Hoy amanece con el templo rasgado por la mitad. La Prioral tiene su esencia rota porque por primera vez desde hace mucho, no estará a la Vera de la Cruz, ni será sobre techo de la urna de su sepulcro. No albergará en su interior a sus gentes, pues seguro que hasta en tiempos de guerra, la gente estaría en el templo alrededor de sus Titulares.
Hoy hemos amanecido en casa, con la percha vacía y la medalla en el mismo sitio. No encontraba la papeleta de sitio y no porque la haya extraviado, como siempre, sino porque nunca se llegó a retirar. Hoy miramos al cielo y no para comprobar si hay nubes y de qué color, sino porque es la forma de estar más cerca de Ellos.
Hoy no sentiremos que ya no hay vuelta atrás cuando el Nazareno cierre la puerta del Sol y sepamos que seremos los próximos en abrirlas. El único paseo será el del nerviosismo de no saber qué hacer, y de no entender qué pasa. Aunque algunos se basen en qué “hoy es un día más”, no lo es, todo nuestro ser sabe que hoy es Viernes Santo. Una vez vistos Santos Oficios en la televisión, se sabe lo que pasa, y es que este año más que nunca “la procesión se lleva por dentro”.
Hoy no tendremos ese rato íntimo tú y yo, mirándote y contándote las cosas del año que más agradezco, y todas por las que pedirte perdón. No existe ese paseo comprobando que el altar de insignia está completo, que no falta un lirio ni un clavel en el exorno floral, que los relevos están hechos y los bancos en su sitio. Lo que sí mantendremos será el recuerdo del abuelo, que siempre vivirá este día a su manera, y ahora desde el palco del cielo.
Hoy no viviremos el momento de llegar a la Iglesia, entrar por el patio de la Prioral, y esperar con nerviosismo que todo esté en su sitio para pase un año más. Cruzar la puerta de la capilla de las sillas con el temor y la certeza de lo que pasará cuando tornes la mirada y la Señora te espere con la candelaria completamente encendida. Es EL MOMENTO. Es cuando todo el mundo se para y entiendes que todo a su alrededor carece de sentido. Que el único y verdadero sentido de todo un año y de toda una vida, es ese momento. De ahí en adelante, una consecución de sucesos marcan de nuevo una noche más. Y cuando te das cuenta, la Prioral se ve de fondo otra vez. La puerta que les custodian todo el año abre sus brazos para recibirles otra vez, y de repente quieres que todo se pare otra vez. Y bajo el dintel, abrazando a los que más quieres, se cierra un año más el rito de cuantos lo esperan. Pase lo que pase y quienes pasen, los que están allí contigo, son los que siempre han estado, y eso te reconforta un año más, y te da fuerzas para seguir.
Hoy sí es Viernes Santo. Hoy de nuevo nos ha unido la Soledad, Juan. Hoy nos ha quitado el martillo plateado del paso Alegórico para darnos papel y pluma, y escribir con la tinta de nuestros recuerdos lo que creemos que siente El Puerto un día como hoy.
Hoy sí hemos sabido estar a la altura, estar donde debíamos estar, donde Ellos querían que estuviésemos. Hoy la Soledad ha procesionado por todos y cada uno de los corazones que la esperaban, gracias seguro a todos los que durante 450 años han cogido sitio en cada estrella de su palio, pues cada año lo hacemos por ellos, y este año nos tocaba a nosotros.
Este año el sepulcro de plata de Nuestro Señor ha recogido en su interior los pecados de todos nosotros, devolviendo a su recogida el gozo y la gracia de saber que volverá resucitado. Hoy no se han abierto las puertas de la Prioral, pero El Puerto ha abierto su corazón, para que la Soledad de la Señora sea menos dolorosa, y que cada uno de nosotros albergásemos un trocito de su dolor para aliviar su calvario. Y cada una de nuestras casas es sepulcro limpio y puro que albergará hasta la próxima madrugada el cuerpo yacente de Jesús. Hoy, el señorío y el portento de la Hermandad en la calle se redujo a su mínimo exponente, pues en cada hogar de este Puerto María vestía de lisoluto a su Soledad, y Jesús yacía inerte sin más algarabía que el perfume de la mirra de sus ungüentos.
“Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”.
Hay en San Joaquín una paloma,
De blanco color azucena,
En un barandal se posa,
para ver tu cara de hebrea,
Para beber contigo tus lágrimas,
Y oler tu olor a canela,
Que desprende incienso el aroma,
De tu palio ver de hiedra.
Consolación te llaman
Y lágrima, por tu pena,
De ver tu hijo colgando,
En una cruz de madera.
Tendido su cuerpo inerte,
Como una sábana cuelga,
Tenderlo en tu pecho quisieras
Y que la luna quede quieta
Para iluminar sus ojos
De esa cara morena.
Y calentar esos labios morados
Del frio de las tinieblas.
¡Arrópalo María, que tiene frio!
Y aguarda en tu pecho su pena,
Que su llanto ha enmudecido
Por expirar de esta Tierra.
Yacente su cuerpo en el sepulcro
Sepultado por una piedra
Que aguarda un cuerpo bendito
Para que nadie lo mueva
Y al tercer día desaparecerá
Para salvar esta tierra.
