Jesús Barbadillo Angulo (Tribuna libre).- Existe una tendencia, cada vez más extendida, de hurgar en la vida privada de las personas públicas con la espúrea intención de hallar un "comportamiento anómalo" y difundirlo con la rapidez que hoy se extiende una noticia o un bulo. Muchos de ellos, son auténticos "booms" que dan lugar a toda clase de especulaciones y opiniones capaces de distraer a gran parte de la población de los verdaderos problemas actuales y que generan además pingües beneficios económicos.

Todos, sin excepción, cometemos errores, tenemos carencias y debilidades; ¿Quién no ha tenido alguna vez "un mal día", o una reacción airada o un descuido? Todos tenemos el derecho a equivocarnos seamos personajes públicos o no, porque además nos ayuda a mejorar y crecer como personas. Excluyo de esta reflexión determinados comportamientos como la corrupción de aquellos políticos que aprovechan su cargo para enriquecerse ilícitamente, abusos de menores, estafas... que son delitos graves; así como ciertos personajes que comercializan y obtienen ingentes cantidades de dinero haciendo de su vida privada un negocio, por supuesto que están en su derecho de hacerlo, pero que no se quejen luego del acoso mediático que ellos mismos promueven. No hace falta poner ejemplos de casos como éste porque son sobradamente conocidos; en el otro lado de la balanza recuerdo al recientemente fallecido compositor Luis Eduardo Aute, polifacético artista que alcanzó el éxito y la fama gracias a sus canciones, poemas, cuadros y cortometrajes, pero jamás se prestó a airear su vida privada a la prensa amarilla, ni a medio de comunicación alguno.

No obstante, ¡Qué facilidad tenemos los seres humanos para enjuiciar los comportamientos de los demás y justificar los nuestros! O como relata el nuevo testamento: "Mira la viga que tienes en tu ojo antes de ver la brizna en el ojo ajeno".