Ya lo decía la canción, y cuanto más acelero, más calentito me pongo. Pero en este caso, el que se pone calentito es el personal. Las redes sociales producen más nubes que las ruedas quemadas, en uno u otro sentido. Y, sobre todo, en una exageración desmesurada, que trata de demostrar por un lado el maravilloso mundo del motor, y por otro, la más absoluta decadencia.

Para unos la ciudad es el Xanadú, el paraíso, el Edén, el top diez del mundo del motor, se duermen con el arrullo ensordecedor de los motores, y disfruta jaleando, disfrutando y observando las motos. Pasean por la ciudad observando a los moteros como si fueran monos de feria que vinieran a sacarnos de la tediosa monotonía.

Por otro lado, para algunos, Sodoma y Gomorra se quedan en pañales. Lloran por las esquinas viendo como la ciudad arde bajo la antorcha de los vikingos. Denuncian conductas inapropiadas, propias de manadas machistas, aunque también haya mujeres, pero que con el casco ocultan sus impúdicas intenciones. Claman al cielo lamentando su falta de libertad deambulatoria… aunque algunos no han pisado el centro en su vida, pero en días así, no pueden aguantar sus ganas de pasear tranquilamente por sus calles. 



Entiendo que todo se desborda, y ni para unos ni para otros. Que es una molestia no se pone en duda, pero igual que en un carnaval, o en una feria para los que vivan en aquella zona. No sé si peor o mejor que en una Semana Santa para los que viven en el centro. Y, aún así, y tampoco se puede poner en duda, un revulsivo económico para algunos sectores. Después de una Semana Santa pasada por agua, el estocaje existente ha tenido salida.

La promoción turística de la ciudad de seguro que ha enganchado a más de un motero, y como es natural, como todo en esta vida, ha tenido un precio. No vivimos aislados del mundo, no todo puede ser del agrado de todos, y el egoísmo propio debe encontrar equilibrio con vivir en sociedad, y eso supone coste personal.

No siempre podemos vivir como nos gustaría, no todo es como nos gustaría, y la tan aclamada tolerancia, en estos días nos demuestra que ni estamos dispuestos a ser tolerantes, ni dispuestos a renunciar a respetar el descanso o el ocio.

Bien, por un lado, o por el otro, las redes sociales nos demuestran una vez más que el fin último de esta sociedad está en machacarse, o bien abusando de nuestra libertad, o bien abusando de la prohibición.