El tiempo todo lo cura, y todo lo olvida. Primero fue el olvido institucional, en donde proyectos se quedaron en eso, proyectos, y es que no es fácil reflotar, armar y poner en navegación lo que hacía años que dejo de ser un negocio. [El Vaporcito será descatalogado como bien de interés cultural en busca de un final digno]

Con los números en la mano, ni siquiera una empresa privada pudo salvarlo, a sabiendas de prostituirlo y hacer de él un negocio aprovechando su renombre. Luego vendrían las iniciativas populares, que quedaron en fuertes intentos y en ilusiones tiradas por la borda.

Poco a poco, pasó de la admiración al olvido, al acicate y a su más pura y vergonzosa ruina, peligrosa, además. Fea imagen de sus últimos años que debería darnos más vergüenza que orgullo.

Quiero suponer que no habrá sido ni fácil ni agradable, pero esperemos que al menos sea una corta agonía que borre pronto de nuestras retinas su último aspecto. Se van dando los primeros pasos, porque convencido estoy de que no es el final, para dejarlo descansar en paz. Mucho entiendo que se ha tardado, pero como decía, no ha debido ser fácil.



Cierto que para algunas generaciones siempre estará presente, y al menos hablaremos de él, sobre todo los que jamás surcaron las aguas con él, pero que, con lágrimas, de cocodrilo en los ojos, lamentarán que hubiéramos perdido un bien de tan incalculable valor.

La realidad es que en sus años buen servicio presto, a los ciudadanos, a los poetas, a los nostálgicos… navegó orgulloso por su bahía, soportó las críticas de quienes lo veían como medio obsoleto de transporte, reclamando mejores navíos, y ahora se marchará, contento por las muestras de cariñó, en paz por ver sus viejas cuadernas descansar por fin, y no pudriéndose a la intemperie, como hasta ahora, y es que, si lo pensamos bien, han sido el egoísmo, la burocracia, las falsas esperanzas, las ilusiones las que impidieron el olvido y el grato recuerdo.

Varado en la orilla, podrido, desvencijado, avergonzado y avergonzando, siendo algo que cualquier persona de fuera se preguntará que era “eso”… y “eso” no era, es nuestro Vaporcito, al que siempre guardaremos recuerdo, al que siempre le tendremos cariño, y el que siempre veremos, en nuestros pensamientos, surcando la bahía.

Solo espero que su final sea digno, que su última travesía sea inolvidable, sin culpas, reproches y excusas de dardo en donde la política tenga cabida… solo espero que lo enterremos en paz, le guardemos grato recuerdo, quizás, por una de tantas veces, la cordura impere, y todos los portuenses despidamos a este miembro de nuestra familia, en paz.