Jesús Graván.- Érase una vez una familia con cinco hijos: tres niñas y dos niños de: trece, once, siete, cuatro y tres añitos. La familia vivía de alquiler en un pisito de la humilde y obrera barriada de La Vid en El Puerto de Santa María, antiguo Puerto de Menesteo. Pero un aciago día de septiembre de 2020, Vulcano apareció con su bastón lleno de llamas y lo arrasó todo; convirtiendo su modesto hogar, en una fragua yerma y asolada.

La familia, desamparada y sin recursos (pues su padre, Fernando, y su madre, Isabel, llevan mucho tiempo desempleados y buscándose la vida como pueden) no tuvo otro remedio que pedir ayuda.

Al principio recibieron la ayuda de familiares cercanos: “Será una cosa temporal”, se intentaban convencer. Aun así, para no sobrecargarlos, pues ellos también disponían de escasos recursos económicos, y no vivir a la intemperie, se lanzaron a intentar conseguir un nuevo hogar. Para ello, acudieron al dios Ayuntamiento, el cual, alardeaba de disponer de una varita mágica para conceder a todos sus ciudadanos, aquello que desearan. También disponía de unas sagradas escrituras que en su artículo 37 rezaban: “Todo el mundo tiene derecho a una vivienda digna”. Pero el dios Ayuntamiento, no sacó ninguna varita, y para sorpresa de nuestra familia, los ubicó en un albergue social, junto a otras personas sin hogar y otras personas vulnerables, a la espera de poder ofrecerles algo mejor: “una vivienda nueva no os podemos conceder, pero si encontráis un piso de alquiler, oslo pagamos”, le dijo a Fernando el dios ayuntamiento. Una trampa mortal, porque ningún propietario se fía de los pagos del dios Ayuntamiento, que es muy mal pagador. Así que en ese inhóspito lugar llevan ya ocho interminables meses, donde su padre apenas duerme por las noches para cuidar y proteger a sus hijos; y donde su madre ya no está, porque la directora del albergue la expulsó tras un conflicto mal resuelto.



El cuento, que lamentablemente no es cuento, es en realidad una madre que vive en la calle sin sus hijos y un padre que vive con ellos en el albergue y que apenas duerme. Unos hijos que tienen nombre: Mayra Isabel, Wilfrado, Edwin, Neli Manuela y Rosaura; y que no están cubiertos de todas sus necesidades, comen siempre en el albergue y se están criando en un ambiente poco adecuado para ellos, rodeado de personas extrañas donde están perdiendo su infancia, su inocencia y su dignidad. Algo, que ya uno de ellos pierde, doblemente, con sus agudos ataques de epilepsia. Yo soy padre de dos hijas y no quisiera verme en esta situación por nada del mundo.

La cruda realidad es que, al no existir un parque de vivienda social amplio en el Puerto, ni tampoco un proyecto político de vivienda municipal pública sólido, sólo una humilde profesora jubilada del colegio “La salle”, que les daba clases a sus hijos/as, les está ayudando. Ya que los profesionales de los Servicios Sociales del Ayuntamiento sólo son peones y hacen lo que pueden con los escasos recursos de los que disponen.

Después de tocar a todas las puertas de la administración y a los partidos políticos, y no haber obtenido la respuesta esperada, ha puesto en marcha una campaña solidaria para poder comprarles una vivienda, un piso que han encontrado por 15.000 €. Así que, ya que los que lo tienen que hacer no lo hacen (los políticos que nos gobiernan) y sus promesas son humo, pues hasta el propio alcalde dejó a Fernando hablando con su chófer y se lavó las manos, una vez más, en plena crisis sanitaria y económica, entre todas las personas de a pie, todas las personas corrientes, podemos salvar a esta familia y ofrecerles un techo digno bajo el que vivir.

El número de cuenta es el: ES1900491213042710067683, del Banco Santander. Al parecer, lo de conseguir un número de cuenta para las donaciones, también ha sido otra odisea. Hagamos entre todos las cosas más fáciles. Sé que son tiempos difíciles, pero ya hemos demostrado de lo que somos capaces cuando queremos. Con un granito de arena que aportemos cada uno, podemos conseguirlo. ¡No hay camino para la solidaridad, la solidaridad es el camino! ¡Entre tod@s, podemos!