Jesús Antonio Rodríguez Morilla (Tribuna libre).- Llevamos transcurrido suficientes meses para percatarnos de los distintos protagonismos y “tarjetas de visita” que emplean Pandemia y Economía en el paisaje español tendente al descarrilamiento.

Uno de los múltiples ejemplos emocionales sobradamente conocido han sido las residencias de mayores, -como lo que está ocurriendo estos días con el brote de coronavirus en la residencia Puerto Luz, en El Puerto de Santa María- lugar equívocamente socorrido para el afectado y sus familiares, no pretendiendo ser peyorativo, para el que trata de elegir un lugar adecuado para “acomodar” a nuestros familiares directos, supuestos objetos de valor en nuestras vidas, en la confianza de mejores condiciones de supervivencia en el lugar elegido, en el cual esperarán la inexcusable visita de la Dama del Alba.

En caso de cónyuges, sí han tenido la fortuna de vivir acompañados en ese tramo final, la cercanía de ambos, les servirá al menos para observarse mutuamente, y recordar otros tiempos y también distintos tipos de durezas sufridos.

Por supuesto, que también encontrarán en su “nuevo hogar”, manutención e higiene muy básicas, pero carentes en su mayoría del afecto familiar que proporciona la convivencia o cercanía.

Insisto, no pretendo se peyorativo, pero la sociedad actual nos ha llevado a tratar a nuestros mayores en la distancia, tanto emocional como física, a través de unas reglas no escritas de un “lento y obligado sopor del olvido”.


Confieso que el autor también ha pecado en distintas ocasiones y aún sufre las visitas del remordimiento.

Me viene a la memoria una frase reciente, quizás, una de las pocas ocasiones en las que me encuentre de acuerdo con el presidente de la Organización Mundial de la Salud, (excesivamente influenciada por la política) y sus desafortunadas directrices.

No hace mucho tiempo, en una de sus ruedas de prensa, aludió, a un término, refiriéndose a las crisis por las que ha atravesado la PANDEMIA, afirmando encontrarnos en una situación de “moral bankruptcy” o “bancarrota moral”, perfectamente aplicable a la situación generalizada por la que atraviesa la Sociedad.

Miren, ya conocemos al personaje y no hay que restarle un ápice de sus hechuras políticas, pero en esta ocasión, acertaba plenamente con la calificación de sus paralelismos “amorales”, sin tener en cuenta la enorme deuda que EEUU mantiene desde hace tiempo con dicha Institución, y qué indudablemente se encontraría influyendo en su interior.

España ha sufrido lo indecible con los resultados trágicos de sus mayores y dadas las circunstancias de antaño, no hubo más remedio que aceptarlos, pero vuelven a repetirse meses más tarde, al menos en tres provincias. Es inadmisible que vuelva a ocurrir en lugares supuestamente ya acotados como las Residencias de Mayores.

¿No ha sido suficiente la masiva experiencia entre marzo-abril, para evitar que no volvieran a suceder más muertes de este tipo?

Por otro lado, siempre resultan útiles, observar qué ocurre en otras culturas: por ejemplo, las orientales, tan apegadas a sus ancianos, las cuales, siempre han tenido fama de ser sus cuidadores respetuosos e incondicionales de ellos, vamos, una especie de veneración confuciana.

Pero da la sensación según los Medios Japoneses, de tratarse de una visión estereotípica occidental del mundo oriental, pero que se encuentra surgiendo una brecha intergeneracional, dando lugar a una relación forzada y dependencia económica entre jóvenes y ancianos, la cual se vuelve desaforada entre ambos (jóvenes irritados y ancianos cascarrabias).

Parece ser, según ACCHIKEY (Cultura japonesa alternativa) que además de la de cal anterior, también existía la de arena.

Una práctica legendaria denominada ubasute, consistía en que las ancianas eran abandonadas a su suerte por sus propios familiares en la montaña KAMAKURI-YAMA, aliviando de esta forma la carga de un familiar no productivo para la familia...

Cuatro países orientales superan “la octogenariedad” en esperanza de vida, e igualmente muchos europeos, España entre ellos.

En el lado opuesto, se encuentran los que no superan los 55 años, mayormente africanos.

No hace falta ser Académico, para darse cuenta de que hemos podido vivir en plenitud del desconocimiento de la PANDEMIA en una especie de caverna de ignorancia parecida a la del mito de Platón, y a medida que se va disponiendo de los afamados PCR y TEST RÁPIDOS, aparece el periodo de la Ilustración en el mundo, no con un cuerno de abundancia benéfica como en la fábula, sino de desgracias.

Difícil de entender que a estas alturas, según el Washington Post, los estadounidenses, estudian la posible propagación del COVID-19, por no cerrar la tapa del inodoro, justificando de esta forma su predicción de 400.000 fallecidos a finales de 2020. (188.000) hasta ahora.