En los últimos años, hemos pasado de unas fiestas decentes, jamás criticaría lo que se organiza con cariño, a unas fiestas super espectaculares. La Navidad, como otras muchas fiestas, se han convertido en un evento divertido, alegre, lleno de vida, y en donde, como siempre debe ser, los más pequeños, son los grandes protagonistas.
Como es natural, jamás llueve, ni lloverá a gusto de todos, y a veces, la falta de empatía, la miseria política, y la mala baba llenaran de Grinch una navidad más. Sin embargo, desde un punto de vista objetivo, no puede decirse que se quede el trabajo por hacer, y, supongo, los quebraderos de cabeza, las zancadillas, las dificultades, serán parte de todo el montaje al que ya nos estamos acostumbrando.
No es ni sencillo el agradar a todos ni ser sal de todos los platos, siempre existirán mejores ideas, algunas, retorcidas, y, como es natural, muchos tendrán medidas para tirar por tierra el trabajo de otros. Con toda seguridad, la pasividad será igualmente criticada, tanto o incluso menos, que una labor activa. Y aun así, arranca la Navidad, comienza el espectáculo, y estamos seguros, pues ni el elfo más malvado lo pone en duda, que todo tiene detrás un trabajo enorme, y un sacrificio personal que a veces quema. Sin embargo, las cabalgatas salen a la calle, y a veces perdemos de vista lo más importante, las navidades participativas no son un derroche económico insuperable, son un ejemplo del compromiso personal, humano, de cientos de personas.
Claro que todo tiene un coste, hay gente que lleva un sueldo a su casa por organizar eventos, conducir tractores, recoger basura, hacer operaciones de vigilancia, etc., pero todo eso, necesario, se queda en nada si lo comparamos con el esfuerzo humano de los que pierden o invierten su tiempo en salir a la calle.
A pesar de las críticas, ruidosas, que son una eterna constante en nuestra sociedad, el espectáculo continua, la sonrisa se arranca de cientos de rostros, los ojos de cientos de niños se llenan de ilusión, y al final del túnel, cuando pasen los meses, se seguirá hablando de aquello.
Arranca una nueva Navidad que nos llevará al 2025, dejando atrás un año lleno de todo aquello que cada uno lleve en sus alforjas y, como una marea imparable, las luces, la calidez del frio, y los rostros encendidos, nos darán un poco de paz, a algunos, y otros, nueva leña para su odio, profundo y absurdo. Arranca la Navidad, así que, en la medida de lo posible, intentemos disfrutarla.