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El director Ric Roman Waugh es especialista en cine de acción de marca, ese cine que requiere de un protagonista potente, atractivo, de lujo al que poner ante el espectador para que sea visto y admirado. Este actor ha sido en sus últimas película Gerard Butler. Waugh-Butler son ya casi un subgénero cinematográfico.

Y Butler es un valor para este cine, es un icono en sí mismo: el de la acción con sentido. Se ha convertido en un mercenario cinematográfico en el mejor sentido, siempre dispuesto a completar misiones suicidas exitosamente. Butler equivale a trabajo bien hecho incluso en las situaciones más desfavorables, y Waugh sabe cómo llevarlo a la pantalla.

De este dúo comento hoy: Operación Kandahar (2023) y Objetivo: Washington D.C. (2019).

OPERACIÓN KANDAHAR (2023). Buena película de acción y también un canto al cinismo de las actuales guerras donde no se batalla por el botín. La cosa actual es mantener la guerra a toda costa, porque la guerra, más aún en el Oriente Medio, es muy rentable.

Un hervidero de enfrentamientos sale en esta película: Siria, Pakistán, Afganistán, Irán, grupos terroristas de facciones diferentes (Isis, Al Qaeda, Dáesh, el Estado Islámico en Jorasán, etc.). La guerra continúa, fruto del dinero, de la cortedad mental y de la bajeza moral.

Comienza con el sabotaje de un reactor nuclear iraní por parte del agente de la CIA, Tom Harris (Butler), quien pronto descubrirá que su identidad ha sido revelada al poco de la destrucción del reactor. El acto ha sido directamente vinculado a la CIA y se ve forzado a huir rápido.

Harris tiene 30 horas para llegar al aeropuerto de Kandahar (Afganistán) y evitar que lo apresen o lo maten. Para llegar se hace con la ayuda de un traductor afgano llamado Mo (muy bien el iraní Navid Negahban), un hombre que rechaza la violencia y cuya familia ha sido asesinada por los talibanes.

Perseguidos tenazmente por unos y otros grupos armados, entre los cuales se encuentra el despiadado asesino a sueldo Kahil (estupendo el actor indio habitual en Bollywood, Ali Fazal), Tom y Mo unen sus fuerzas y habilidades para llegar como sea al aeropuerto de Kandahar.

Esta historia se desarrolla en ese laberinto de los programas clandestinos de armas nucleares en Irán y en general en el Medio Oriente, después de que la retirada apresurada de Estados Unidos de Afganistán convirtiera la región en un auténtico Salvaje Oeste.

Gerard Butler es todo un valor para esta película, casi es, “un género en sí mismo: el de la acción con sentido” (Llopart). En esta cinta el dramatismo es la guerra sucia entre agencias de inteligencia y las cloacas del estado.

Toda la historia, escrita en un apretado guion por el ex agente de operaciones especiales Mitchell LaFortune, busca equilibrar el espectáculo con algo parecido a la sustancia, retratando a múltiples agencias de inteligencia de todo el mundo trabajando juntas para ejecutar una misión imposible.

El filme ofrece en su nivel más superficial un contexto atractivo pero vago, con un procedimiento escueto. Los lugares comunes, giros vistos docenas de veces y argumentos de sketch se suceden. Hombre de acción demandado, dinero por medio, la graduación de su hija en ciernes, un divorcio, padre en riesgo permanente, afganos tristes y chillones, disparos a gogó...

Hay un tratamiento sonoro sensacional, una violencia visual excelente, la fotografía de McGregor es un auténtico verso, amén de la atractiva música de David Buckley que constituye todo un envoltorio de hermosas notas en el relato.

En el reparto, además de Butler, hay un equipo de actores secundarios muy buenos como Navid Negahban (muy bien como el atormentado traductor que acompaña en la huida al protagonista), Bahador Foladi (bien este actor iraní como policía afgano), Ali Fazal (muy eficiente y bien elegido como asesino motorizado), y otros.

Todo concluye en peli de tiros y bombas con una adecuada y justa carga política, y una tensión medida y necesaria, para que enganche y resulte animada.

Está claro que el protagonista es norteamericano, agente especial y, por lo tanto, alguien que barre para casa, sobre todo porque enfrenta al yanqui contra "extranjeros" no blancos. Pero no se puede decir que la cinta sea excesivamente tópica ni racista.

Aunque los villanos más malos provienen de Afganistán e Irán, sin embargo, no retrata a los "habitantes del Medio Oriente" de manera monolítica, como seres amenazantes, lo cual se ha repetido en muchas películas similares.

Pero LaFortune quiere aclarar que incluso los personajes más hostiles en estos países están divididos y pertenecen a innumerables facciones. A su vez, cada facción tiene objetivos muy distintos. Quizá están unidos en el odio hacia EE. UU., pero la exploración de sus maneras es diferente.

Estamos ante una especie de vuelta a los thrillers geopolíticos de los años ’90 inspirados en novelas de espionaje e inteligencia militar ambientadas en la Guerra Fría y épocas posteriores. Para quien eche de menos este tipo de cine, esta puede ser una gran película.

Publicado más extenso en revista ENCADENADOS.

OBJETIVO: WASHINGTON D.C. (2019). El infalible e incombustible agente Mike Banning, con cicatrices, moratones y otras lesiones y males de salud producto de su agitada vida de agente del Servicio Secreto, vela por la integridad del presidente de los EE. UU., la persona más amenazada del planeta.

Fuego (enemigo y amigo) por doquier, música cañera de David Buckley para ir subiendo las pulsaciones, planos cortos, buena fotografía de Jules O'Loughlin, cámara lenta para el paladeo de golpes, buen ritmo, montaje preciso, disparos imposibles y al final todo un duelo en la cumbre.

Butler comanda de nuevo la perfecta salvaguarda del presidente del Imperio americano. Lo hace muy bien, actor con envergadura, rostro que llena pantalla, la experiencia en el campo de combate y habilidades con las armas. Nadie mejor.

Cine de acción made in USA y Waugh siguiendo un libreto escrito a trío por Creighton Rothenberger y otros, ensalzando la leyenda del macho heroico; un guion bien ligado.

La cosa es así. Cuando la felicidad y las notas de cánticos angelicales rodeaban su vida, en unas memorables y meritorias escenas de ficción que ya son muy reales, una legión de drones kamikaze se lanzan en picado a por el presidente que está pescando rodeado por cientos de policías, agentes y el protagonista a su lado, en la misma embarcación.

La cosa se resuelve peor que bien para Banning. Por más que da mucho la cara, resulta que los que mandan piensan que ha sido el autor del tal atentado, quedando como villano. Es el “ángel caído”, como reza el título original (Angel has fallen). Un fugitivo más a la larga lista de tales.

El reparto está encabezado por un impecable Butler que, como siempre, da el tipo. Morgan Freeman pone la cara de nuevo como presidente USA de manera convincente. Piper Peralbo pasa el corte como bonita esposa. Lance Reddick y Jada Pinkett Smith son el director de los Servicios Secretos y oficial al mando de los agentes del FBI. Otros que cumplen bien: Danny Huston, Nick Nolte y otros.

La conocida franquicia del guardaespaldas Banning cambia y ahora nuestro héroe, como fugitivo (inocente, pero esto sólo lo sabe el público), se las ha de ver con los suyos y con los rusos, como quien rememorara la vieja estela de la Guerra Fría y la antigua URSS.

La conclusión es el mensaje de que los conflictos, en vez de solucionarse de forma inteligente, no hacen más que generar nuevos problemas, con fondo de disparos y explosiones.

En la parte final el presidente agradece al protagonista que «nunca se rindiera», pues eso le salvó la vida. Y esta reflexión, esta sentencia de seguir siempre adelante sin acobardarse, me ha recordado versos del escritor argentino Almafuerte y su poema ¡Piu avanti!«No te des por vencido, ni aun vencido».

Película de tinte crepuscular con unos personajes abatidos y cansados de tanto trajín de balas y porrazos.

Publicado más extenso en revista ENCADENADOS.