Durante estas fechas, acabando el año, tras las cenas y los buenos deseos de Navidad. Cuando, henchidos de falso amor, de cínica bonhomía –esa que nos hace amar sin medida y saludar los nuevos deseos de ser mejor persona– olemos las deyecciones de los camellos, escudándonos en los infantes para esbozar una sonrisa, comenzamos nuestra carta.

Ya un clásico son  las peticiones a políticos, escondidas en verdades sutiles e irónicas que dan muestra de cierto ingenio. Como si de una Miss de Texas se tratase, pedimos la paz, pero la de aquí, la del resto del mundo nos trae al pairo; trabajo, pero no para todos, yo primero; salud… dinero… amor… y los Reyes, ya cansados, terminan por escuchar obscenidades de todo tipo, con memes de pequeñas Pedroches con menos ropa que Chicote, que ha pasado de la XXXL al esmoquin de comunión de la sección de Mayoral.

Como cada año, los Reyes, que, aunque muchos listos no lo sepan, existen de verdad, y no usan mascarilla, se llevan la mano a la frente negando lo que escuchan y ven, y no porque se sientan defraudados, o piensen que estamos locos o ávidos de riquezas inmerecidas, porque ya nos conocen de sobra, ya nos tienen más que calados.

Se miran entre ellos, y mientras Baltasar se encoge de hombros por las bromas con los negros, y como cada año, en día tan señalado, vuelven a regalarnos lo mismo, a todos, sin distinción, en la justa medida que cada uno necesita.

Después de tantos siglos derraman dorada fuerza para seguir aguantando, es cuestión de apretar sin ahogar, por lo que nuevamente llegaremos, arrastrándonos, al final del siguiente año; ambientador potente, del que derramamos toneladas en Semana Santa, para poder soportar lo hediondo de las mentiras que todos los días nos cuentan, de todas las maldades que vemos y soportamos; y resinoso bálsamo, mezclado con vino o Coca Cola, para que los que tenemos que seguir aquí, suframos lo menos posible, y para que los que se tiene que marchar lo hagan envueltos en su paz.

Al fin y al cabo, como siempre fue, como siempre es, y pidamos lo que pidamos, nos dejarán lo de siempre, Oro, Incienso y Mirra, y como siempre nos ocurre, desde que nuestra conciencia nos llena de infantil ilusión, lamentaremos que los Reyes nos dejan lo que quieren… pero Ellos, como los Padres, dejarán siempre, siempre, siempre, lo que con sumo esfuerzo, pueden y deben… No perdamos la Ilusión, aprovechemos lo que nos dejan.