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Eugene Allen Hackman, conocido como Gene Hackman, nació el 30 de enero de 1930 en San Bernardino, California. Con una carrera de más de cinco décadas y 99 películas, Hackman ha sido uno de los actores más respetados y versátiles de la industria cinematográfica. Ganador de dos premios Oscar, cuatro Globos de Oro (incluido un Premio Cecil B. DeMille) y dos BAFTA.
Los comienzos y el ascenso a la fama
Hackman se crio en un entorno humilde, de padres divorciados se alistó en los Marines a temprana edad. Posteriormente estudió periodismo y radio en la Universidad de Illinois. Pero su pasión por la actuación lo llevó a Nueva York, donde estudió en la prestigiosa Escuela de Teatro Pasadena Playhouse de los Angeles.
A pesar de enfrentar numerosos rechazos y dificultades al principio, Hackman perseveró y finalmente comenzó a obtener pequeños papeles en televisión y cine en la década de 1960.
El papel que catapultó a Hackman al estrellato fue el del agente Jimmy "Popeye" Doyle en "The French Connection. Contra el imperio de la droga" (1971), dirigido por William Friedkin (trabajaba Fernando Rey). Ese trabajo interpretativo le valió su primer Óscar a mejor actor de reparto. Este éxito fue seguido por una serie de papeles notables en películas como: "La conversación" (1974), dirigida por Francis Ford Coppola o "Superman" (1978), de Richard Donner, donde interpretó al icónico villano Lex Luthor.
A finales de los años 1980 ya era un gran actor y alternaba papeles secundarios con papeles principales, e incluso apariciones cortas, eligiendo bien las películas.
El actor
Hackman no era especialmente guapo, pero sí tremendamente fotogénico, y además tenía la virtud de que no le importaba hacer de malo, o de cínico, o de segundón, porque incluso en segundo plano llenaba la pantalla y daba profundidad al propio protagonista.
Hackman siempre destacaba. Igual le valía ser “el bueno” que ser “el malo”, el héroe que el villano, y podría ser suya la frase de Mae West: «cuando soy bueno, soy muy bueno; pero cuando soy malo, soy mejor…». Su naturalidad y su físico le permitían sin aparente esfuerzo interpretar cualquier personaje y de cualquier género: villanía, wéstern, comedia, drama, intriga o cine negro. Era un actor completo, absoluto.
Diversidad y reconocimientos
La habilidad de Hackman para transformarse en una variopinta gama de personajes le permitió hacer películas muy variadas. Su capacidad para aportar profundidad y autenticidad a cada papel lo convirtió en un favorito tanto de la crítica como del público.
En 1992, Hackman ganó su segundo Premio Óscar, esta vez como Mejor Actor de Reparto, por su interpretación del despiadado Sheriff "Little" Bill Daggett en “Sin Perdón”, dirigida por Clint Eastwood. Esta película reafirmó su estatus como un actor de primer nivel. Algunos han dicho que esta es una película de Gene Hackman en la que también sale Clint Eastwood. Ningún otro podría estar a la altura de parecer un rival peligroso para Eastwood.
Vida Personal y Retiro
Fuera de la pantalla, Hackman fue conocido por su discreción y por mantener su vida privada alejada de los focos de Hollywood. Estuvo casado con Faye Maltese, con quien tuvo tres hijos, y después con Betsy Arakawa. Tras décadas de trabajo incansable, Hackman decidió retirarse de la gran pantalla en 2004, habiendo completado su última película "Bienvenido a Mooseport".
Además de su carrera en el cine, Hackman era aficionado a pilotar automóviles y fue prolífico escritor, publicando varias novelas, en las cuales demostró que su talento no se limitaba a la interpretación. Sus obras literarias reflejaban su interés por explorar temas profundos y narrativas envolventes.
Legado y fallecimiento
Gene Hackman ha falleció este pasado 27 de febrero de 2025 a los 95 años, dejando un legado imborrable en la historia del cine. Su contribución al arte de la actuación y su capacidad para tocar los corazones de audiencias de todo el mundo le han asegurado un lugar en el panteón de las grandes estrellas de Hollywood.
Hackman será recordado no solo por sus actuaciones icónicas, sino también por su profesionalidad, su versatilidad y su compromiso con su profesión. Su influencia perdura en la industria y en las generaciones de actores que se inspiran en su trabajo y en su dedicación.
EL JURADO (RUNAWAY JURY) (2003). Una joven viuda cuyo marido ha sido asesinado por un hombre que portaba un arma automática, interpone en Nueva Orleans una demanda contra una potente industria armamentística. La responsabiliza de la muerte de su esposo. Un juicio con millones de dólares por medio.
El abogado Wendall Rohr (Dustin Hoffman), defenderá los intereses de la viuda. Rohr, íntegro, ha puesto todo su empeño en el caso. En tanto, como cara oculta de la defensa está Rankin Fitch (Gene Hackman), un brillante pero despiadado experto en jurados. Fitch tiene un complejo centro de mando en una nave industrial, con todo tipo de aparatos electrónicos y un nutrido equipo de personas.
Fitch y su equipo trabajan duro para confeccionar un jurado mirando el interés de su defendida. Conocerá todo sobre sus vidas y manipulará estratégicamente esta información en el proceso de selección. Solo cabe un jurado que vote a favor de su defendida.
Pero pronto se van a dar cuenta de que no son los únicos interesados en ganarse al jurado. Nick Easter, uno de sus integrantes tiene sus propios planes para influir sobre el grupo. Y una misteriosa mujer, de la que sólo se conoce su nombre, Marlee, contacta tanto con Rohr como con Fitch, para decirles que el jurado está dispuesto a venderse al mejor postor y que el veredicto les va a salir caro.
La integridad de Rohr se tambalea y Fitch está tentado de elegir un jurado y comprarlo, sin reparar en las consecuencias de este plan.
Lo que ocurre es que el director Gary Fleder es bastante mediocre y no supo llevar a buen fin este interesante proyecto. Tampoco el guion fue muy acertado adaptando la famosa novela de John Grisham, The Runaway Jury, 1996.
De modo que sólo quedan los actores. Y vive dios que el reparto es muy bueno, con figuras de la talla de un brillante, como siempre, Gene Hackman, John Cusak, Dustin Hoffman, Rachel Weitz o Jennifer Beals, que aún sin tener un libreto en orden, le salvan la cara a la obra.
La película debía haber incidido de manera más inteligente en el papel de los jurados en los juicios, e incluso haber evidenciado el dicho: “Trials are too important to be decided by juries”; o sea: “Los juicios son demasiado importantes como para ser decididos por jurados”.
Lástima que el director estuviera más entretenido con aspectos formales y anecdóticos para impresionar al espectador con equipos modernísimos, congelación de imagen y otros efectos, diluyendo la verosimilitud del argumento.
Lo que queda es un justito pasatiempo con un plantel de actores y actrices imponente al servicio de una historia impresionante con poca intriga. Y la gran excepción fue un Hackman en plenitud.
LAS SEDUCTORAS (2001). Película hollywoodiense de enredo, el filme aborda cómo algunas mujeres hacen uso de sus encantos y dotes tentadoras y hechizantes, para obtener mercedes y rentabilidad de los varones. Beneficios como cazarlos para el matrimonio; pero también para conseguir regalos, viajes y otras menudencias.
Una pareja de estupendas mujeres compuesta por Max (Sigourney Weaver) y su hija Page (Jennifer Love Hewitt), cautivan y timan de forma profesional a cuanto millonario se les pone por delante. De hecho, el filme se inicia con la boda de Max con un pudiente hombre (Ray Liotta), a quien tienden madre e hija una trampa y acaban por timarle una sustanciosa suma de dinero.
En una de sus andanzas, cuando Max va tras un excéntrico magnate del tabaco (Gene Hackman) para atraparlo, Page conoce a un guapo joven que regenta un Pub (Jason Lee) y se enamora de él. A partir de aquí, Page se cuestiona su anterior vida y empieza a tener problemas de conciencia. La situación se complica porque el engañado exmarido de Max, furioso, sigue los pasos de ambas mujeres.
En esta parte, cuando se inicia el protagonismo romántico entre la Love Hewitt y el apuesto Jason Lee, la historia se reconvierte en una comedia pretendidamente romanticona, y el ritmo y los golpes de humor del guion dan paso al típico pasteleo predecible.
Salva este despropósito un final en el que reaparecen Ray Liotta y un descomunal Gene Hackman para volver a animar la función. Sin duda, los mejores momentos de la Hewitt son aquellos en los que tiene al lado a estos dos actores y a Weaver.
David Mirkin no tiene buen nivel en su trabajo como director. Eso que el guion de Robert Dunn y otros es equilibrado y bien diseñado. La música de John Debney con tema de Danny Elfman es resultona.
El reparto está bien, con unas hermosas y sugerentes Sigourney Weaver y Jennifer Love Hewit expresivas y hasta graciosas. Destaca un Gene Hackman estupendo como siempre en su rol de millonario mayor y tusígeno; Ray Liotta espléndido; y Jason Lee es el príncipe azul del filme.
Como escribiera Ebert: es: “es una comedia escandalosa, trabajada y procaz, y me gusta su espíritu”. El filme no tiene problema en su estructura, pero es que Mirkin hace que el tono de la cinta resulte en ocasiones áspero y hasta desagradable.
ENEMIGO PÚBLICO (1998). Robert Clayton Dean vive una vida familiar plácida con una esplendorosa carrera como abogado en un bufete prestigioso. Una violenta acción acaba con la vida de un congresista estadounidense. El suceso ha sido accidentalmente filmado y la cinta acaba en sus manos.
A partir de ahí su vida privada y profesional están a punto de derrumbarse por el acoso a sangre y fuego al que es sometido. En el vídeo aparecen involucrados agentes del Gobierno. Y Clayton, sin comerlo ni beberlo, se ve perseguido por “matones” mandados por un político corrupto, que le hace la vida imposible, hasta que no le entregue el vídeo comprometedor.
Tony Scott dirige con profesionalidad este thriller, con un guion bien ensamblado, aunque un poco fantástico de David Marconi. Un reparto con actores de primera línea como Will Smith, suelto y con su vis cómica como abogado listo; Gene Hackman, un hombre duro y avezado, el mejor de todos; Jon Voight, como siempre excelente; Lisa Bonet guapa actriz, como colaboradora del protagonista; y Jason Robards, siempre genial.
Thriller americano de los años noventa, una película trepidante, de buena factura. Will Smith perseguido por la Agencia de Seguridad Nacional, entramados inverosímiles y balaceras a gogó, carreras a pie, en coche, en bicicleta y un molón espectáculo Made in USA.
El guion se salta el imperativo de la lógica y de la realidad con escenarios e imágenes prácticamente imposibles. O sea, mucho de ficción y unas pizcas de surrealismo.
Esta película fue un éxito de taquilla y público. Una aceptable obra de acción, cuidadas interpretaciones, llena de humor, suscita emoción en algunos de sus pasajes y ofrece distracción, pues tiene ritmo.
SIN PERDÓN (1992). Película de Eastwood que marcó un punto de inflexión. Un western desmitificador y sombrío. Los pistoleros dan pena, incluso uno de ellos, el más joven y con pretensiones, no ve a más de cincuenta metros.
El principal, William Munny (Eastwood), vive arrepentido de su anterior vida de pistolero en una humilde granja de cerdos, viudo y con varios hijos. Su anterior y violenta vida queda explicada por el abuso de güisqui y de ahí, al gatillo fácil de borracho pendenciero. El güisqui, que en el western clásico era fiesta en el Saloom, aquí aparece cargado de connotaciones tortuosas para el personaje.
Otro en liza, Morgan Freeman, también es un hombre retirado de la pistola en un ranchito con su esposa india. Ambos y uno más, se unen para salir de su pobreza obteniendo una recompensa que ofrecen las prostitutas de un pueblo próximo. Estas han sido maltratadas por unos vaqueros. Una cantidad importante de dólares para quien al maltratador.
Las prostitutas son señoras de tercera, pero señoras al fin, que se han asociado para vengarse de las agresiones de los vaqueros beodos que, sobre todo, han malherido salvajemente a una de ellas desfigurándole el rostro y el cuerpo a cuchilladas.
El sheriff del pueblo está encarnado por un sensacional Gene Hackman, una bestia despiadada. Su crueldad ya se ve cuando se enfrenta a otro famoso pistolero interpretado por Richard Harris.
El Saloom del lugar, a diferencia de lo que vemos en otros westerns, es una taberna infecta, apenas iluminada en la noche por un par de lámparas de aceite. Y los pistoleros no son de puntería fina, sino que han de disparar docenas de veces para hacer blanco. Gente ruda, inculta, brutal, supervivientes, bebedores, crueles, machistas, en fin, gente indeseable.
Es una película con muchas frases épicas, como cuando Eastwood dice: “Cuando matas a un hombre no solo le quitas lo que tiene, sino todo cuanto pudo tener”.
Una película grande en la que domina el magisterio de un Eastwood brillante con una excelente dirección. Un gran guion de David Webb Peoples. Fotografía ocre maravillosa de Jack N. Green, y una música sensacional de Lennie Niehaus.
El reparto es de primerísimo orden. A la cabeza la inigualable interpretación de Eastwood, y actores de la talla de Morgan Freeman, Gene Hackman (maravilloso: Oscar), Richard Harris, Anna Thomson, Jaimz Woolvett; en general todo el reparto está de lujo.
En la parte final, cuando el gran drama se ha producido y Munny-Eastwood debe vengar a su amigo, va al Saloom a matar a los asesinos y entra en el oscuro local dispuesto a todo.
Lo que sucede apenas se ve por la oscuridad y el humo de un tiroteo tremendo donde empiezan a caer unos y otros, y más tiros, caen otros cuantos, y así hasta que en aquella nebulosa de pólvora vemos que Eastwood permanece de pie con sus enemigos abatidos a un lado y otro del local.
Eastwood explica muy bien lo que tuvo que ser aquel lejano oeste. Y el western se hizo adulto.
Escena con Hackman: