David Calleja (Tribuna libre).- En circunstancias normales ésta sería nuestra semana de Feria pero, como como ocurrió con la Semana Santa y los Patios, no hemos podido celebrar estas fiestas como tradicionalmente lo hacíamos, con esa libertad de poder decidir con quién, cuándo y cómo tomarnos una copa con un amigo.
La mezcla de cultura y tradición hacen de nuestra tierra un sitio inigualable para cualquiera de las celebraciones, en las que cambiamos por completo: la manera de vestir, de comportarnos… en definitiva de vivir. Trasladamos nuestras vidas a un recinto ferial y las casetas se convierten en nuestras casas y en cada casa encontramos uno o varios amigos.
Ser feriante se lleva en las venas; si te has criado en una peña y has visto allí pasar tu vida, tus años, entenderás lo que te digo, si no es así, nunca es tarde para conocerla y quererla.
La Feria es un plan perfecto para desconectarse sin preocuparse del reloj, de poder ver a nuestras mujeres con los trajes más hermosos, llenando de luz y color Las Banderas. Es un hábito de vida, una fiesta esperada para el que la entiende y la quiere. Quienes aprovechan los días de la Feria de Primavera para viajar a otros lugares o permanecen en la ciudad sin acercarse al mágico recinto toman una decisión muy respetable pero se pierden, sin duda, una de las semanas más bonitas de El Puerto de Santa María.
La cultura de las sevillanas, de su baile, de disfrutar de un buen cante o simplemente pasear… quizás pensando en eso y como feriante acérrimo que soy, la feria llegará con cambios en los siguientes años, de forma que cada vez sea más cómoda y hermosa, mejorando aspectos como las calles, arboledas e iluminación.
Yo tengo un sueño. Yo sueño una Feria diferente, conseguir que cada vez vengan más personas a verla. Por tener señas de identidad propias estéticamente hablando, por su nombre, su tierra y sus vinos ya es de sobra conocida, pero se torna importante remozar, estructurar y, sobre todo, hacer que esa pequeña ciudad efímera se convierta en una de las más bonitas de Andalucía.
Quiero destacar también que, más allá de la distracción y el impacto visual, la Feria crea muchos puestos de trabajo. Es por ello que querría solidarizarme con todos los feriantes, comerciantes, empresarios, bodegueros, hosteleros, decoradores, artistasflamencos, taxistas,vendedores ambulantes, costureras, tiendas de trajes de flamenca y ese largo etcétera de gremios que subsisten de esta fiesta y que, sin ninguna duda, merecen toda nuestra comprensión. Entendiendo la medida de que nuestra Feria no se celebre en condiciones normales, y considerando esa decisión correcta e indiscutible, hay que subrayar que, con independencia de gustos en torno a la fiesta, este tipo de eventos constituyen un medio de vida de muchos andaluces.
Os invito en estos días a tomar una copa de nuestro vino fino soñando con la espera de vivir de nuevo la Feria más bonita que podamos encontrar. La nuestra.