
“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.
En España se produjo bastante cine negro en los años cincuenta. Películas como “Apartado de correos 1001” (1950) de Julio Salvador o “Brigada criminal” (1950) de Ignacio F. Iquino. En esos años, un tercio de las películas producidas en España eran policíacas, ese realismo con que se rodaban y aquel lema: “Esto que van a ver puede ocurrir en su ciudad”, fue un rasgo distintivo de ese cine.
Era un cine valiente y bien confeccionado que cada vez fue ganando en acción, en violencia, en tramas sibilinas, con temas entonces tabúes, como la corrupción policial o la resistencia al franquismo. Un cine que podía competir con el “noir francés” o el “cine negro americano”. Además, gustaba al público.
Algunas de estas películas se encuentran entre las mejores de nuestra cinematografía, como “El ojo de cristal” (1956) de Antonio Santillán (mezcla de Welles y Hitchcock); “Distrito quinto” (1957) de Julio Coll (interesante atraco fallido); “Los culpables” (1962) de Julio Coll (a lo Agatha Christie). O, “La muerte silba un blues” (1964) de Jesús Franco (en el puerto de Vigo).
Películas hechas con poco presupuesto y de espaldas a la industria, fueron el cine más espectacular, vivo y actual de cuanto se hizo bajo el franquismo en aquellos entonces.

La figura de Rovira Beleta (1912-1999)
Rovira declaró: “el cine me ha tomado toda la vida”. En el año 1943 comenzó a trabajar para la productora Cifesa (Compañía Industrial Film Español SA) haciendo todos los oficios vinculados a un rodaje. Incluso hizo de ayudante de dirección en películas de Luis Lucía y Juan de Orduña, el cual decía: “De acuerdo, pongamos la cámara donde dice Rovira”.
El cine negro de Rovira
En los cincuenta y sesenta, la marca Rovira Beleta supo retomar el cine negro, reconvirtiéndolo en “noir a la española”. Con sus obras: Hay un camino a la derecha (1953); El expreso de Andalucía (1956) y Los atracadores (1961), construye una trilogía de obras policíacas con características propias: sacar las cámaras a la calle, poco decorado de estudio, influencia del neorrealismo, mezcla de documental.
Ello hacía que fueran películas imperecederas, pues al haber sido rodadas en la calle, tienen siempre un valor testimonial y de documento. Además, sirva para significar la talla de Rovira, director y productor que optó a los Oscar de Hollywood en 1963 con Los Tarantos (1963) y con El amor brujo (1967).
HAY UN CAMINO A LA DERECHA (1953). En los lejanos años cincuenta, esta película tuvo un rotundo éxito de crítica y público. El desconocimiento y el olvido de este filme evidencia la falta de memoria histórica hacia nuestra cinematografía, hacia nuestro cine de aquellos entonces, sin el cual no se entiende bien el cine que hoy se hace en España.
La película cuenta la historia de Miguel (Paco Rabal), un marinero pendenciero que es despedido en Barcelona por una riña a bordo. Miguel se dirige por las calles de la Ciudad Condal a ver a su esposa Inés (Julia Martínez) y a su hijo de corta edad. Pero los problemas económicos acucian en su modesto hogar y en su afán por conseguir dinero va a provocar que el clima en su casa se vaya enturbiando.
También se va deslizando hacia el desánimo e incursionando en el mundo de la delincuencia y el delito. El poco dinero que su esposa había ahorrado lo dilapida rápidamente, incluso vende el modesto reloj del niño empeñándolo. La historia devendrá dramático suceso, amén de persecuciones policiales, con un esperanzador final.

Rovira Beleta, en sus películas policíacas transmite sensación de realidad. Con un estilo singular, Rovira hizo su cine policíaco mezcla de noir, melodrama, documental y neorrealismo. Esta mixtura de géneros le dio resultado. Rodaba en ambientes urbanos naturales, pero de manera muy cuidada, con cámaras ocultas y avisando con su presencia cuándo se iniciaba el rodaje, que en este filme fueron el Barrio chino de Barcelona y el puerto.
El guion del propio Rovira junto a Manuel María Saló, contiene una estructura clásica: introducción a la que acompaña una voz en off con un larguísimo flashback que abarca prácticamente toda la película; la obra avanza de una manera enérgica y va empañándose la historia.
La desesperación del personaje va in crescendo, desembocando en un robo en la zona del puerto, contrabando, lo propio de la época. Junto a ello una gran desgracia que no desvelo por evidentes razones.
Los guionistas, conceden un importante papel a las mujeres y la mujer del cine de Rovira encarna valores positivos como la entrega, el amor, la abnegación, siendo ellas las que salvan al protagonista.

El reparto es de lujo, con dos puntales principales que saben expresar dramatismo y emociones intensas como amor, odio, desesperación o compasión. Un Paco Rabal que en su primer papel protagonista se revela como el gran actor que fue. Y Julia Martínez que está sublime, medida y entrando al drama sin exageraciones inútiles.
El resto de los actores están excelentes. Rovira supo hacer una gran dirección de actores, como cuando instó a Rabal a abofetear a la Martínez, lo cual no fue fácil para Rabal que era todo un caballero.
Quien haya visto esta película se dará cuenta de lo acertado del retrato, el perfil de los personajes y los ambientes en los que se movían en aquella Barcelona de tardo-postguerra.

La película se rodó en gran medida en el puerto barcelonés y los barrios del Raval y Somorrostro, todos ellos inmortalizados por una cámara elevada, que hace filmaciones desde los balcones, amplias panorámicas de las vivaces callejuelas en el Raval, del mismo modo que documenta el movimiento del puerto y la miseria de las chabolas en Somorrostro.
Resulta muy curioso y acertado el empleo que hace Rovira de la escalera interior del pobre edificio donde viven los protagonistas; esa escalera es el punto de encuentro entre los personajes y la realidad del barrio.
Por esto decía que el filme tiene una clara intención documental que es imperecedera, pues bajo estos paisajes urbanos y bajo el envoltorio de cine policial y melodrama en toda regla, despunta un análisis social y de la picaresca de ciertas zonas y colectivos de Barcelona, que no se presentan como entornos delictivos, más bien aparecen como ejemplo de supervivencia.
Secuencia:
EL EXPRESO DE ANDALUCÍA (1956). Tres jóvenes se unen para planificar y perpetrar un importante robo. Los delincuentes son un deportista retirado, un estudiante de derecho y un delincuente de poca monta. En apenas ochenta minutos se plantea la historia de un atraco destinado a la tragedia. Cinta que respira cine negro por todos sus poros.
Rovira repite fórmula con esta película que adapta un suceso acaecido en 1924, situándolo en los años 50 y modificando los suficientes aspectos para conseguir una mayor eficacia narrativa con guion e historia de Vicente Coello, entre otros.
El argumento se centra en el robo de joyas que transporta el furgón de correos expreso de Andalucía. Más que en el robo en si, Rovira hace una descripción de los ambientes y los personajes.

La película tiene tres partes, con prólogo dramático y efectista. Al principio nos muestra el tren y nos mete de lleno en el caso; en segundo lugar, nos presenta a los protagonistas en su entorno y describe el robo; la tercera parte cuenta el destino de los ladrones y la investigación policial.
Algunos de los personajes fueron impuestos por el productor italiano, caso de Mara Berni como mujer fatal; o Ignazio Bálsamo como el "Rubio", uno de los ladrones, un pobre hombre cobarde empujado al crimen por otros.
Comparte el ambiente de las corralas del Lavapiés madrileño con el genuino líder de la operación, Andrade (excelente Mistral), un deportista de éxito venido a menos y siempre decidido, ambicioso y cruel, con sus momentos de bondad. Miguel, el estudiante de derecho, es de una familia estructurada que vive desahogadamente, pero seducido por la aventura y por las malas compañías acaba formando parte del grupo. Delincuentes poco profesionales
Los contrastes entre estos tres personajes aportan matices dramáticos a la historia, un recurso que Rovira repetirá en su posterior filme al que ahora me referiré: “Los atracadores".

El interés mayor de los personajes es lo bien que Beleta los sitúa en su ambiente, en Lavapiés, con las populares corralas o el bullicio del Rastro; y contrastando los barrios en expansión (donde vive Miguel). Igualmente abundan las diferencias en los interiores.
Película sólida, la narración visual con una excelente continuidad, destacan secuencias como las persecuciones policiales. Hay también planos muy bellos, como cuando vemos a Miguel encaminándose hacia un destino velado por la niebla y el humo de un tren, cuyo desenlace conocemos.
Emocionante, con momentos de buen suspense y un ritmo ágil constante además de buenos diálogos. Meritoria película del género negro español que merece ser reivindicada.
Escena:
LOS ATRACADORES (1960). Tres jóvenes de clases sociales distintas y por eso mismo, con diferentes motivaciones para delinquir.
"El Señorito", de familia acomodada, estudiante de derecho (poco afecto paterno). El “Compare”, delincuente por rebeldía, de origen humilde, desarraigo familiar, vida en la calle y fascinación por el poder y las armas. Por último, Ramón, clase trabajadora, harto del trabajo fabril mal pagado, lo cual lo aproxima al mundo del delito.
Vidal y sus amigos Ramón y Carmelo, se divierten asaltando farmacias o cines. En una de esas cometen su primer asesinato. Ya no podrán detener una carrera patibularia que acabará de forma dramática.

Los sesenta serán los mejores de Rovira y los inicia con esta cruda película que cuenta el camino terrible y de perdición de unos malhechores. Extraordinario drama moral sobre el desarraigo de la juventud.
Película muy buena, gran fotografía en blanco y negro (Aurelio G. Larraya) con arriesgados contrastes lumínicos y encuadres originales. La violencia es captada crudamente.
Con buenas localizaciones de Barcelona y correctas interpretaciones en general, destacando la verosímil interpretación de Julián Mateos (junto a Pierre Brice y Manuel Gil).

Filme interesante y bien rodado, que no rehúye temas escabrosos e incómodos, como la violencia, la infidelidad matrimonial, la violación sexual y la pena de muerte (escena final, rodada como documental que muestra la ejecución a garrote vil de uno de los atracadores).
Película dura donde hay muertes violentas tanto por parte de los delincuentes como de la policía. Sale un ajusticiamiento con garrote vil y pasó la censura por ser considerada una apología a la aplicación de la ley y el castigo del delito.











