La pasada semana acudí invitado a firmar ejemplares de mi última novela en la feria del libro de San Fernando. Pequeña, coqueta, no comparable con la de Madrid en donde firmé el pasado año, pero con un encanto especial. De la mano de mi asesor Daniel Heredia, el espacio era dinámico, no era la típica muestra de stands sosos y aburridos para pasear.

Durante toda la tarde se sucedían en un escenario, que era el centro de la feria, presentaciones, charlas, música, algo que invitaba a pasear y estar en un agradable espacio literario.



Otro espacio, pensado como un parque infantil, invitaba a tomar asiento, así como algún ejemplar gratuito de sus muchas estanterías, y en donde pequeños y mayores, compartían la lectura. Sentí lastima de mi Plaza de Peral, de mis muchos espacios vacíos que bien podrían acoger su feria del libro, la cual, no entiendo de su desaparición.

Esa feria me demostró el buen hacer, la sencillez y calidez de un acto bien organizado, y el cual jamás me cansaré de alabar. Aún así,  lamento mis palabras, porque darán lugar a la más voraz y ultrajante critica, y no se trata de eso, algo bien hecho merece ser alabado, copiado incluso, y espero que el testigo se recoja, y anime a quien corresponda para que este verano, con un Puerto a rebosar, tenga un evento parecido.

Me imagino la Plaza Peral, con un escenario junto a Don Pedro, a los lados, o enfrente, pocos stands, los justos, y frente al escenario, el aforo con sus sillas. Las estanterías del monumento llenas de libros, y el escenario, a las horas más frescas, con algún grupo amenizando el ambiente, presentaciones de los muchos escritores locales, y, porque no, algún escritor veterano, de los que hay de la zona o de mas allá, para darnos algunas charlas. No creo que fuera difícil, mucho menos, imposible, y de seguro, la acogida siempre sería buena.

Creo que las buenas ideas son para aprovecharlas, a veces, casi siempre, es mejor proponer que no lamentarse de lo que nos falta.