Comienza un nuevo ciclo, una nueva etapa gastronómica en la ciudad, y no es ninguna cosa baladí. El otoño, época gris y carente de vida recupera un espacio importante en nuestras vidas. Otras ciudades llenan el principio del otoño de actividades, vinculadas la vendimia, El Puerto, alejado de sus vides, que no de sus bodegas, recupera el espacio con otras ofertas.

Poco a poco, tosantos gana terreno en una ciudad que se vuelca, y a ello añadimos, desde hace un par de años, un ruta gastronómica que pone a prueba el ingenio de hosteleros y restauradores, ofreciendo algo diferente a la hora de ocupar las calles. [Vuelve al centro de El Puerto "Muerde el otoño", la ruta de la tapa con lo mejor de nuestra gastronomía]



Echo de menos, sin embargo, aquellos representaciones en el mercado, en donde, con un toque algo macabro, los cadáveres de animales adquirían posturas y gestos humanos en un alarde de ingenio un tanto gore. Tenía su gracia simpática, y aunque de pequeño me daba algo de miedo ver a los cochinos con un mandil puesto, no dejaba de parecerme algo digno de admirar.

Cambiamos los hábitos y ahora, nuestro otoño es como un carnaval terrorífico, cargado de tópicos anglosajones. Me quedo con el “Muerde el otoño”, gastronómicamente hablando. Una oferta que es imposible de cubrir en un par de fines de semana, por la variedad de representantes y ofertas dignas de ser probadas.

Quizás, y solo quizás, la oferta sea un acto de desagravio frente a los que huyen de cabalgatas con tintes de febrerillo loco, de aquellos que reniegan de convertirnos en la Pensilvania puritana de la bahía, y aun así, respetando gustos y eventos, me quedo con ese otoño de nueces y castañas, con ese otoño de guisos preinvernales, con ese mercado adornado, porque, tenemos mucho de donde tirar sin tener que vestirnos de mamarrachos y colgar una calabaza en la puerta.

Comprendo que todos tienen derecho a festejar como les salga del otoño sus días de ocio, y sin menospreciar nada, en una semana tan hispánica como esta, y sin llegar a la memez de en una misma mente, albergar el odio a España y sus tradiciones y criticar las  importaciones extranjeras, me quedo con todo, pues, todo tiene cabida, y allá cada cual a festejar lo que más le plazca, por mi parte, en otoño prefiero la calabaza adornado una berza, los puestos de castañas, los mercados llenos de cochinos con mandil y por supuesto, al Tenorio… feliz otoño… casposos, y, aun con retraso, viva la Virgen del Pilar, y la Raza.