Nunca me han gustado las motos. Ni su utilización ni el ambiente que genera. De hecho, pienso que el mundo de las motos se divide de en dos grandes grupos, los jóvenes y los mayores. Y ambos, a su vez, lo forman otros subgrupos.

Los primeros se dividen en los que son consentidos por sus padres y los que sienten verdadera pasión por dichas maquinas, y enfocan sus esfuerzos a conseguir una. Por otro lado, están los mayores, a veces muy mayores, y que igualmente se dividen en dos grupos. Los apasionados que siempre lo han sido, y aquellos que buscan una segunda juventud, y que al tener la oportunidad entran en un ambiente que quizás ya no les pega.

Partiendo de este punto de vista, y siempre con el mayor de los respeto, y no considerando que sean criminales, bárbaros o personas indeseables, no me gusta el ambiente. El ambiente que se ha vivido estos días me ha mantenido encerrado en casa, saliendo en el entorno, y no alejándome mucho.



Comprendo que no todo me puede gustar, puedo ser empático y entender que al igual que Semana Santa, Feria o Carnavales, es un evento más, genera ingresos y comprendo que es necesario soportar. Aún así, existen eventos menos molestos que otros.

Desconozco si los números serán muy positivos, pero el ruido, las motos circulando como si no existieran señales. Aparcando en aceras, plazas y esquinas. Las calles cortadas, y sobre todo, sobre todo, el infernal ruido a su paso, pues entrando en la ciudad, y en calles estrechas, parece como si fuera consigna para acelerar e incrementar el ruido.

Quiero ser empático, aplaudir incluso a los servicios de limpieza, pero para mí, si no existieran nada echaría en falta. Por desgracia, o por efímero consuelo, creo que es un fenómeno que no solo se da aquí, transciende las ciudades limítrofes. Ocurre en otras localidades, y en otros países, y así puedo afirmarlo, también ocurre.

Tendré que acostumbrarme, respetar y callar, tampoco sé qué sería mejor, si hay opciones mejorables, u otras formas de enfocar este evento. También comprendo que no todos son iguales, y los hay más respetuosos y menos, y puedo afirmar, que también he visto a conocidos de esta ciudad haciendo más ruido que los de fuera, como si tuvieran unas ansias contenidas de hacer maldades. Pero, sobre todo, sobre todo, me quedo con el lunes, con la paz y la tranquilidad de la que podré disfrutar de la ciudad. Gracias a todo, es solo un fin de semana más, aunque más largo.