Siempre lo conocí, pues desde que tengo uso de razón, me acuerdo de Rafael. Antes de tener uso de razón, solo recuerdo La Garrocha, Sanlúcar y a los Jurado y Rafael, solo recuerdo El Rocío, y a Rafael. Con él nuestras familias compartían entorno vecinal, amigos, y Rocío, siempre Rocío.

En estos días le vi partir, y solo puedo acordarme de la felicidad de todos sus hijos y familia cuando fueron todos juntos, con más hermanos que la Hermandad de Triana.

Se vuelve a marchar un referente de mi infancia, de mi vida, y con los años, voy descubriendo que es ley de vida, que es normal, y secas ya las lagrimas y desatado el nudo que se te hace en la garganta, solo queda la eterna sonrisa; el recuerdo feliz de aquellos años que nunca pasan.

Su familia, como la mía, éramos de Rocío y carretera, no de camino, éramos más de llegar el jueves a preparar la casa que de llegar el viernes o el sábado con el polvo del Camino.

Tanto su familia como la mía lidió los años buenos y los malos con la misma pasión y entereza, viendo como de sacar adelante a una familia con un negocio, los tiempos se volvían convulsos y desagradecidos, teniéndonos que reinventar.

Hoy descansa con una paz merecida, una paz que deja en forma de una enorme familia, mucho más que numerosa, y deja a una esposa, que como la de mi padre, vivirá para los suyos a la espera del reencuentro… esperemos que lejano.

Hoy, volví a sacar una vieja foto, y a mi mente acudieron su hermandad y mi hermandad, a mi mente vinieron los abrazos que nos dimos a los pies de la Señora mirándola en el altar. Hoy, mirando esa foto, veo a Fernando Fragoso, que quizás para mí fue el primero que se me fue, y el que recibió a tantos y tantos Rocieros que no quiero ni puedo nombrar, porque me faltarían hojas, pero sé que al llegar Rafael al cielo, y a toque del tamboril, mil hermanos lo esperaban y entre vivas le decían, ¡Viva la Madre de Dios!, la nube de la Placilla te espera… con Ilusión. Un abrazo Rafael.