Lo único que diferenciaba al antes y el después, era el ver la barra vacía. Por lo demás, las mesas ocupadas, y una calle rebosante de gente eran el preludio de una cómoda y cálida noche portuense.

Las reuniones, distendidas, dejaban ver los rostros maquillados en los que la ausencia de mascarilla dejaba claro el poder de convicción de un gobierno, un gobierno sin fuerza siquiera para imponer sus normas.

El tema de conversación parecía sacado de los años cincuenta, cuando el Obispo de la Diócesis prohibió los bailes por lo agarrado. Las amenazas de un inminente brote, después de casi un mes, y después de casi dos en donde el rebrote sería horrible por la vuelta al trabajo, ya eran más motivo de risa que de preocupación.

La seriedad del tema, lo grave de la crisis sanitaria, en donde la impotencia por no poder curar, ante la carencia de medios, eran más preocupantes que la gravedad en sí, nos dejan la experiencia de poder discernir sobre dónde empieza mi responsabilidad, dónde la seguridad del otro, y donde el capricho burlón de quien encierra a unos y ensalza a otros, al más puro estilo paternalista y protector (espero). Y en ese ambiente, más de casposa imposición que apocalíptico, la noche se llenaba de sonrisas, de codos y muñecas enmascarados y de olvido.

No pocos amenazarán con el más mortífero de los rebrotes, el mismo que al parecer debía asolar media población allá por mediados de abril, exactamente igual de devastador que el que debía de haberse producido a mediados de mayo, y en el que caeremos con total seguridad según muchos, a mediados de junio.

El problema es que es tal la alarma y el miedo, tal la imposición de ida y vuelta, que ya, casi nadie, se lo toma en serio, olvida los partes de pandemia de las doce, vuelve los oídos a otra parte ante la denuncias de los desmanes… y, siendo sinceros, mientras Facebook se llene de intrigantes, denunciantes y transgresores, mientras las redes se inunden de rojo y azul, la raposa, frotándose las manos, sonríe y, poco a poco, invita a sus amigas, y deja el corral cada vez con menos huevos…