Había un oloroso en El Puerto criado con mucho cariño por la familia bodeguera de Cuvillo denominado Sangre y Trabajadero. Un placer para el paladar. Sangre, por el nombre de la calle próxima a la plaza de abastos, en la que abundaban los carniceros. Y trabajadero por la denominación que tenía la fábrica de botas o tonelería de la bodega. Más de una tertulia disfruté con una copa de este oloroso. Y también en Casa Lucas, frente a la zapatería Gilabert, donde el fino Menesteo dominaba entre los buenos caldos del marco de Jerez. Allí conocí a José Brion en cuya tarjeta de visita ponía bajo su nombre: “ná de ná”. Ambos vinos se perdieron, porque el actual Sangre y Trabajadero no se aproxima al que se envejecía en la calle Moreno de Mora.

Sangre derramó ayer sobre el ruedo portuense el torero Daniel Luque. Ante el quinto de la tarde, el único que se dejó torear y sin picar, el diestro de Gerena lo citó en largo. El toro pedía distancia y así lo entendió Luque. En esos terrenos hay mucha verdad. Y tras dos buenas series por el derecho, al tomar la muleta con la izquierda, el de Montalvo se fue al bulto, sin atender al engaño, y le propinó un cornalón en los intestinos. La faena estaba en el epílogo y apuntaba a puerta grande, porque Luque desparramó Sangre y Trabajadero, pero de Cuvillo. Sangre y Trabajadero de autenticidad, de verdad, y de entrega. En el segundo de la tarde, Luque cortó una oreja, ante un toro que manseaba como toda la corrida, pero en la que el torero siempre dio la cara y pudo sacar a base de porfía, lo poco que tenía el animal.



Diego Urdiales, nuevo en esta plaza a pesar de llevar veinticuatro años de alternativa, fue el sustituto del convaleciente Cayetano. Ungido por Curro Romero, quien llegó a catalogarlo como “uno de los toreros con más pureza del escalafón”, le tocó en suerte el peor lote, pero en los pocos momentos lucidos de su trasteo con capote y muleta, pudimos saborear el buen concepto del toreo que atesora. Sin duda habrá que verle de nuevo por estos lares, pero ayer no hubo manera. Y “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”, como dijo El Guerra.

A Sebastián Castella también le tocó bailar con los más feos. En su primero lanceó a la verónica con gusto, y en el trasteo de muleta pudo bajar la mano con el único toro que humilló con más claridad. Por el izquierdo no quiso pelea. El quinto derrotaba en cada muletazo y Castella optó por someterlo por abajo consiguiendo tandas con más calado en el aficionado.

Sangre y Trabajadero, el auténtico es el que se degustó ayer en la plaza. Hoy se cierra el ciclo con un cartel a priori muy del gusto del aficionado. Esperemos que la bota, la de Cuvillo, siga regando el ruedo con su solera. La fiesta necesita autenticidad. Nada de sucedáneos.

 

FICHA DEL FESTEJO

Toros de Montalvo. Bien presentados. Mansos. Menos de un cuarto de plaza.

DIEGO URDIALES: Dos pinchazos y estocada (ovación y saludos); estocada atravesada (ovación y saludos); dos pinchazos y estocada (silencio).

SEBASTIÁN CASTELLA: Pinchazo y estocada (oreja); estocada baja y descabello (ovación y saludos).

DANIEL LUQUE: Estocada desprendida (oreja)