Ya han pasado unos días, unos días en los que he tenido oportunidad de compartir el recuerdo con varios amigos, compañeros de aquellos años que todos pasamos en la Salle.

Va pasando el tiempo, la nostalgia nos hace recordar esbozando una sonrisa, se agolpan los recuerdos, los buenos y los malos. Eran tiempos de educación diferente, ni mejor ni peor, pero, al fin y al cabo, buenos tiempos.

Las circunstancias me obligan a detenerme en aquellos años en que Don Joaquín Corredera nos dio clase, y entonces me pregunto, que hizo distinto a los demás para merecer la distinción. No alcanzo a encontrar la diferencia, y entonces me voy acercando a años no tan lejanos, cuando comencé a coincidir con el fuera del ambiente escolar.



Al acercarme a la persona me voy dando cuenta de que mas allá de la docencia, siguió dejando huella allá por donde pasó. Marcó a todo aquel que se atrevió a conversar con él, plasmo su experiencia, y educó a quienes compartieron sillones con él, y entonces, lo comprendí.

Lejos de las aulas siguió enseñando a tener ideas propias sin pisar las ideas de los demás. Enseñó a tener criterio propio, un criterio que trascendencia las directrices de las formaciones. Enseñó a dar la mano mirando a los ojos, con fuerza, con franqueza, convencido de que la idea del contrario tenía el mismo valor que la suya, y, aun así, defendiendo con convicción su criterio. Cuando conocí a la persona más allá del profesor, aprendí que jamás abandonó la docencia.

Merecida distinción, merecido reconocimiento, y, sobre todo, compartido con aquellos compañeros de aquellos lejanos años, compartida con los más cercanos compañeros de formación, ejemplo de integridad que nos hizo aprender a valorar a la persona por encima de las ideas.

En estos cercanos días en los que me viene a la mente su recuerdo, siento su presencia aún más cercana, levanto la copa de rioja y saboreo la vida tal y como sus ojos me enseñaron. Son los momentos, las personas, los recuerdos los que forman nuestra vida, y entonces, nos alegramos de vivir y haber conocido, nos alegramos de todo lo que somos, y quienes nos hicieron ser así.