Mucho se habla estos días de la sentencia del Tribunal de Cuentas sobre un hecho que, afean algunos y ensalzan otros, pero realmente, con tanta cuenta y sentencia, perdemos la visión real del problema, porque lo que está bien y está mal es de cualquier ser humano conocido, otra cosa pueden ser sus consecuencias jurídicas, por el mayor o menor daño y, sobre todo, quien decide que está bien y que mal.

Empezamos con el Tribunal de Cuentas, cuya composición no es por méritos o por carrera judicial, sino que se llega a él a través de las propuestas de los partidos con representación en las cámaras: y en concreto, la ponente en este caso, con un sueldo de 123.000 euros al año, sin contar lo no contado, lo es del PSOE.

Este dato nos da una idea de su imparcialidad (la misma que tendría uno del PP con algún elemento de su partido). Y es que el propio CGPJ y el TS han dudado de este órgano, llamado judicial sin serlo, al que ascienden hermanos de políticos y bocas agradecidas y bien pagadas, y cuyas resoluciones, jamás son imparciales, y son más arma política que guardián de las cuentas públicas.



Por otro lado, hay que tener en cuenta que un trabajador no puede jamás ser enjuiciado por cobrar su nómina, siendo distinto que el pagador se la pague al ciento por ciento aun a sabiendas del absentismo, como era el caso, por lo que el mal lo haría quien paga con dinero público. [Los 40 días y 40 noches de David de la Encina]

David de la Encina junto a la ex presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.

En el presente caso, igualmente, se dice que se cumplieron los objetivos (los mismos que el mismo en si mismo se impone) por lo que no hay perjuicio económico, y es que, para quienes no estamos en ese circuito el chiringuito repartía subvenciones y demás,  por lo que estaba claro que los objetivos se cumplían.

Por todo ello, y partiendo de la base de que se pretendía pedir responsabilidad a quien ordenó el pago, y no siendo  posible porque era práctica habitual y no había perjuicio económico, lo cual es innegable y no merece reproche alguno, la única pregunta que nos podemos hacer es la que está en mente de mucha gente, sean del signo que sean, del color que quieran, lo que se hizo estaba bien, o mal. Y entra en juego la moral, que igualmente no es solo una, a donde hemos llegado.

Los partidos nombran a quienes tienen que vigilarlos, y en sus chiringuitos se puede decir con total normalidad que se centraran en la campaña porque hay que dejar el listón alto, lo cual impedirá acudir al puesto de trabajo, un trabajo de esos en los que el enterismo nemésico de la conjunción de estrellas es el objetivo a cumplir, y que además suele ser secreto y publicado al finalizar el ejercicio (cuadrando siempre).

En manos de quienes estamos, como podemos tragarnos, no solo  que se pagan los favores políticos, con puestos de trabajo sin contenido, sino que encima se les siga pagando sin siquiera ir, siendo motivo de orgullo una supuesta victoria moral de algo, que, por desgracia, solo se podría reprochar moralmente.

Esto es España, donde los políticos se han creado una moral a su medida. Sin embargo, lo que está bien está bien, y lo que está mal, aunque sea legal, está mal… Y quien cobra sin trabajar no debe ser castigado, hay que aplaudirle por listo… pero no por digno u honorable.