El nuevo año me afianzó en caminar. Era como algo necesario para mí, tanto como comer o beber. Al principio siempre seguía rutas conocidas, casi siempre bordeando el río y tomando La Puntilla para subir por los enamorados.

Un día decidí continuar hacia el Puerto Deportivo pero el aburrimiento, y el deseo de caminar cada vez más, me llevaron a descubrir Santa Catalina.

Así, un buen día, casi sin percatarme, descubrí que tras la muralla que se veía desde la playa había una fortificación. Mi imaginación, la reconstruyó, la habitó, y me emocionó. Sus viejos sillares me trajeron recuerdos de mi tierra, las troneras me la elevaron a categoría de fortaleza, erguida frente al mar, defendiendo la costa.



Tanto me impresionó que me propuse descubrir más de ella. Pero en estos momentos, mientras recuerdo como me senté frente al mar en uno de sus muros, no paro de preguntarme el porqué del abandono. Por qué semejante maravilla, cuajada de historia, y con unas vistas fantásticas no ocupaba un papel prominente en la ciudad. Por qué no estaba limpia de maleza, porque se escondía tan bella imagen a los ojos de los paseantes. Qué extraño pasado obligaba a que nadie se preocupara de aquel gallardo edificio.

La pena de ver un testigo singular de la historia de la ciudad sumido en el abandono me entristeció. Durante un rato me asomé a sus troneras dejándome llevar por la imaginación. La reconstruí mentalmente, y me dejé llevar por el sonido de las olas. Mi Puntilla palidecía son semejante descubrimiento, pues para mí, forastero, y sin derecho a exigir nada, me resultaba atípico el abandono. Y así, abandonando aquel reducto de heroísmo, volví sobre mis pasos, echando la vista atrás de tramo en tramo, buscándola con la mirada entre la maleza.

Llegué a un punto en el que pude ver la muralla, cercano al pueblo de mil colores, y desde allí pude ver la importancia de la construcción, la muralla, majestuosa e imponente, se me quedaba pequeña con lo que mis ojos imaginaban. Bajé a la playa, y allí decidí volver a la puesta de sol para ver los colores de semejante maravilla.

Sobre el autor: Paolo Vertemati representa a un personaje ficticio, un extranjero que ha venido a El Puerto de Santa María, y a través de sus capítulos narra a modo novelesco sus sensaciones y experiencias con las tradiciones y la propia idiosincrasia del lugar, con historias entre reales e imaginarias. [Lee aquí los anteriores capítulos]