Estamos tan ocupados que a veces nos hace falta alguna celebración para acordarnos de aquellas cosas importantes que tenemos siempre a nuestro lado.
Olvidamos hasta de dónde venimos, tan ocupados de cómo estamos, en ver a dónde llegamos, olvidando que el tiempo pasa, como pasan los años, pero confiando en que solo pasa para nosotros, y nunca para aquellos que siempre estuvieron allí.
Tardamos demasiado en ver cómo nos alejamos, pero solo porque creemos que no necesitamos más aquel cordón que nos unía. Y aunque en ocasiones, de forma fría y calculadora lo pensamos, sabemos que todo llega, y que terminaremos por arrepentirnos, y aun así, como si poseídos por alguna droga estuviéramos, seguimos avanzando, alejándonos, sin mirar ni atrás ni a los lados.
Te vas dando cuenta con el tiempo, que cuanto más lejana te parecen las personas, cuanta más tierra has puesto por medio… de nada ha servido, pues sin tú quererlo ni pensarlo, has vuelto la vista atrás y ya no los ves. En esos momentos lamentas las leguas recorridas, los tiempos perdidos, las llamadas olvidadas… aquellos besos que no diste, aquella innecesaria necesidad que, sin saberlo, siempre necesitaste, aun sin querer reconocerlo.
Al final, vuelves la vista atrás, y bajando la cabeza te preguntas el porqué; preguntas sin respuesta que ya no tienen solución, pues las aguas de los ríos van pasando y nunca riegan la misma orilla dos veces.
Te detienes, te lamentas, y al volver la cabeza y no ver a nadie, te encojes de hombros y sigues tu camino… hasta el día en que te das cuenta de que jamás hay que mirar atrás, pues aquellos que te quieren, aquellos a los que te une algo más que la propia sangre, nunca se alejaron. Ese cordón invisible, indestructible, ese cordón que te dio la vida, no se cortó jamás.
Llega el día en que te das cuenta de que por mucho que te has alejado, aquella que te dio tu más preciado bien, la vida, no está detrás, sino al lado, y aunque la hayas arrastrado en tu huida, en tu avance, o en tu carrera, siempre, siempre ha estado ahí, junto a ti… tan solo tienes que girar un poco la cabeza y sonreír.