El paso del tiempo tiene el defecto de convertir lo extraordinario en rutina. Lo que ayer parecía imposible, hoy se asume como normalidad. Pero conviene no olvidar de dónde venimos para valorar lo que hoy tenemos.

Hace apenas seis años, proyectos que hoy ya son palpables eran poco más que quimeras. ¿Quién hubiera apostado entonces porque el puente rodado, vital para la movilidad y el desarrollo futuro de El Puerto, tuviera ya su proyecto en redacción? ¿O que el campo de rugby estuviera en la recta final de su construcción? ¿O que, tras décadas de abandono, el Hospital San Juan de Dios se encontrara por fin en ejecución? ¿O que la línea de costa mejorara con actuaciones como el nuevo paseo peatonal Blas de Lezo?

Pero la transformación no es solo de ladrillo y cemento: es de mentalidad. El Puerto y los portuenses, que durante años vivimos de espaldas al río, contamos ya con un paseo fluvial que nos reconcilia con nuestra historia y hemos enterrado, por fin, la expresión de “El Muerto de Santa María”.



El Puerto que vivimos hoy también se mide en cultura y ocio. Hace seis años nos resignábamos a ver cómo ciertos eventos pasaban de largo, y hoy celebramos competiciones gastronómicas, conciertos o ferias que sitúan a la ciudad en el calendario nacional. Por no hablar de cuando los portuenses iban a localidades vecinas a ver la cabalgata, y ahora somos referencia en la provincia. La temporada taurina, con el doble de festejos que entonces, confirma que nuestra plaza ha recuperado pulso.

Y lo mismo ocurre con el patrimonio: lo que antes era una sala en la calle Pagador a la que avergonzaba llamar museo se ha transformado en un auténtico Museo de Historia en el Hospitalito. La Fundación Muñoz Seca ha sido recuperada y la Fundación Alberti vive un nuevo resurgir.

Ese cambio se nota incluso en el plano político. Hoy los debates giran en torno a si proyectos de gran envergadura, como el Sportech del Cádiz CF, deben o no implantarse en la ciudad. No es un detalle menor: hace seis años El Puerto ni siquiera lograba entrar en la pugna por inversiones de este calibre. Las oportunidades nos pasaban de largo —como ocurrió con Luz Shopping, Área Sur o el Concert Music Festival—. Ahora, en cambio, hemos conseguido que la ciudad esté dentro del radar, que se nos tenga en cuenta, hasta el punto de que la oposición se permite opinar sobre si quiere o no que El Puerto acoja estos proyectos.

Conviene recordarlo porque el éxito nunca es automático. Nada garantiza que las cosas “irían igual de bien” con cualquier equipo de gobierno. El progreso es siempre el resultado de decisiones, de prioridades claras y de la voluntad de no dar las cosas por descontado.

Y ahí radica el verdadero valor de mirar atrás. Porque solo cuando recordamos lo que fuimos somos capaces de valorar lo que hoy somos. Si algo debe enseñarnos este presente es que nada está garantizado y que lo que hoy parece normalidad ayer fue una conquista. Solo así podremos dimensionar la magnitud de lo avanzado, porque lo que ayer parecía imposible, hoy es El Puerto que vivimos.