Un año más, como no podía ser de otra manera, comienza la cuesta de enero, o la cuesta atrás, en donde todo cuenta, y cuesta, cada día más y mucho más. Un enero complicado, en donde debemos hacer un esfuerzo para arrancar el año, comenzar el trabajo, ¿con ilusión?, otra no nos queda.

Nos enfrentamos a un año en donde hay más gente con gripe que en los duros años del COVID, en donde el confinamiento sirvió para aborregarnos más que para protegernos. Un año en donde queda claro que no somos más que simples números, y en donde más que elegir, somos usados para conseguir llegar al poder.



No me cabe duda de que da igual lo que se vote, pues el fin justifica los medios y nos dirán lo que queremos oír para después hacer lo que les dé la gana para que puedan seguir disfrutando de esa posición privilegiada en donde no hay cuesta de enero.

Creo que este año será, sobre todo, el año en que terminaremos de convencernos de que no existen confrontación política, que da igual si somos de derecha o de izquierdas. Es un año, quizás igual que los de la última década, pero con un matiz, porque llega un año en donde, quizás de forma mucho más clara, queda claro que hay dos sociedades… la de arriba que nos manda, la de abajo que se jode.

Es el año en donde nos daremos cuenta de que unos cobran y otros pagan sosteniendo con sus impuestos a los que no trabajan. Ningún sistema es perfecto, y nos contentaremos con decir que al menos esto es dentro de lo malo lo mejor.

No si es una cuesta o una cuenta, no sé si cuesta o nos cuenta, pero sé que, como cada mañana, trataré de llegar a la noche al menos con vida y, sobre todo, feliz.

Quizás el año comience aquí y ahora, una vez que dejamos atrás los días engañosos de fiestas, en los cuales, aun trabajando, todo tiene otro color y otras luces.

Señores, aunque hace mucho tiempo que se acabó la fiesta, la fiesta se acaba, y llega el verdadero enero, así que más vale apretarse el cinturón, que llegan curvas, peligrosas.