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Entrando en las fiestas navideñas, este capítulo sobre tensiones familiares viene que ni pintiparado. En estos días de reuniones familiares, es común que salgan a relucir «facturas» y «rencores» largamente guardados.

No es raro que haya riñas y peleas entre hermanos, padres o abuelos. Hace ya tiempo que la cinematografía ha dejado atrás la imagen dulce e idílica de la familia, para sacar a la luz las refriegas entre los parientes. Probablemente es una visión más realista, también más taquillera. En las pelis que trato hoy, no reina la armonía, sino la bronca y hasta los golpes.

Hablo de un estreno del cine argentino: Las Fiestas (2022), de I. Rogers; y un clásico: Agosto (2014), de J. Wells.

LAS FIESTAS (2022). Ignacio Rogers acomete una tragicomedia familiar que toma su punto de partida en el reencuentro entre una madre y sus tres hijos en una casa campestre para celebrar las fiestas navideñas.

Una vez reunidos, entre comidas y bebidas, paseos, fiestas diversas, visitas al pueblo, mensajes cifrados compartidos, cosas que quedan a medio decir y discusiones a voz en grito, el resultado será que la tensión irá subiendo.

Película de reunión familiar

Esta premisa de familia reunida en una casona en medio de un entorno natural es casi un subgénero en sí mismo. Es un tema repetido en el cine y es tentador poder rodar una cinta en una única localización, en un ambiente sin molestias.

Rogers, que es también actor, escribe el guion con las aportaciones de otros reconocidos intérpretes como Esteban Lamothe o Ezequiel Díaz (también protagonista), un libreto que subraya los tormentos, tensiones y distensiones de este género, llamémosle “familiar”.

Pero la trama es previsible, fluye en forma amable con un tono naturalista, lo cual no ayuda a que el filme sea ni muy cómico ni muy intenso, aunque posee ambos elementos y el mínimo exigido para distraer.

En el lado no tan positivo está que presenta las situaciones de forma tan espontánea que resulta como si la cámara estuviera grabando en el interior de cualquier hogar de una familia contemporánea.

La historia

En los primeros compases vemos a Luz (Fonzi), Sergio (Hendler) y Mali (Díaz) yendo a visitar a su madre María Paz (Roth), que está internada en un hospital por una dolencia cardíaca importante que la ha tenido al borde de la muerte.

La Roth, tras sobrevivir tiene un comportamiento peculiar. Sus hijos tampoco están muy estables: la tensión física y psíquica del profesor de gimnasia, la bronca contenida de la madre divorciada, la hija trans, que hace lo que puede para mantener su trabajo.

Tras una recuperación milagrosa e imprevista, la matriarca, al despertar en el Hospital, después de tranquilizar a sus hijos dice sentirse diferente. Pero los hijos cuestionan el término, como si no fuera posible que, tras lo ocurrido, se pudiera sentir diferente.

En esos primeros compases de la obra los personajes principales están reunidos en la habitación del hospital (en contraste con un final a cielo abierto) y ya se observa la desregulación familiar en las miradas y la forma en que se van acercando entre ellos los hijos. 

No faltarán situaciones, animadversiones y aconteceres que habitan en el pasado y que no están del todo resueltos ni explícitos. Uno de ellos es que no tardan en observar cómo la personalidad de la madre vuelve por sus fueros para tomar el control.

La cosa es que la protagonista delegó en su amiga Muñeca (Maitina De Marco), la crianza de sus hijos y aunque es una madre sensible, complaciente y afectuosa, a los ojos de sus vástagos no es así. Además, quiere vivir al ritmo de ellos y compite constantemente.

Las relaciones de los hijos también dejan que desear. Sergio atraviesa una crisis matrimonial pues su mujer le engaña. Luz, separada del padre de su hija no tiene novio. Maly trabaja como camarera y debe soportar las groserías de los clientes.

Pero la maniobrera madre les ha pedido que vayan a la “quinta” familiar para compartir las Fiestas. Sergio, el mayor, busca ser condescendiente; Luz, la hija rebelde y cuestionadora; la hija trans Maly, de aspecto varonil a quien su hermana llama “el deforme”. Todos juntitos.

Como suele ocurrir en este tipo de películas, cada personaje llega a la reunión con su mochila de secretos, culpas, remordimientos, traumas, filias y fobias, que animan el cuento. Esa marejada de tensiones latentes, conflictos, etc., acabará estallando por causas inopinadas.

Hay miradas laterales (una infantil a cargo de Muñeca, que interpreta Maitina De Marco), pero el eje vertebrador de la historia pivota sobre las angustiosas relaciones de los hijos que en diversos momentos devienen virulentas, aunque en otros pasajes resultan cómicas.

Rogers evita caer en la exageración y va exponiendo los problemas y las cuentas pendientes por medio de ocurrentes diálogos, reflexiones, gestos en apariencia triviales, que luego van reorganizándose y tomando caracteres inesperados.

En esa coreografía de sentimientos, en esa comunidad emocional Rogers y los cuatro protagonistas nos ofrecen interesantes hallazgos con una sutileza que está por encima de la tentación de ser explícito o del mero golpe de efecto.

Reparto y otros aspectos técnicos

La fotografía de Guillermo Saposnik es en exceso oscura; tampoco es buena la música de Pedro Onetto. Además, en la parte central, el filme se hace tedioso y aburrido tras un comienzo y un final que sí entretienen.

En el reparto destaca la entrega absoluta de Cecilia Roth, una especie de imagen otoñal salida de una pintura campestre; la espontánea rebeldía de Dolores Fonzi; la presencia eficiente de Daniel Hendler; y el compromiso actoral de Ezequiel Díaz, en un rol exigente; sin olvidar el buen trabajo de Margarita Israel Gurman.

En suma, Rogers demuestra su habilidad para fusionar los géneros, oscilando entre la comedia familiar costumbrista, pasajes de humor negro, algunos tramos dramáticos y un manejo de la tensión in crescendo.

Publicado más extenso en revista de cine ENCADENADOS.

 

AGOSTO (2013). La familia Weston vive a las afueras de Pawhuska, en Oklahoma, en una gran casa de campo en una zona casi desértica que ya augura lo que será la trama de páramo familiar. Y resulta ser que el padre desaparece en circunstancias poco claras. Este suceso hace que la familia se reúna, aflorando en dicha reunión todas las miserias familiares.

Se trata de una adaptación al cine de la obra dramática homónima y ganadora del Premio Pulitzer en 2008, de Tracy Letts. En August, se narra la descomposición de una familia que se encuentra bajo el yugo de una matriarca enferma de cáncer (Meryl Streep demoledora) que ha hecho del ataque a sus seres queridos, su única forma de vida.

Su esposo es el gran ausente a la cena que ocupará la parte central del film, pero su persona permanece indeleble en la mente de todos los asistentes. Un festín de sentimientos y emociones que nunca llegan a zanjarse.

Esta traslación de la obra teatral al cine está sobradamente salvada en esta película con gran sutileza. Prácticamente nada de la obra teatral queda fuera del filme, lo que incluye la ebulliciente intensidad de drama y la energía enferma que emana hasta de los muebles.

John Wells en la dirección junto con la autora de la obra teatral Tracy Letts como guionista, da lugar a una cinta con importantes cargas de profundidad, donde las frustraciones de una vida larga en general (como dice el poeta Elliott), una existencia plena de frustraciones, alcohol, píldoras y otras experiencias poco gratificantes, generan una sensación desasosegante. Empero, su riqueza artística alivia y a lo sumo salimos del cine con cierta sensación de gratitud por no estar en esos desiertos de Oklahoma, ni ligados como familia a los interfectos.

Algunos las llaman familias disfuncionales, y en realidad el filme de Wells-Letts trata, efectivamente de las controversias, disputas y desventuras de una familia disfuncional donde los cuadros de patología fluyen sin cesar, incluyendo la presencia-ausente del pater familia, el alcohólico que sale de escena en circunstancias que ustedes verán en pantalla si deciden visionar este metraje y que precipita la trama.

Para mí ha sido una experiencia estimulante y la sensación de que lo visto es, aunque exagerado en el film, común en muchas familias, pues según grados de conflicto, lo que acontece se puede reconocer en otros entornos familiares.

Y hablando de interpretaciones, la presencia en el reparto de Meryl Streep y Julia Roberts, he podido observar que ha llenado la sala. De hecho, ambas actrices cumplen sobradamente con sus roles. Si la Streep hace un enorme papel dramático mostrando todo su poderío, Julia Roberts está fantástica y hace uno de los mejores trabajos de su carrera. Por supuesto, la interpretación coral de Ewan McGregor, Chris Cooper o Margo Martindale, acompañados de todos sus colegas de reparto en la película, conforman una obra de enorme calidad y calado actoral.

Hace años leí un interesante artículo donde un reconocido psicoanalista llamado Ronald Fairbairn, expone la resistencia de la estructura familiar a desaparecer, incluso en situaciones adversas (tal en los intentos iniciales del comunismo soviético); o sea, la institución familiar se defiende panza arriba de su desintegración pase lo que pase, lo cual se refleja en la película.

Esta obra parece decir que cuando en la postmodernidad se habla de que la familia está al borde del colapso, las pruebas vienen a indicar que sus vínculos son tan fuertes que, finalmente, sus miembros, a pesar de las dificultades, acaban reagrupándose.

Hoy, la familia aguanta embates atómicos que aparentemente la tendrían que haberla destruido. Pero no, incluso hay más cercanía e intensidad entre los hombres y mujeres de hoy con sus padres, que la que había entre ellos y nuestros abuelos.

Como vemos en el filme, a pesar de las durísimas invectivas de todos contra todos y el trato dispensado por la madre (sobre todo) o padre, el grupo aguanta, resiste con unidad el duro y continuo bombardeo de insultos y agresiones.

Agosto recoge la tradición de los melodramas familiares y lo lleva por un camino muy rico cinematográficamente hablando. Fotografía magnífica de Adriano Goldman, excelente música de Gustavo Santaolalla y la genialidad de un cuadro técnico que la convierten en una película principal.