La noticia casi me dejó sin aliento. 310 contagiados en El Puerto eran demasiados. La sonrisa de satisfacción de quien me la daba dejaba a entender que más que preocupado estaba eufórico por llevar razón, lo que tanto advirtió se había cumplido.

Sin poder casi ni creerlo, lamenté el suceso y me quedé tomando mi café tratando de ordenar mis ideas. Con el móvil en la mano, repasé las agoreras noticias de quienes se quejaban de no poder dormir un sábado por la música del concierto (y eso que al siguiente día era domingo), y yo, que vivía en el centro, no escuché absolutamente nada.



A mi lado, tres señoras mayores, sin mascarilla, casi pudiéndose rozar las narices, y muy posiblemente ex ministras de Sanidad, se lamentaban de las aglomeraciones en las noches portuenses, sus propios hijos, muy prudentemente, habían estado en la calle Misericordia en donde la avaricia de los restauradores ponía en peligro a la especie humana, que desaparecería por culpa del alcalde y de los avariciosos. Eso sí, lo pasaron genial.

Seguí repasando mi Facebook hasta que llegó mi amigo el Bigotes. Con semejante notición estaría pletórico de poder caer encima de mí. Muy al contrario de lo que esperaba, me confirmó la existencia de 310 casos, en El Puerto de Costa Rica. Tampoco había oído nada del concierto, y eso que vivía en la calle Larga. Y por supuesto, confirmaba que había mucha gente de fuera, mucha gente en la calle, pero al igual que me pasaba a mí, los locales respetaban las medidas, se lamentaban de no poder llenar sus terrazas, pero preferían la salud, y por supuesto, había aglomeraciones en algunos puntos y en momentos puntuales.

Ambos coincidimos, extrañamente, en un punto, peor que la pandemia eran los bulos, la manipulación, y el extremismo de algunas posturas. Todas ellas se generaban y crecían en unas macetas llamadas mentiras, se regaban con los me gusta de mucha gente.

Lamentablemente esto no acabaría aquí, fotos maliciosas, verdades a medias y noticias manipuladas por interés político o morboso seguirían por las redes y es que, si hace años la prensa era el cuarto poder, manipulando información, y siendo necesario leer varios medios para sacar conclusiones objetivas; hoy, el quinto poder eran las redes sociales, en donde la información sin contrastar, las manipulaciones, los bulos y hasta el error bienintencionado podían hacer más daño del que pensamos.