Hoy es Viernes Santo, se acerca la Resurrección, pues es mejor fomentar la esperanza que la muerte.

Hoy, día de luto, para todos, no solo para los Cristianos, porque hoy, pocos nos libramos de llorar a alguien, directo o indirecto. El número de muertes, nunca es asumible, y aunque nuestra vida está plagada de llantos en algún que otro momento, las jornadas de reflexión nos llevan a lamentarlas y sentirlas aun más.

Hoy sentimos más que nunca la dolorosa Soledad, el desafío hacia la muerte que a veces afrontamos a solas, porque a nadie podemos llorar, hemos de hacerlo desde la distancia.

La Soledad se anida en nosotros ahora más que nunca, empalizando y comprendiendo a quienes están… en Soledad. Eso nos llevará a postrarnos ante la Verdadera Cruz, que no es un símbolo de madera, no es un nombre, no es algo material, hoy descubrimos que la verdadera cruz es algo más allá de la realidad cristiana, algo que alcanza, con otros nombres no solo a los creyentes.

Hoy es la pesada carga que soportamos, la impotencia, el dolor, el estar en uno u otro bando convencido de nuestra propia razón, cuando la verdad es que todos, en nuestro lado, soportamos por igual la incertidumbre.

La verdad, la verdad, es que estamos a solas con nuestro propio yo, quizás, acompañados, pero desde el primero al último de los seres humanos con conciencia propia se enfrenta a ella. El problema de un curso perdido, el no saber qué ocurrirá; carreras que empezarían y que ahora desconocemos que ocurrirá; trabajo, que volverá pero cómo, negocios, que continuarán, pero cuándo… Nuestra verdadera cruz, o peso, no es un símbolo, es una realidad marcada por la incertidumbre, que también soportan quienes toman las decisiones, que también soportan quienes deben aprobarlas o rechazarlas, desconociendo las consecuencias que tendrán en un futuro, y las cuentas que se les pedirán. 

La soledad es hoy la incertidumbre, la falta de control y su cruz o su peso, el no saber que lo que hacemos está bien o mal.