La primavera nos va dejando días de verano con noches de invierno, y cuando aún el calor no aprieta lo suficiente, me gusta bajarme a la playa, posar mis pies sobre la arena y dejar que un sol reconfortante me llene de cálida sensación.

Desconozco como sigue la polémica, pero, y aun a riesgo de ser amonestado, me quité la mascarilla mientras me tumbaba. Quería oler todo lo que El Puerto me podía ofrecer. A mi alrededor se mezclaban gentes en bañador y gente en ropa veraniega, y tengo que reconocer que nadie llevaba la mascarilla, eso sí, entre grupos había más de cinco metros de distancia, y los grupos no superaban las cuatro personas.

Seguí disfrutando de mi tarde, pero no podía dejar de pensar en los días que quedaban por venir, en lo parco de la vacunación, en la irrealidad de esa inmunidad electoralista, pero tan irreal como imposible. Mi mente viajo a los meses venideros, y la imagen de una playa abarrotada como había visto en los noticieros, me parecía impensable.



Por suerte mi primer verano fue el  verano de la incertidumbre, y no tenía otros para comparar. Recordaba, eso sí, los vigilantes de las mascarillas paseando por la playa, y llamando la atención solo a aquellos que sabían que serían educados, porque si había un grupo jugando al balón, sin mascarillas y molestando, hacían un cerco y pasaban de largo.

Creo que todos me entienden… Sin embargo, este verano, el que tenía que venir, me parecía distinto. La gran mayoría no estaremos vacunados, pero sí que todos estamos más concienciados que el pasado verano. Ya sabemos que no desaparece y ya está, sabemos que se lleva a muchos, dando igual edades o si padecían alguna enfermedad o no, y comprendemos que todos, todos, estamos en el punto de mira del virus.

Seguí disfrutando del sol, y de forma instintiva toqué la mascarilla que llevaba en el bolsillo. Procure disfrutar del momento, olvidando el futuro, y sin perder de vista el pasado que me daba la prudencia.

Sobre el autor: Paolo Vertemati representa a un personaje ficticio, un extranjero que ha venido a El Puerto de Santa María, y a través de sus capítulos narra a modo novelesco sus sensaciones y experiencias con las tradiciones y la propia idiosincrasia del lugar, con historias entre reales e imaginarias. [Lee aquí los anteriores capítulos]