Hay tradiciones y fiestas con las que aún no tengo mucho contacto. Me gusta integrarme, pero desconocía que esa festividad, que vinculo a Huelva, fuera cercana a esta ciudad. El nombre de la festividad del Rocío no me era desconocida. Pero nunca imaginé el arraigo que podía tener en esta ciudad.
Mientras volvíamos de tomar café, nos topamos con un grupo de personas, considerable, que pasaba cerca a mi lugar de residencia. La comitiva me pareció curiosa, con un señor tocando una flauta y un tambor, seguido de banderas, y una carroza con caballos.
Observé a personas ataviadas con trajes regionales, coches cargados como si fueran de acampada. Soy curioso, y a pesar de la crítica mordaz de mi buen amigo el Bigotes, que los definió e identificó bastante mal, me impresionó el tema.
Busqué la información que pude, e iniciamos un alegre debate en la sobremesa, en el que coincidimos con un señor que al parecer si solía ir a dicho evento. Sin entrar a calificar nada, pues me gusta opinar por mí mismo, sin sacar conclusiones de lo que escucho, me intrigó el tema.
Sobre todo, por el encuentro de opiniones a favor y en contra. Desde la definición de una Sodoma y Gomorra actual a acontecimientos bellos e inexplicables. Desde incomodidad y sin sentido, a bellos paisajes en un espacio natural protegido. Del abuso del vino y el salvajismo violento, a sentimientos con lágrimas en los ojos recordando visitas a un santuario.
Me intrigó lo suficiente como para querer vivirlo en persona, sobre todo porque descubrí que son demasiadas ciudades, demasiadas personas las que se sienten atraídos por este evento.
No quise sacar conclusiones, así que me prometí, dado que, al parecer, hasta en televisión hacen un seguimiento exhaustivo a dicho evento, a ver todo lo que podía.
Por otro lado, y ante la rotunda negativa del bigotes, me decidí a comprometerme con el otro contertulio a asistir a alguna de las misas y actos que se celebran, organizados por aquellos que vi pasar esa mañana.
Creo que todo merece la pena, y cuando una cosa así tiene tantos detractores como defensores, hay que vivirlo y opinar. Lo único que no me gustó y me hacía reticente era si la forma de vestir era obligatoria. No me veo con ese enorme sombrero y esos trajes típicos, pero por suerte, mi amigo me dijo que solo algunos se visten así, y que la mayoría de las personas acuden vestidos de forma normal. Pero tengo que reconocer que, a mí, que suelo usar mi Borselino, o el Panamá en verano, no me desagradaría uno de esos sombreros. Ya tengo promesa de que antes de la feria mi amigo me regalará uno, en tonos beige, para que lo use en feria y en las corridas de toros… el Bigotes dice que estaré ridículo y se ha reído, pero me da igual, ya veré si lo uso o no, pero ha surgido en mi una nueva inquietud.
Cada día tengo más claro que elegí bien donde vivir, pues veo que no tendré tiempo de aburrirme, me queda tanto por aprender y vivir.