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En capítulos anteriores de esta sección ya me he referido al tema de las religiosas católicas o monjas. Se puede leer en Monjas con gracia. También me he referido al tema espiritualidad, como en tiempo de espiritualidad, o La espiritualidad en películas.

En esta entrega me referiré a dos grandes obras, el estreno Los domingos (2025), de A. Ruiz de Azúa; y Historia de una monja (1959), de F. Zinneman.

LOS DOMINGOS (2025). En el centro de la historia está Ainara (Soroa), una estudiante interna de 17 años, una joven idealista y brillante que está por decidir que? carrera universitaria estudiara?. Eso es lo que espera su familia.

Pero la joven manifiesta que se siente cada vez más cerca de Dios y que se plantea abrazar la vida de monja de clausura. Desde luego, la noticia toma por sorpresa a sus familiares y allegados, provocando serias fisuras y significando una prueba de fuego para todos.

Ainara, de carácter serio, inteligente e independiente, reside en un colegio católico mixto. Durante las vacaciones, regresa a casa con su padre viudo, Iñaki (Garcés), dueño de un restaurante; su abuela Lila (Rivera); y su tía Maite (López Arnaiz), hermana de Iñaki, una mujer comprensiva y de confianza convertida en una figura materna.

Película de iniciación, de caída del caballo, de conversión, un género contemporáneo y reconocible, sobre todo en el cine español. Algo más difícil de definir y encuadrar, es el drama de crisis de fe. En esta cinta, la directora Alaúda Ruiz de Azúa fusiona con elegancia ambos géneros en una narrativa que mezcla tensiones familiares, con la perspectiva de una adolescente que “siente” haber encontrado su camino.

Tiene la obra un sólido reparto coral, donde destaca la excelente y fascinante interpretación de la debutante Blanca Soroa, acompañada de Patricia López Arnaiz, Miguel Garcés, Juan Minujín, Nagore Aramburu o Mabel Rivera.

Ainara, al llegar a casa se encuentra en medio de crecientes tensiones familiares, relacionadas con un enorme préstamo que Iñaki ha solicitado para reformas, y la difícil situación matrimonial de Maite con el afable y tranquilo Pablo (Juan Minujín).

Cuando la joven le comunica a su padre el deseo de regresar al convento que gobierna la escuela para discernir su vocación religiosa, el anuncio que se convierte en una auténtica bomba: no estaba previsto que la chica fuera a hacerse monja de clausura.

No tardan en aflorar las diferencias de carácter e ideológicas: su tía (siempre brillante y arrolladora López Arnáiz) no puede entender esta decisión y piensa que la niña está siendo manipulada por el clero mientras que su padre (muy bien Garcés), está más preocupado por otras cuestiones egoístas y se muestra un tanto pasivo ante esta situación.

Nuestra directora utiliza los diferentes posicionamientos para provocar un espacio de interrogantes y cuestionamientos alrededor de un intangible, tal la espiritualidad. Contribuye de esta forma a que el espectador participe activamente en el proceso reflexivo de la historia.

Esta cinta es una obra muy compleja, contada desde una transparencia insólita. Tiene una gran cantidad de detalles y viene cargada de una austeridad que esconde una precisión en cada encuadre, lo cual que alcanza un grado de depuración exquisito.

Todo lo cual confirma a Alauda como directora de raza, rebelde incluso, determinada a reflexionar sobre temas tabú y atreverse a ello en forma profundamente reveladora. Cine que tras su visionado puede provocar fascinación o disgusto, pero que no deja indiferente.

La inteligencia de la película reside en cómo ilumina de forma indirecta la personalidad, los pensamientos y las emociones de Ainara, al tiempo que muestra los efectos que su vocación produce en quienes la rodean.

Iñaki está decidido a que su hija tome sus propias decisiones, una postura contradictoria, ya que, si bien insiste en su mentalidad abierta, se muestra inflexible y patriarcal al no tolerar ninguna oposición.

Ambivalente también es la reacción de Maite, quien, habiendo estudiado en un colegio de religiosas, ahora es decididamente laica y está horrorizada de que Ainara se vaya a perder experiencias mundanas, incluyendo la universidad y el descubrimiento del amor y el sexo.

Quienes rodean a Ainara especulan sobre sus motivaciones, al igual que la película invita a los espectadores a hacerlo. La pregunta es si se encontrará bajo el carisma de la enigmática y sonriente Madre Superiora del convento (una interpretación de Nagore Aranburu que transmite una sutil opacidad). O si la vocación de la joven surge de su búsqueda de comprensión y apoyo tras la temprana pérdida de su madre.

Durante gran parte del tiempo, la familia de Ainara permanece en silencio, mostrando una determinación distante, hasta una secuencia culminante en que la muchacha libra una auténtica batalla con su fe.

Culminación de una interpretación serena y contenida, este esperado clímax emocional y espiritual supone un tremendo reto para la joven Soroa, quien, guiada con sensibilidad por Ruiz de Azúa, supera la prueba con una intensidad conmovedora y bien modulada.

Ruiz de Azúa en Cinco lobitos (2022), se internó en las dificultades que encierra la maternidad; en la serie Querer (2024) dio un importante paso para hablar de “consentimiento” para el sexo dentro del matrimonio. Ahora, con esta obra, supera las expectativas al abordar temas tan resbaladizos y a la vez elevados como son la religión, la vocación y la fe.

Estamos ante un atractivo e inteligente estreno en competición en San Sebastián, película de éxito que parece enfilada a atraer una mayor atención internacional para una guionista y directora que ya ha recibido elogios sobrados por sus anteriores trabajos.

 

HISTORIA DE UNA MONJA (1959). Maravillosa cinta de Fred Zinneman, adaptación de la conocida novela de Kathryn Hulme, imprescindible, trata sobre las vivencias de una monja, con guion de Robert Anderson, fotografía Franz Planer y una envolvente música de Franz Waxman.

El principio se desarrolla en un convento en Bélgica, cuando la joven Luke (Hepburn), perteneciente a una familia burguesa, ingresa en el convento como novicia. Tras profesar como monja, es enviada a una misión religiosa en medio del Congo africano, como enfermera.

Destacan en el reparto un consolidado y eficiente Peter Finch como sarcástico médico que llevará al límite la fortaleza mental de Sor Luke, magníficamente encarnada por la grácil y luminosa Audrey Hepburn.

La Hepburn, con su participación en esta película de Zinnemann (realizador de clásicos como Solo ante el Peligro y De aquí a la eternidad), cerró la boca a quienes afirmaban que no era actriz para trabajos dramáticos. Esta fue una de las películas más exitosas de los ’50 donde la Hepburn brilló como mejor actriz en los BAFTA y en el Festival de San Sebastián (también Concha de Oro).

A medida que va acumulando experiencia, la hermana Luke libra una lucha constante para librarse de su orgullo, de su jactancia, de sus deseos carnales y de su rebeldía. Porque ella quiere obedecer, negarse a ser ella, seguir incondicionalmente las reglas… pero su carácter y su ser interior no se lo permiten.

La hermana es brillante, culta, ama a la gente y tiene un deseo profundo de servir… ¡pero una mujer así no puede ser sumisa! Tendrá que esforzarse cada día en ese camino de perfección, pero su lucha deviene espinosa y las vacilaciones la asedian. Comienza a dudar de una fe cuya rígida doctrina ve imposible cumplir adecuadamente.

La madre Luke sufre en su intimidad las embestidas de la confrontación que en el mundo se produce entre valores emergentes y caducos, valores nuevos y viejos, valores del presente y los del pasado. Feroz pugna, difícil mantenerse neutra.

Zinnemann, por medio de la batalla interna de la hermana Luke, nos muestra que una de las cosas más complicadas en esta vida es encontrarse a uno mismo y que lo único que podemos hacer es ser quienes somos, no forzar las cosas.