La polémica está servida, y es que, quien tanto diera que hablar, vuelve  a ocupar portadas. Cada cual tiene forjada su opinión, pero es innegable que durante 16 años rigió el destino de esta ciudad, y a gusto de muchos.

El origen fue muy parecido al final, y es que cuando era concejal del que ahora es el Partido Popular, entonces, Alianza Popular, su apoyo y sus famosas concesiones para que familias obtuvieran luz y agua, le llevaron a una expulsión.

Fue el comienzo de una demostración, unió a personas de muy distinto matiz político, unió a muchos, y se ganó el odio de quienes siempre decían que no se podía hacer. Sí se pudo, lo hizo, gobernó, con todos y para todos.



Durante esos dieciséis años El Puerto se convirtió en la llamada locomotora de la provincia, un Puerto que se llenó de vida, y como no, de personajillos que hicieron su agosto a la sombra de un alcalde peculiar donde los hubiera.

Realmente, sus detractores tan solo pueden recriminarle chismes y las condenas, pero que condenas… cada cual que se saque sus consecuencias. Si analizamos su trayectoria y su trabajo, y su presente, tan solo quedaría la envidia. Jamás se puede ser sal de todos los platos, y es, incluso normal, la crítica destructiva contra quien no gobierne bajo nuestro mismo signo.

El actual homenaje, de la mano de los mismos que en su día le expulsaron, de la mano de los mismos que, él, desterró de la vida política puede ser merecido o no, pero sí es necesario.

Su nombre siempre estará ligado a esta ciudad, sus salidas de tono, sus impertinencias, su esfuerzo, su imperfección, su mano siempre tendida y la puerta de su despacho abierta, siempre quedarán en el recuerdo de todos, la mayoría, con agradecimiento y grato recuerdo, para otros con un envenenado odio, injustificado y que apenas se sostiene.

Me quedo con El Puerto, con la ciudad que gobernó de manera eficaz, rozando a veces fronteras peligrosas, pero es que, desde entonces, y hasta ahora, quien no se mueve, quien no arriesga, quien sigue adelante a pesar de la crítica, el insulto y el rasgar de vestiduras, es el que avanza, y en esta ciudad hemos tenido claros ejemplos de los que se mueven y de los que no, y Don Hernán, se movía, y al fin y al cabo, nadie, sino la ciudad, lo sentó en la Alcaldía, durante mucho tiempo.