En alguno de mis paseos suelo tomar el camino del río, hasta llegar a La Puntilla, y desde hace algunas semanas he observado que frente al monumento de Tejada se abre una excavación que deja a la luz los restos de lo que debió de ser alguna de las fortificaciones de la boca del río.

El silencio sobre ese hallazgo me sorprende, pues nunca oí hablar de esa zona, aunque tendría sentido que se situara allí alguna fortificación para proteger la entrada del río.

Me gusta imaginar lo que desconozco, y en mi mente se dibuja las aguas lamiendo sus muros, La Puntilla sin espigones ni obstáculos debía estar próxima a esa zona, y por su ubicación imagino las troneras apuntando a la bahía.



Me gusta imaginar que El Puerto tenía más importancia que la que la historia le otorga, pues, aunque Cádiz es capital, no me imagino en los siglos que nos precedieron una semi isla, aislada del continente, como centro del comercio, pues todo lo que llegaba debía hacerlo por mar, y todo lo que se destinaba a la península debía llevar por mar.

Dos estibas encarecerían los productos y la única entrada y salida por mar estaría por San Fernando.

Me gusta pensar que si Balbo creó un río navegable, con el coste que ello tendría allá por la época de los romanos, no sería por querer hacer un club náutico, o una simple puerto para invernar, sino porque era más rentable un puerto peninsular que no aislado por el mar.

Claro que los tiempos cambian, los intereses inventan y el hombre escribe la historia, pero la lógica me lleva a imaginarme un Puerto con puerto, una ciudad más fortificada, importante y de peso que la que creemos que tenemos.

Quizás a veces es más importante enterrar nuestro pasado que descubrirlo, pues lo nuevo no siempre gusta, lo nuevo a veces nos hace replantearnos el pasado, y eso, no siempre gusta.

Mejor seguiré soñando con Galeones, cañones y una ciudad, arropada por una Bahía inexpugnable, que era más el centro de la provincia que la hermana pequeña de una civilización y una cultura.