Martes Santo, las calles se llenan de Misericordia frente a los miles de Cautivos, que llenos de Dolor ven con amargura los tiempos vividos, implorando Piedad.
Hoy las calles no verán cara a cara los ojos misericordiosos de su Cristo en el madero, hoy, todos, los que creen y los que dicen en nada creer, tendrán su particular cruz, su especial confinamiento, su sacrificio a veces incomprensible, pero necesario.
Pero si alguna imagen reflejara el cierre de este día será la sensación de impotencia, con las manos atadas asistiremos impasibles a unos acontecimientos en el que se nos piden sacrificios que a veces no entenderemos.
Cautivos de nosotros mismos, confinados, mostraremos mansedumbre, miedo y rabia, ante todo porque, como ya ocurriera, la terquedad y el fanatismo se adueñan y abusan intentando imponer criterios.
Nada podemos hacer, excepto esperar mansamente. Tras de nosotros, tras esa cautiva esperanza, el Dolor, el mayor Dolor y el Sacrificio, Dolor ante la situación, antes las personas que se van, ante la lejanía, ante la distancia solo salvable mediante las nuevas tecnologías.
Dolor por los besos no dados, por los abrazos perdidos, por las risas y las lágrimas derramadas. Sacrificados, atados a un sacrificio que nos impide trabajar, sacrificados ante el temor de la incertidumbre de quienes lanzan proclamas políticas. Sacrificados misericordes frente a la impotencia.
Hoy, Martes Santo, más que nunca somos conscientes del DOLOR, damos sentido y significados al SACRIFICIO, y quizás, por primera vez en nuestras vidas, sabemos lo que significa CAUTIVO. Hoy, Martes Santo, la MISERICORIDA está en nuestra mente, hoy creyentes y no creyentes entendemos más que nunca el sentido de la PIEDAD. Hoy, todos somos Cautivos…