“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

La filmografía dedicada al cine social es amplia con obras muy buenas. Cine con capacidad para movilizarnos interiormente, porque cuenta historias veraces, creíbles y que claman al cielo por injustas. Cine que intenta poner en pantalla a personajes y situaciones que podemos identificar en nuestra realidad cotidiana y que provoca, ora la irritación del espectador, ora sentimientos de piedad por personajes humildes que apenas aspiran a una vida decorosa.

Pero también, estas situaciones pueden provocar la contestación y la rebeldía. La psicología social advierte del riesgo de que se disparen la violencia y las movilizaciones sociales cuando se “perciben injusticias”. Cuando las personas nos encontramos frente a un poder político o de gobierno injusto, la agresividad social se dispara.

Como dijo James T. Tedeschi, el “poder”, cuando es utilizado para manipular a las personas, cuando fuerza el comportamiento por caminos indignos, la consecuencia directa es el malestar y la violencia. La irritación y la cólera, pues, está relacionada con la vivencia y la percepción de abuso hacia los demás.

Los estilos de gobierno y conducción competitivos y excluyentes sitúan a los más vulnerables en el “margen” de la vida y de las oportunidades. Lo podemos observar en una familia con un padre déspota; en una comunidad de vecinos cuando con un presidente tirano; en un Ayuntamiento o en el poder político de un Estado, cuando el mandatario es un facineroso y un manipulador.

A modo de preámbulo, abro con algunas películas e ideas que fueron precursoras del tema que hoy abordo.

LAS UVAS DE LA IRA (1940). En la conocida película de John Ford, adaptación la novela de Steinbeck, Tom Joad (Henry Fonda) vuelve a su casa tras dos años de cárcel. Pero la ilusión de volver se transforma en frustración al ver cómo los expulsan de sus tierras.

Para encontrar una vida mejor y huir del hambre y la miseria emprende, toda la familia un largo y penoso viaje hasta California, buscando la tierra prometida.

En una hermosa y lírica despedida del filme se puede escuchar a Henry Fonda clamar: “Donde haya una posibilidad de que los hambrientos coman, allí estaré; donde haya un hombre que sufre, allí estaré (…) allí donde haya injusticia, sufrimiento, gente acorralada, estaré yo”.

 

Un canto a la dignidad de los desamparados que durante la Gran Depresión norteamericana pusieron rumbo con tesón a un incierto porvenir. Y es también una lección de cine llena de escenas de esplendorosa belleza y amargura.

No hay un solo plano descuidado o rutinario, pues es una obra basada en la experiencia real y el sentimiento. La Fotografía de Gregg Toland captura la rigurosa sencillez de los inmigrantes, pobres y con el caudal de esperanza limitado.

Película imprescindible y un drama absorbente y tenso, realista y con una importante carga de pirotecnia social y política.

 

LOS VIAJES DE SULLIVAN (1941), de Preston Sturges, es también una cinta en la cual un director de cine, John L. Sullivan, harto de hacer cine comercial, desea rodar una película comprometida con la realidad social del país, la miseria y el sufrimiento.

Para ello se viste como un pordiosero y se embarca en una aventura insólita recorriendo el país sin dinero y sin recursos para experimentar qué es la pobreza. Disfrazado de vagabundo antes de empezar a rodar; vivir la carencia y la necesidad para que su filme resulte auténtico y veraz, lo que concluye en denuncia y sátira social.

 

 

 

INTERNADOS: ENSAYO SOBRE LA SITUACIÓN SOCIAL DE LOS ENFERMOS MENTALES (1961). En otro orden distinto, el sociólogo Erving Goffman vivió las miserias y humillaciones con los enfermos mentales que vivían en los antiguos manicomios y fruto de sus observaciones alumbró esta obra que es ya clásica para la Psicología y la Sociología.

 

 

 

 

 

 

 

NAZARÍN (1959). Algo equivalente ocurre en esta película de Luís Buñuel (novela de B. P. Galdós), en la cual el protagonista, el padre Nazario (Rabal), comparte su pobreza con los menesterosos que se va encontrando en su camino.

La película constituye una fábula sobre cómo sería la vida de Jesucristo, si viviera en la actualidad, los conflictos que crearía, el enfrentamiento que tendría con la Iglesia, el rechazo que provocaría y su condena a una vida de exclusión, humillación y pasión.

Nazarín en lugar de provocar efectos positivos, levanta reacciones belicosas, airadas y amenazadoras.

Al finalizar su desolador viaje, según su concepto de la caridad cristiana, se sentirá dolido, confuso y dubitativo tras sus duras vivencias con una sociedad agresiva y de moral discutible.

 

EL CINE SOCIAL HOY. Ya he comentado en esta misma sección obras sociales del cine actual: sobre Ken Loach en Crítica social de Loach; de Costa Gavras y Loach, en Malos tiempos para la Lírica; o de los hermanos Dardenne y Enmanuel Carrère en Precariedad laboral y descarte social.

Capítulos de un cine que habla de personajes cuya subsistencia es difícil, amenazados, timados, lanzados a la intemperie sin piedad.

Sirvan estos ejemplos a modo de preámbulo para la película que ahora comento, cuyo estreno vuelve a evidenciar las injusticias que no por comunes dejan de ser lamentables.

EN LOS MÁRGENES (2022). Nuestro director Juan Diego Botto, que no puede negar su influencia de los Dardenne o Loach, da fe en esta cinta, que ha visto las pelis de los maestros mencionados, pero su película dista de alcanzar su nivel o como dice Martínez, queda en “un simple grito”.

La película de Botto, aun siendo ficción, está tejida con elementos sacados de la realidad, por ello resulta franca, y aunque su grito es un poco afónico, es nítido.

La cinta es algo confusa, entre lo que no es aceptable y que a la vez se ha convertido en usual, de lo que a fuerza de cotidiano ha dejado de lastimar los ánimos y los corazones: los desahucios.

Es un filme iracundo y emotivo, irregular y turbado, parece documentado, pero deviene naif. Finalmente, lo que lo mantiene a flote es la emotividad y la enjundia de los actores, cierta disposición de verdad y la claridad de la actitud. Una obra que está en el bando apropiado según la protesta social y todo eso, y apegado a un mundo despiadado y cínico.

Pero pierde en el afán por contarlo todo o la imposible aspiración por presentar a cada personaje en custodio de una verdad última y casi sagrada, pecando a veces el guion de cierta extrema voluntad de verismo.

El filme cuenta la historia de tres personajes que en 24 horas van a ser desahuciados. El personaje de Cruz es desahuciado junto con su familia. Explora el efecto que esa situación de estrés económico tiene sobre las relaciones personales, con su esposo, su hija pequeña, y cómo el afecto y la solidaridad pueden ser un motor para salir adelante o al menos de consuelo (como se podía leer en el libro de Elliot Aronson: El animal social: “la desgracia busca compañeros desgraciados”). O sea, el afecto grupal como antídoto contra el dolor y razón de consuelo.

El abogado, interpretado por Tosar, corre de manera desesperada por los laberintos de la burocracia para que una madre no pierda a su hija, cual personaje mitad santo mitad héroe secular dedicado a causas nobles e imposibles, que le condena a un celibato y repudio de su pareja, en vez de a un desahucio. Y no hay que olvidar a Christian Checa como el hijastro, al que se le pega la filantropía del padrastro. Font García afronta el terrible final de su madre, que le había avalado con su vivienda un negocio ruinoso.

Si la Cruz dijo estar impactada por la lista de desgracias que le contó una mujer. El director confiesa: "Mis procesos de escritura son largos, pero en este caso, había tanto qué contar y tantas vidas que meter dentro que se hizo casi eterno"; como sobrepasado.

La cámara se mueve agitada y nerviosa. Por momentos hay demasiada teatralidad y todo queda detenido en un rostro desolado. Pero siempre, y pese a las irregularidades y dudas, queda la certeza de lo evidente; el rigor de lo injustamente invisible. Y la película pone estadísticas: En España hay 41.000 desahucios al año, más de 100 al día...

Como ha declarado Botto: “Cuando escribo, solo pienso en lo que me interesa y lo que me conmueve, nada más. Y a posteriori me doy cuenta de que siempre me salen historias desde abajo, de gente sin cargos, ni corbatas ni poder”.

Botto no es de los que se calla y de ahí que su película vaya por frente y por derecho, con honestidad, enfocando aspectos de la realidad que otras cintas no abordan, desvelando injusticias: desalojos, inmigración, crisis financiera y crisis personal, asuntos muy actuales, angustiosos, de esos que hacen trabajar a la conciencia.

Así y todo, la obra no está en lo alto del gusto compositivo, aunque tiene un montaje consistente, que mantiene cierta intensidad en el metraje. Pero por algún lado pierde.

Destacan los excelentes trabajos actorales que logra un Tosar desbordante de humanidad y una Penélope Cruz contenida y eficiente. Él en su rol de dolorido abogado de causas perdidas y ella como empleada de supermercado en lucha por su piso y su familia.

Y los dos principales protagonistas son complementados por unos buenos actores de reparto, como el propio Botto, que se reserva un papel poco agradecido como esposo de la Cruz, junto a Adelfa Calvo, muy bien como la madre sola y esquivada por un hijo mal inversor, en una escena contra la cámara realmente conmovedora; o Christian Checa, estupendo como el hijastro del abogado. Y más: Aixa Villagrán, Font García, Nur Levi, María Isabel Díaz, Javier Perdiguero, Fabrice Boutique e Irene Royo.

Esta película es el debut tras las cámaras de Juan Diego Botto, actor argentino que conoce la industria del cine desde niño. Botto es también coguionista y parte del reparto. Lo que quiere decir que ha estado implicado en todo el proceso creativo del proyecto. No dudo que había en Botto la convicción de que tenía algo que contar en esta película.

Publicado en ENCADENADOS.