
“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.
Hay una considerable cantidad de personajes del rock contemporáneo que se fueron precipitadamente de la vida, en muchas ocasiones por sobredosis de tóxicos o alcohol, como Janis Joplin, Kristen Pfaf, Kurt Cobain, Amy Winehouse, y un largo y desgraciado etcétera.
Hoy, a propósito, repaso dos películas de estreno: Flores para Antonio (2025), de E. Molina e I. Lacuesta; e It's Never Over, Jeff Buckley (2025), de A. Berg.
FLORES PARA ANTONIO (2025). Alba Flores, la hija del desaparecido Antonio Flores, ídolo del pop rock de su tiempo, se esfuerza en este documento por buscar la verdad de quién fue su padre. Además, Alba es la productora, inductora y conductora del documento.
Alba ansía esclarecer muchas cosas que no sabía, y que aún no sabe del todo. Qué pasó con el músico y actor Antonio Flores. También, el espectador aprende cosas de la vida y obra de uno de los hijos de Lola Flores, tan unido a ella que cuando “La Faraona” fallece en mayo de 1995, Antonio entró en otra más de sus intensas crisis y fue hallado muerto en su propia casa. Habían pasado 14 días del fallecimiento de su madre.
Isaki Lacuesta y Elena Molina, realizadoras del filme, invocan realidades y fantasmas, días felices y productivos, músicas geniales y tragedias personales, el éxito, las drogas, una familia unida en régimen de matriarcado y fisuras emocionales.
El documental tiene la forma de un enorme puzle unido por decenas de piezas halladas en los archivos familiares, que han sido montadas con sentido y sensibilidad por Molina y Lacuesta.

Aunque apenas se tocan algunos aspectos, hay secuencias como la de Alba, de espaldas a la cámara, conversando sobre su padre con sus tías Rosario y Lolita, que son ejemplo de una estremecedora intimidad.
Otro de los valores del filme es que, aunque no nos interese demasiado la música de Antonio, no deja de emocionar, más que nada por ser ejemplo de otro más de los artistas de aquel tiempo que sucumbieron en la historia de la música popular española.
Es una película homenaje a aquel músico que arropado por un clan familiar de famosos, acabó dando forma y carisma al despegue artístico de su hermana Rosario, la cual canta a menudo el tema que le compuso su hermano: “No dudaría”.

La película no cuestiona el mito, lo amplifica a partir de una especie de búsqueda en torno a dibujos, fotografías, cintas, grabaciones musicales. Se ve que hay la necesidad de sacar a la luz algo más de la persona que se esconde tras el mito.
Elena Molina e Isaki Lacuesta juegan con un collage de elementos múltiples, llevan a cabo un complejo montaje, pero en ningún momento llegan a plantear las contradicciones de una familia que se metía en los hogares españoles de la época.
Esta no puede ser una película hecha en la distancia. Está hecha desde dentro, desde el punto de vista Flores, lo cual constituye su aspecto más contradictorio, pero también su mejor hallazgo. El acierto viene determinado por el subtítulo que la define como “una película de conversaciones pendientes”.
La madre de Alba, Ana Villa, nunca ha querido figurar ni estar ante las cámaras, no ha concedido una entrevista, ni ha querido hablar de cómo fue su amor con Antonio. Más de tres décadas después ha conseguido lo que siempre quiso: vivir al margen de la vida pública.

Pero este documental de homenaje que la nieta de Lola Flores ha querido hacer a su padre, ha supuesto una catarsis personal tanto para Alba como para Ana Villa, su madre.
Ana, que siempre fue discreta, se ha dejado ver en público por primera vez desde la muerte de Antonio con motivo del estreno de este documento en el Festival de San Sebastián y en Madrid. Villa ha querido dar todo su apoyo a su hija, su gran amor, la persona a la que quiere por encima de todo.
Antonio, aquel músico importante, se fue cuando Alba tenía 8 años. Ahora, Alba es también una célebre actriz. Dejó de cantar al perder a su padre, ahora se dispone a recuperar su voz y su historia, preguntando por primera vez, ante la cámara, a sus familiares y amigos.
Alba Flores habla, por fin, de su padre en un collage de grabaciones familiares, apuntes del propio artista y recuerdos de los que estuvieron a su lado.
IT'S NEVER OVER, JEFF BUCKLEY (2025). Imágenes nunca vistas, mensajes de voz exclusivos y testimonios del círculo íntimo de Jeff Buckley dibujan un retrato del talentoso músico que murió trágicamente en 1997, habiendo publicado sólo un álbum.
La directora Amy Berg consigue un buen equilibrio, haciendo que este documental complazca a los devotos de la música de Buckley y al mismo, sirva como punto de entrada para aquellos que quizás no sepan mucho sobre él.
Buckley fue una estrella en ascenso a mediados de los noventa, y su música le valió comparaciones con Bob Dylan. Su álbum debut, "Grace", fue un éxito moderado en América del Norte, pero un éxito de taquilla en gran parte de Europa. En el momento en que murió (de un ahogamiento accidental), estaba trabajando en un segundo álbum que muchos pensaron que sería su gran paso adelante.
Después de su fallecimiento, "Grace" se convirtió en platino, mientras que su versión de "Hallelujah" de Leonard Cohen finalmente llegó al número uno y se ha convertido, posiblemente, en una de las grabaciones más icónicas de nuestra era.

La película de Berg establece el lugar de Buckley en el panteón de famosos, y su a menudo frustrante ascenso a la fama. Su compañía discográfica lo promocionó como una gran promesa, pero su primer álbum no alcanzó las expectativas.
Esta situación lo forzó a pasar tres años con una movida agenda de giras que laceró su vida personal y afectó a su salud mental.
También fue complicada su vida familiar, pues era hijo de Tim Buckley, un ícono del folk-rock que a los 28 años murió por una sobredosis de heroína, abandonando a su hijo a temprana edad. De modo que Buckley tuvo que cumplir con las expectativas de los fans de su padre, a la vez que batallaba por forjar su propia identidad musical.
En la cinta hay entrevistas a muchos amigos y allegados de Buckley, incluyendo a dos novias, la más conmovedora, a su madre, con quien mantuvo una relación intensa y cariñosa a la vez (ella chocaba con sus fans en los primeros chats de internet).

Luchó Buckley por acompasar sus ambiciones artísticas con la necesidad de un éxito comercial, que parecía resistirse. Sus fans eran apasionados, como Brad Pitt, seguidor principal y que también produce esta película.
Aun así, la responsabilidad pesaba mucho sobre él, y Berg hace un buen trabajo mostrando cómo un alma sensible como la de Jeff tuvo que lidiar con las expectativas depositadas en su carrera por una industria que lo veía como un producto comercializable.
Buckley tenía una voz impresionante, etérea y elevada, como si fuera un instrumento más del grupo. Un registro de cuatro octavas, capaz de ascender a registros más agudos con un vibrato increíblemente rápido. Voz majestuosa que podemos disfrutar en este documental. Cantaba siguiendo la tradición de los cantantes de blues negros, que cantaban en rangos femeninos como una forma de empatía y seducción.
Buckley era tan rockero como cantante hipster. Hay un clip en el documental donde alguien le pregunta cuáles son sus influencias, y él responde: «Amor, ira, depresión, alegría... y Zeppelin».

Irónicamente, al morir, se convirtió en la gallina de los huevos de oro que la compañía probablemente quería que fuera. Pero cuando vemos esta película, uno piensa los fantásticos logros que habría conseguido de haber vivido más tiempo.
Si eres como yo, que apenas había oído hablar de Jeff Buckley, esta es una buena introducción para conocer un sólido legado musical, legado que ha perdurado en los veintiocho años transcurridos desde su muerte.
En mayo de 1997, Buckley, recuperándose en Memphis de tres años de gira, se ahogó en el río Wolf. No hubo drogas, como suele ocurrir en este tipo de músicos. Según reveló el informe toxicológico, Jeff tenía una cerveza en su organismo y nada de drogas. Un trágico accidente en un contexto inquietante.
Aunque se fue prematuramente, demasiado joven, no se puede negar que su obra le ha otorgado una inmortalidad que pocos alcanzan.











