Llegó a su Puerto la oración de todos los portuenses, aquellas que entonaban los corazones azules y blancos desde cada una de sus casas. Esas oraciones que pedían por no perder la Esperanza de que todos vuelvan a verse de nuevo el próximo Miércoles Santo de 2021, y que rogaban a su Cristo orante que apartase el cáliz de sus manos, que les permitiesen ver con claridad que aquello que este año no pasaría, era por una causa justa y necesaria.
Y es que es difícil ser imparcial en un día como hoy, por el hecho de que un servidor sería los pies de la Madre Santísima de Gracia y Esperanza. Por el recuerdo de entrever una abarrotada Plaza de España entre el cincelado del respiradero, al querer Ella que sea su primera trabajadera. Es difícil que no se erice la piel cuando acecha el recuerdo de que “Siempre la Esperanza” fuera interpretada por la magnífica Banda de Bollullos Par del Condado tras el Himno Nacional, y la Gracia de María se derramara sobre los que estábamos allí, entregándose El Puerto de lleno a nuevo Miércoles Santo.
Y es que este año habría sido la miel que endulzara el recuerdo agridulce del pasado año, cuando las inclemencias del tiempo obligaran a la Hermandad a salir más tarde y discurrir con el nerviosismo que la inestable climatología supone en nuestra bahía. Este año era el de estrenarse con sones renovados, el de repartir “Siempre Olivo” por las calles, y conquistar una Plaza de la Cárcel que se pone boca abajo cada Miércoles Santo cuando llega el paso de su Señor, y cuando se inunda con la petaládel Grupo Joven a su Madre de la Gracia y la Esperanza.
Y aunque mis recuerdos son recientes, y mi experiencia breve, no dejaré hoy de echar de menos los abrazos de personas que ya son como hermanos, y que hacen sentirte uno más de la familia. Echaré de menos ver ese nazareno del cuarto tramo del que, si pequeña es su estatura, más grande es su corazón. Igual que lo haría despidiendo a la pertiguera y los acólitos del cuerpo del Señor, y a todos los que serán sus pies: Javi, Roberto, Luis, Castillita, Pablo, Pisqui, y de mi hermano Pedro, que este año iba con el Señor. Y más contento que nunca, porque cierta niña que naciera a los pies de la Virgen de Gracia y Esperanza, este año SÍ iba a procesionar con Ellos. Y ya, con todos en sus puestos y preparados para soñar, me terminaría de tirar el costal para mirar a los ojos de la Esperanza, con la candelería encendida y radiante en su pesar, para recordarle que todo tiene un por qué, ya que treinta años antes él igual le miraba antes de salir portando su simpecado, aunque estuviera en otra capilla esperando bajo su negro palio la que finalmente marcaría su vida.
Sé que toda la familia del Huerto hoy se vestirá de gala, se preparará para pasar la mañana desde temprano en casa como si de la Prioral se tratara, entre abrazos y oraciones, derramando unas lágrimas que no son de satisfacción sino de resignación, pero no olvidar que vuestros Titulares llevan la mayor de las plegarias: la Oración ahora es nuestro sustento, y la Esperanza nuestra bandera. Y en 2021 volveremos a repartirla por las calles, dando gracias de que todo ya pasó, y de nuevo es Miércoles Santo.
Que así sea.
