Nuestra ciudad se ha convertido en un faro para el turismo de ocio, nuestras calles se llenan de buenas personas deseosas de disfrutar nuestra hospitalidad, y también de otras más, por definirlas suavemente, parapollicas engreídas de una superioridad absurda. Como es natural, de todo tiene que existir, y también existe un turismo curioso, mucho más agradable, y que considero, dejado de lado.

Recientemente alguien me informó de que pasaría la mañana en Doña Blanca, me lo definió como un complejo arqueológico maravilloso, lo cual viniendo de alguien que viaja muchísimo, y que viene de allende Despeñaperros, fue un gran halago, pues puede comparar. Le entristecía el no poder visitar la necrópolis, y su pregunta es la misma que muchos nos hacemos. Tenemos un patrimonio sumamente admirado, y, abandonado a su suerte. Un diamante en bruto, una mina sin explotar.

No cabe hablar de falta de recursos, más bien parece falta de implicación, por quien, a saber, aunque indudablemente todo apunta en una sola dirección, pues tal patrimonio no puede quedar en manos de instituciones que nos sean ajenas.



Mucho ha llovido desde que Don Diego comenzara su cruzada, y todas las promesas, proyectos y sueños, han ido quedando en el fondo del cajón de turno. Más que reproches se necesitan ideas y voluntad, algo que siempre ha faltado, pues apostar por Santa Catalina, por Doña Blanca o por cualquier otra cosa que no huela a dinero fácil o propaganda barata, siempre será lo último en que pensar.

Es difícil, pero no imposible, y la prueba la tenemos en que hay un castillo en pie y en uso, pero solo porque se gestiona de forma privada, algo que nadie puede tildar de aberración cuando tenemos el que fuera de Zuloaga, por ser su propietario, que, en lugar de revertirse en la res pública, ha sido adquirido por Santiago Segura y José Mota, junto con el productor Luis Álvarez, y es que, en todos lados cuecen habas, y no es para llevarse las manos a la cabeza.

Pero volviendo a lo que más nos interesa, me duele pensar que me vaya de este mundo sin ver cumplidos los sueños del Sr Ruiz Mata, los cuales comparto, pero al paso que vamos, y viendo que ya han pasado por el consistorio gente de todos los colores, poca esperanza nos queda.

Al menos me enorgullece que haya personas de fuera que admiren nuestro patrimonio, y me avergüenza como portuense, no tener mucho más para ofrecer, porque, por suerte, hay mucho, mucho más.