Alfonso Bello.- Misericordia, Señor, hemos pecado. Y es que hoy es una tarde de las grandes en El Puerto. De Hermandades populares. De las que bajas por calle San Sebastián entre capirotes rojos y velillos morados. Tarde de cambios, esperando recuperar de nuevo lo que en cada generación se conoció, que es al Señor de Ovando con Cornetas y Tambores, y Agrupación Musical. Creo que los de mi generación siguen soñando el deleite de años recientes con la excelente Banda de Arriate tras el Crucificado…
Y es que, hablando de mi generación, sigue siendo inevitable recordar el cambio, cuando la memoria (con las vetas del VHS incluidas) te evoca al momento de ver asomar los hachones color tiniebla, y el paso rectilíneo de estilo “Estudiantes” con faldones bordados en plata que le daban ese toque tan sobrio al Señor.
Una salida con sutiles costeros a tierra y una revirá eterna tras bajar la rampa dejan paso al palio de la Piedad, que este año sus hermanos deseaban mostrar a El Puerto tras su restauración, más orgullosos que nunca.
Pero no solo en El Puerto eran cerillitos los portuenses. Las almenas del Castillo de San Marcos se engalanaban de rojo y marfil para el Señor de los labios entreabiertos en su eterna expiración. Las manos del crucificado se entrelazan un Martes Santo más con sus murallas entre palmeras y el incienso, regalando al cofrade uno de los momentos más esperados de nuestra Semana Santa. Y es que no puedo dejar de recordar a su Grupo Joven, que cada día del año recuerda a su “tierra santa”. A Jaime, Jose, Pirri, Javi, Rocío, María, Iván y a todos los que conformáis esa nutrida juventud, defensora de la Piedad de Vida.
Y es que es a Ella, a la Señorita de Martes Santo, a quienes esperaréis cuando el Señor decida acabar su revirá eterna hacia calle Cañas, cada uno desde vuestro tradicional sitio. Y cuando las almenas del Castillo se despidan un año más de Ella, vuestros corazones esperarán la calle Conejitos como preámbulo final de un Martes Santo que no se pudo vivir, pero nunca olvidareis. Y no lo haréis porque no descansaréis otro año más, hasta que un nuevo y bendito día sea el culmen de trabajo de no uno, sino dos años. Seguir soñando mientras el manto de la Piedad ya se pierde por calle Durango buscando la Prioral, dejando un año más vuestros mejores sueños en cada balcón de la calle Conejitos, esencia y bandera del corazón cerillito…
Juan de Mesa.- Martes de Cautivo y de Dolor, Martes de silencio, esa hermandad que mantiene su sello propio desde sus inicios, entre los cofrades sabemos que el Puerto algunas veces no termina de saber bien lo que es una hermandad “seria” y una que no lo es, y bien es sabido la de veces que se aplaude o se comporta la gente de manera inapropiada a la hora de pasar una cofradía por las calles. Quizás sea el dolor y sacrificio la que si haga la excepción allá por donde vaya.
De las salidas más esperadas en la Semana Santa Portuense, el público espera en la plaza España y a todo lo largo de la calle palacios, entre barullos de niños con trompetas y tambores, y es ahí cuando a las ocho de la tarde se abren las puertas de la basílica y el silencio se apodera de todo el mundo, sale esa larga fila de nazarenos perfectamente recogidos y agrupados y solo se oye la voz de una horquilla que suena al caminar de las andas de Jesús cautivo y su madre.
Su particular caminar hace de esta hermandad un susurro de vaivenes por las calles de nuestro centro, buscando siempre el calor de su barrio, El Barrio alto, un barrio desfavorecido con sed y hambre de alimentarse con la bella estampa del Cristo maniatado y de una madre que bendice las casas con sus manos entrelazadas.
Me llama particularmente la atención el testimonio de un fiel devoto, que todos los años espera a su hermandad en su silla de ruedas en la parte alta del callejón Espelete, no puede caminar, ni hablar por su condición física, pero no es impedimento para su larga conversación con la mirada que mantiene con el Señor y la Virgen al paso por su casa.
La calle yerba, Santa Fe, calles que todos los vecinos salen de sus casas buscando el silencio y el recogimiento de la noche, viendo a lo lejos como se va cerrando la jornada con la voz de la horquilla, el humo del incienso abriéndose por la plaza de San Juan y el suave caminar de los dos pasos, buscando la calle Cruces y San Sebastián, hace del martes una estampa de silencio, meditación y sobre todo oración.
