David Calleja (Tribuna libre).- El próximo miércoles será miércoles de ceniza y entraremos en un tiempo de Cuaresma, un tiempo de reflexión. Sería curioso analizar todo lo que mueve el mundo de la Semana Santa, no solo desde el punto de vista patrimonial, cultural o religioso, algo que es grande e innegable, no solo desde el punto de vista del cofrade que espera todo un año a que llegue esa fecha, ni tampoco del punto de vista del que no cree, no le ve ningún sentido y la ataca.

Más allá de todo lo que estéticamente envuelve a esa fiesta, a las hermandades, a su patrimonio, hay algo que en el fondo es lo que mueve todo en la vida, y eso es el amor... porque ciertamente hay gente en las hermandades que no necesitan de un cargo, ni de un título, ni de una vara, ni de sobresalir alguno, gente que no necesita una pata del paso ni un lugar privilegiado, aunque es obvio que los cargos son necesarios en las hermandades para su buen funcionamiento; porque hay personas, hay cofrades, que, una vez trascurrido ese tiempo de notoriedad, no se van de su hermandad, ni se mudan a otra, ni reniegan de ella y su gente, porque simplemente es su HERMANDAD, esa en la que el amor a sus titulares es su día a día, esa en la que formó y forjó su familia, esa en la que educó a sus hijos y les trasmitió no solo el cariño, no solo su medalla y su túnica, sino la devoción y el compromiso de seguir luchando por ella para que otras personas, otros cofrades, vean un referente de amor, caridad y devoción.

Quizás con el paso de los años esas personas ven de una manera más relejada, y tranquila, con esa sabiduría que da el tiempo la hermandad con el regocijo y la satisfacción de observar cómo sus nietos siguen el mismo sendero… siguen latiendo por la misma bandera que ellos, que su color, da igual rojo que azul que verde, es el color del amor de su familia... porque quizás eso sea lo más importante de todo esto. Quizás deberíamos de reflexionar más, de ser mejores personas, y no buscar notoriedades y menos a base de pisar a los demás, sino simplemente construir con cariño, con amor, un peldaño más que sirva no solo para fomentar y hacer crecer una hermandad, sino también para que esa hermandad circunde con un aro de amor y protección a una familia que ve con el paso de los años cómo la cera sigue iluminando con la misma intensidad, que los titulares siempre están ahí cuando los necesitas, que las túnicas van pasando de generación en generación, en un ciclo donde el amor se reúne cual día de Navidad en las familias cofrades en un día santo, da igual martes que domingo que viernes.

Hoy una hermandad homenajeaba a un hermano por su trayectoria de toda una vida de amor, y cuando escuchaba las palabras de su hijo agarró la mano de su señora, y justo en ese momento, con su medalla en el pecho, con las palabras de su hijo que hablaba de ese amor que su padre le enseñó, no pude evitar emocionarme porque de entre las muchas razones por las que soy cofrade es por momentos como ese. Ver un hombre mayor feliz, rodeado de su familia, disfrutando de un merecido homenaje y orgulloso de haber dejado la herencia para que su hermandad sea una hermandad de vida.

El amor mueve el mundo, y el amor, el cariño, la comprensión, deberían reinar estos 40 días sobremanera, y debería tomarse ejemplo de personas que llevan toda su vida defendiendo su color, su hermandad, sin más recompensa que poder agarrar la mano de su mujer, un beso de sus hijos y el orgullo de sus nietos...

 

Sobre el autor: David Calleja es teniente de alcalde de Fiestas del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María.