre todo Julio Chávez, que interpreta con credibilidad a Oso, sujeto obligado a sobrevivir en circunstancias difíciles y en un entorno hostil. Y Soledad Villamil, una belleza que juega muy bien sus bazas de ex esposa. Excelentes secundarios.

La incorrección moral y el carácter subversivo de esta cinta la habrían hecho imposible para el cine hollywoodiense. Porque tiene un final inmoral, pues el ex presidiario y asesino se queda con dinero robado y otras…

No obsta lo que digo para que el protagonista se haga querible, pese a su carácter impetuoso y a la orgía de balas y sangre del apocalíptico final. Querible, porque pone en valor lo único puro que tiene: el amor incondicional por su mujer y su hija.

Esta cinta representa un ejemplo más de la capacidad que la cinematografía austral tiene de hacer trabajos destacados.

Publicado en revista ENCADENADOS.

 

EL BONAERENSE (2002). En un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires vive el Zapa, un humilde cerrajero. En una de esas, el Polaco, dueño del taller donde trabaja, le encarga abrir la caja fuerte de una oficina.

Al día siguiente el Zapa es hecho preso, imputándosele el robo de la caja de caudales. Pero su tío Ismael, policía del Cuerpo de la Bonaerense jubilado, logra sacarlo de la cárcel y lo manda a Buenos Aires recomendado, para que ingrese en esa policía de la capital.

El Zapa se convierte, así, en un joven aspirante a agente de la Policía Bonaerense, y se libra de los barrotes. El muchacho queda impactado por el cambio a la gran ciudad y empieza a vivir la experiencia de la Academia. También en su vida privada, pues se echa una novia.

Pero el Zapa se da cuenta también de que sus habilidades como cerrajero le van a ir abriendo puertas (nunca mejor dicho) y destaca por encima de sus incompetentes compañeros. Con la confianza del comisario de turno, se va a adentrar en las costumbres podridas de la policía.

Cuando vi esta película, me impresionó. Salí a la calle mirando por el rabillo del ojo y el temor de no encontrarme con ningún policía. Temía más a la policía que a los malhechores.

El director Pablo Trapero hace un gran trabajo, con un guion interesante y valiente de su autoría que mantiene un potencial narrativo intenso. Música que acompaña muy bien de Pablo Lescano y excelente fotografía de Guillermo Nieto.

El reparto es muy bueno, con un excelente Jorge Román como protagonista y un elenco de actores de primera, con nombres como Mimi Ardú, Darío Levy o Víctor Hugo Carrizo.

La película nos muestra la cruda realidad, sin verso ni ornamentos, de una institución cuestionada en la Argentina, que pone en evidencia a la policía de la urbe bonaerense con sus negocios turbios, la prostitución y la corrupción.

Trapero juega en el límite de la crítica cruda y la realidad de una época, la de los noventa en Argentina, en plena crisis económica y moral, evidenciando que la policía podía ser aún más peligrosa que los propios delincuentes. Un western donde el sheriff es el malo. Marcuse se refirió a la policía y otros, como la represión institucionalizada al servicio del poder. Hela.

Un filme escalofriante, con tintes de realismo y un aire documental, que aumenta el interés de la obra. Y sus actores responden a ese estilo de policía terrorífica que más que ayudar al ciudadano, es el ciudadano quien debe tomar cautelas.

Igualmente es cine social, por cuanto en el país austral es sabido que quienes visten el uniforme de la Bonaerense, son por lo común gente socialmente baja o marginada, a la que se recluta por diferentes vías para aumentar el contingente de individuos armados en ese ejército inquietante.

Publicado más extenso en revista ENCADENADOS.