Nunca comprendí qué sentido tenía la frase “acabar como el Rosario de la Aurora”. Sin embargo, la curiosidad me llevó a descubrir que, antaño, cuando las cofradías ofrecían fervorosamente dicho acto, solían coincidir en algunas calles. El enfrentamiento —ilógico— terminaba en una monumental bronca o en una riña tumultuaria. Y así, el fervoroso Rosario acababa en auténtico desastre.
Hoy en día, no solo la Hermandad de la Esclavitud celebra tan solemne Rosario, pero, gracias a Dios, a la educación, al temple y a la comprensión, los Rosarios de la Aurora suelen terminar rezando… y luego comiendo churros. Ya no se concibe un Rosario de la Aurora que acabe en tumulto dentro del mundo cofrade, donde las hermandades se apoyan mutuamente con un fin común: la oración fervorosa, más allá de la cofradía a la que se pertenezca.
Pero hay otros “Rosarios” que sí siguen terminando en desastre. No con churros, sino con espectáculos indignos, deplorables y vergonzosos.
Actualmente, personas con un mismo fin común, pero con visiones diferentes —perfectamente aceptables— acaban enfrentadas un día sí y otro también. El objetivo compartido queda relegado a un plano casi inexistente. Prima más el alarde de “ver quién la tiene más grande” que el esfuerzo real por engrandecer una ciudad, una comunidad o una nación.
A veces, la “cofradía” más poderosa —simplemente por tener más miembros sentados en la “cátedra”— pasa por encima de la otra, ninguneándola y provocando su ira. Y en su afán de pataleta, esta termina su Rosario de forma esperpéntica, como si fuera la Venganza de Don Mendo: más astracán que oda a la nobleza de los valores caballerescos.
Quizás llegue el día, como ocurrió en el origen de la frase, en que el entendimiento, la lógica y el sentido común se impongan entre quienes nos gobiernan, a todos los niveles. Porque el fin, curiosamente, es el mismo para todos: el bien común. Para ello, habría que aceptar voluntades, sumar esfuerzos y construir juntos, en lugar de reventar el Rosario del otro solo porque es de “otra cofradía”.
Por desgracia, creo que deberán pasar siglos, educarse más esta sociedad, templarse…
Porque de momento, el debate político entre ellos —incluidas las “juntas”, “hermanos” y simpatizantes— acaba siempre como el Rosario de la Aurora. Con una diferencia: ya ni churros. Ahora se acaban comiendo la boca entre ellos, concediéndose sueldos absurdos (como el del “Jefe de la Oposición”, por poner un ejemplo) o repartiéndose prebendas para callarse la boca, llamémoslas subvenciones.
Y todo ello mientras el pueblo observa, corea y se ríe del espectáculo, hasta que se da cuenta de que no es comedia, sino tragedia: ellos se ríen de nosotros… y encima les pagamos.