Puede que sea cierto que no pasa nada, que no nos pase nada, pero para otras personas sí pasará, y pasa. Aun así, es curioso que si uno mira por su ventana siempre verá a las mismas personas cada mañana. Las tardes suelen ser tranquilas y desiertas, pero las mañanas no cambian.

Curiosamente suelen ser las personas más mayores las que pudieran tener más riesgos, las que más se arriesgan. Su rutina pasa por comprar su pan cada mañana,  y seguir viviendo el día a día como si nada. Igualmente, como cada día, se baja a comprar tabaco, y si se acaba se aprovecha para salir a comprar la siguiente.

De vez en cuando alguna voz se escucha anunciando que tiene sus derechos, a veces en una conversación con la policía, otras haciendo alarde de valentía. Por suerte, la mayoría de la población sabe lo que es la cuarentena, se esfuerza, se encierra, y cada vez con más fuerza, critica a esas personas que salen para que su rutina sea menos rutinaria.

La cuestión no está en insultar, vejar o tirar por tierra a esas personas, la cuestión está en educar y convencer, y en caso contrario, dejar que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hagan su trabajo.

No es fácil, para nadie es fácil, y cada cual tiene sus circunstancias que no son ni sencillas ni agradables, sobre todo para los más jóvenes, los cuales como la otra cara de la moneda se les ve pasear por la calle para ir a nadie sabe qué. Por suerte, cada vez son menos los transeúntes, cada vez menos las salidas, pero el final de la historia será la restricción de las medidas a niveles que ni sospechamos.

Esperemos que todos se conciencien, porque no se trata de pensar en que si me toca me tocó, se trata de pensar en que si te toca, toca a gente que nunca quiso que le tocara, y sobre todo, lo peor, es que le puede tocar por tu decisión a gente que no va a poder ni recriminarte la actitud. Seamos conscientes.