Siempre me gustó septiembre. Todo está más accesible, los turistas, los visitantes, todos los que no disfrutan de la ciudad, se han marchado, solo quedamos, los que aquí vivimos y aquellos que buscan la tranquilidad de un extraño mes.

El calor, la lluvia, las primeras prendas de abrigo, todos se dan la mano, y poco a poco, nos preparamos para el frío que vendrá. Septiembre siempre me gustó. Incluso para visitar otros lugares, en donde, como aquí, ya no hay demasiada gente.



Aparte de esa tranquilidad, El Puerto, aunque parece olvidarlo, es ciudad que despierta con la vendimia. Tan vinculados como estamos al vino, tanto que le debemos a ese oro líquido, y siempre nos olvidamos. Como salpicaduras en la historia, recuerdo, como algo lejano en mis recuerdos, fiestas de la vendimia, alguna que otra celebración, mezcladas con la patrona, confundiendo la vendimia con las fiestas patronales, y es que, curiosamente, ciudades tan vinculadas al vino, como puede ser Jerez, también vinculan a  su patrona con la vendimia.

San Dionisio, santo con tan dionisiaco nombre, y su patrona, abren y cierran la vendimia en esa no tan lejana ciudad, que erróneamente se adueña del vino como algo propio y exclusivo.

Mientras tanto, aquí, el Milagro de la fermentación abre la vendimia, pero nada se festeja, excepto el Milagro. Quizás la ciudad necesite reivindicar su vinculación al vino, quizás ya no se vendimie como antes, aunque algunos pagos de la zona sigan siendo importantes para el mundo del vino, pero si conservamos un patrimonio vinícola importante, y dada la actual afición de la ciudad por encontrar el filón turístico empresarial en todo evento, se extraña que aun no tengamos una cabalgata de la vendimia con su reina. Quizás va siendo hora de que a alguien se le ocurra rescatar de los cestos llenos de uvas a su reina, porque, al fin y al cabo, todo genera, mueve y nos hace sonreír.

Por mi parte prefiero una reina de la vendimia que la reina de la estrella del sur; prefiero una velada con pisa de la uva, aunque aquí ya solo nos pisemos solo unos a otros; prefiero festejar el principio de la vida que la hora de los muertos, porque al fin y al cabo, a veces olvidamos que aquí somos más de Vendimia y Tenorio que de muertos vivientes.