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La relación automóvil y sexo tiene dos películas que se tocan y equivalen. Me refiero a Titane (2021), de Julia Ducournau: violenta, excesiva, retorcida y con muchos matices; y Crash (1996), de David Cronenberg, exponente de la fascinación por los coches, la velocidad, la violencia y el sexo. La Ducormau, ha declarado, en relación con la comparación que se ha hecho de su obra con Crash: "No creo que esté a la altura, pero me alegro de que se haga la comparación".

Veamos cómo es la cosa empezando por la más antigua. En la película “Crash” (que abajo comento) se escucha la siguiente frase: "Nadie tiene una historia, un pasado o una única respuesta emocional reconocible. Nadie tiene mucho de nada en realidad, excepto una libido mecánica insaciable... y un coche". El coche como tótem y vehículo-objeto libidinal (erótico). La película Titane (que comentaré igualmente), es una rocambolesca e inaudita relectura de Crash, aunque con tintes delirantes y poco comprensibles.

Según Martínez: “Crash imaginaba un futuro inmediato en el que la tecnología se apodera de los cuerpos hasta someterlos. Lo hacía desde la distancia analógica y vintage de una maquinaría que esencialmente brilla”. Sin embargo, Titane es un thriller feroz donde el vehículo de cuatro ruedas se convierte en ¡objeto incluso fertilizador!

Mientras Crash es violencia y simbolismo, Titane constata que, más allá de la libido mecánica insaciable de la que hablaba un personaje en la cinta de Cronenberg, no hay nada.

Hablo a continuación de ambos filmes: Titane (2021), de la Ducormau; y Crash (1996), de Cronemberg.

TITANE (2021). La directora y guionista de esta película, Julia Ducournau, utiliza el terror para contar una historia de amor en la que apenas importa el género. Se desarrolla la trama a través de Alexia, una niña atraída por el titanio después de un accidente en coche, tras el cual le tuvieron que implantar intracranealmente una placa de este metal.

En su juventud, Alexia se convierte en una bella y sensual mujer que se contornea sobre los coches y, además, se ha convertido en una asesina en serie, sin que sepamos bien las razones. Tras ser reconocida por la policía, en su huida, se hace pasar por un muchacho desaparecido hace muchos años.

En esta situación se acerca al padre de este joven, un bombero que anhela la llegada de su hijo. El tal padre es un narcisista obsesionado en cultivar su cuerpo. Ambos están interpretados por un espectacular Vincent Lindon y la debutante Aghate Rouselle. Acompañan con gran dominio de sus personajes Dominique Frot, Nathalie Boyer, Myriem Akeddiou o Théo Hellermann, entre otros. Todos más que bien.

Premios y calificaciones 2021: Festival de Cannes: Palma de Oro (mejor película) (Increíble). Festival de Toronto: Premio del Público (Midnight Madness).

Es difícil escapar a los efectos inmediatos de una obra tan desconcertante y física como esta, una especie de catarsis que deja al espectador literalmente molido e incluso confuso.

Este filme se convierte para el espectador en un imborrable recuerdo de imágenes locas y asombrosas; una especie de descarga eléctrica con accidente al borde la carretera. “La mantiene en pie su insaciable libido, su mecánica indestructible y la certeza de que nadie tiene nada... salvo coche quizá” (Martínez).

 

Ducournau construye supuestamente una fábula sobre la carne liberada de ataduras, sobre cierta metamorfosis trans hacia lo inquebrantable. En la sinopsis de la película la propia directora escribe: "Tras una serie de crímenes sin explicación, un padre encuentra a su hijo desaparecido hace 10 años. Titanio: metal altamente resistente al calor y a la corrosión, que ofrece aleaciones muy duras". Y en estas palabras está prácticamente todo apuntado.

Historia de una mujer centrada en ser alguien que no es, y su firme afán de abandonar lo que fue y transmutarse en ser invulnerable.

Tras las primeras escenas del accidente de la niña y el implante de la placa de titanio, acto seguido, la actriz la Rousselle, con gesto ido baila en un tabuco, mata, practica el sexo literalmente con un coche (aunque no sabremos qué la convirtió en adicta al metal cromado), asesina de nuevo varias veces, huye, se disfraza de varón, se hace pasar por un muchacho y observa que está embarazada del vehículo de cuatro ruedas; incluso pierde aceite por sus genitales y la panza de madre brilla metálica: asombroso.

Alexia, la joven asesina con la cara machacada, confiesa llamarse Adrien Legrand, el niño que 10 años atrás desapareció. Para su padre, Vincent, esto supone el final de una larga pesadilla y lo/la lleva a casa. Un padre que lo (la) quiere por encima de todo. Y en ese tránsito, Alexia descubre finalmente algo equivalente al más tierno afecto.

Todo se desenvuelve en un ambiente de colores ácidos donde el espectador se sumerge en una odisea de la identidad. Sin ser ningún género, los encierra todos a la vez. Es terror con la misma certeza que cuento fantástico; thriller con la tensión de una bomba a punto de explotar; y tragedia con la brutalidad de un fuego descontrolado.

El filme conjuga en su historia la diversidad sexual, la dislocación de la familia, la hibridación de lo humano con lo metálico-robótico, y la violencia como vía de escape. Todo ello con un compuesto de imágenes transgresoras y demoledoras, que puede herir la sensibilidad de los corazones sensibles.

El resultado es una película entre el sueño y una realidad hostil que todo lo encharca. La desesperación del bombero por dar con su hijo es la misma que la de la protagonista por saber quién es y qué le está ocurriendo.

Lo muy macabro y lo muy cotidiano se confunden y la carne es una excusa para replantearse los límites.

Alexia paulatinamente se apropia de su género y acaba en otro punto diferente, dejando claro que eso no importa. Lo que importa es que esta psicópata y asesina en serie, termina por convertirse en alguien humano gracias al amor. "En el fondo todo lo que quería hacer con esta película era una historia de amor, eso es lo que significa para mí y en lo que pensaba durante la escritura", ha manifestado Ducournau.

Igualmente, la directora expresó: "Mi intención es que la gente entienda que la cuestión del género es irrelevante. La identidad es totalmente algo que cada uno construye (…) Alexa no se transforma porque quiera; sino por necesidad, para evitar ser perseguida por la policía. Sin embargo, en un punto de la película ella quiere ser esa persona. Eso es lo importante. Porque ahí es cuando el público tiene que aceptar eso, y el amor entre ellos".

Pero no puedo cerrar estas líneas sobre este thriller tenso y bestial sin transcribir las palabras de Carlos Boyero, con las cuales acuerdo mucho. Boyero sentencia sobre esta película: “Me parece espantosa e indescriptible… No sé las drogas que se tomaría la directora para crear una película de una señora que folla con los coches, se queda embarazada de uno y tiene un bebé de titanio”. Dicho queda.

 

CRASH (1996). Una noche, James Ballard estrella su coche contra el de Helen y ambos son ingresados de urgencia en un hospital. Sorprendentemente, ambos, tras el choque, experimentan una extraña y mutua atracción. A partir de entonces, las vidas de James y Hellen se dirigirán hacia un mundo indebido, prohibido y oscuro, dominado por el riesgo, el sexo y la muerte. 

Su director David Cronemberg estrenó esta película en el Festival de Cannes de 1996 (Premio especial del jurado). La historia resulta de la adaptación de la novela homónima de J.G. Ballard y tal vez, para justificarse ante los moralistas el director afirmó: Es el momento de aceptar que la sexualidad es muy potente, muy compleja, y que debería ser examinada más a menudo por el cine”.

Esta cinta explora “la readaptación del cuerpo humano a una sociedad cada vez más tecnificada, y las manifestaciones fisiológicas de unas psiques, individuales y colectivas, desencajadas y reprimidas” (Iglesias). Cronenberg ofrece la culminación lógica del vínculo entre automóvil y ser humano, que define la modernización de la sociedad norteamericana a lo largo del siglo XX.

EEUU ya llevaba más de un siglo de auge de una erótica del automóvil. La publicidad relacionaba los coches con la potencia sexual masculinaen las innumerables películas de Hollywood que refieren la cultura juvenil después de la Segunda Guerra Mundial, poniendo a los vehículos como la principal marca identitaria.

La historia se desarrolla en el Toronto contemporáneo de la década de los noventa, con una imagen de la ciudad, casi futurista. Además, al hilo del filme, cabe reflexionar sobre el hecho de que el diseño urbanístico de la América norte ha culminado su trasformación en función del automóvil. La película combina las localizaciones exteriores ligadas a autopistas, carreteras, aparcamientos y aeropuertos, con unos interiores de ambientación fría y funcional.

Hay un continuo de encuentros sexuales entre los protagonistas, cuya erótica se manifiesta a través de una pulsión de muerte automovilística.

A través de los accidentes-cópula, las anatomías del coche y las del ser humano se confunden y entremezclan en una fusión perfecta máquina-cuerpo: torsos a través del parabrisas, asientos salpicados de viscosos flujos o cuerpos retorcidos en posturas ajustadas al éxtasis. Algunos de los personajes se encuentran en una etapa intermedia de esta fusión, como se ve en sus cicatrices y prótesis de cuero y metal.

La secuencia cumbre en esta mixtura muestra a tres de los protagonistas en un acto sexual dentro del coche en pleno túnel de lavado.

Destaca un reparto excelente con nombres como James Spader, Holly Hunter, Elias Koteas, Debora Kara Unger o Rosanna Arquette (con prótesis y sus cicatrices).

Película desagradable, sincera y fascinante que concibe los accidentes de coche como la cópula definitiva para alcanzar el embeleso en una sociedad tecnificada.

Una obra maestra sucia, pornográfica y subversiva que construye una experiencia anómala de la sexualidad, lo que conlleva un acercamiento los abismos del ser humano.

Sólo a Cronenberg se le pudo ocurrir crear esta película inclasificable donde se mezcla sexo con accidentes automovilísticos. El público y la crítica americana y europea estuvieron profundamente divididas ante esta película atípica que para algunos es genial, para otros repulsiva y para los de más allá, carece de interés.